Los  equipos repartieron minutos pero no reparten puntos. Mientras el primer tiempo fue de la Sampdoria, que maniató el centro  del campo sardo y golpeó con un gol (a la postre definitivo), el segundo tiempo se tiñó de rojo y azul. El equipo local aprovechó la inercia positiva de su última victoria en el derbi y se impuso a un Cagliari voluntarioso pero desacertado en el área. El partido fue sucio y brusco. Cada balón se defendía con todo y a cada minuto el transcurso del juego se rompía con una falta. Y en este campo la Sampdoria resultó sentirse la más cómoda, quizás por su pronta  ventaja en el marcador.

En un partido tan trabado el gol no podía ser de otra manera más que a balón parado. Un centro de Palombo  con una parábola que Avramov no supo calcular acabó en la cabeza de Gastaldello, que entró como un obús al segundo palo y puso a los suyos por delante. Corría tan solo el minuto once y quedaba mucho por correr.

Pero el marcador ya no se movería, obra y gracia del árbitro. Ya que Sau, servido por un genial lanzamiento de Conti y con un gran control en carrera, hizo el empate para los sardos tan solo diez minutos de sufrir el gol. El partido habría cambiado por completo, pero el asistente Giachero anuló el tanto por fuera de juego. Un fuera de juego dudoso y muy protestado por los visitantes.

En todo el primer tiempo los de López apenas encontraron la portería de Da Costa y los locales impusieron su ley con un gran trabajo defensivo y un gran Soriano. Pero tras la reanudación, con la entrada de Cossu (o con la salida de Cabrera, según se vea), el Cagliari se rehízo y comenzó a acorralar a la Sampdoria contra su portería. La segunda parte se convirtió en una lluvia de balones al área de Da Costa. Pero todos ellos eran extremadamente inocentes y apresurados, fáciles para la defensa, que se mostró muy segura y rechazó uno tras otro los balones que rondaban sus inmediaciones.

El empuje y las ganas de los de López por empatar el partido y la cantidad de balones colgados al área pudieron dar la impresión de que el Cagliari tenía a su rival contra las cuerdas y que el gol era cuestión de tiempo. Pero nada más lejos de la realidad. Los de Mihajlovic tuvieron en todo momento la situación bajo control. Las faltas, por ambas partes, se acumulaban y el juego no fluía en absoluto, pero los minutos sí. Los minutos corrían como locos para los sardos, como corrían ellos. Y llegaron las tanganas y más polémica. Una mano clara dentro del área de la Sampdoria que escapó a los ojos del colegiado y que desembocó en más protestas, más tensión y más frustración para los sardos.

Los locales se sentían cómodos y realmente les convenía la tesitura. Más falta, más frustración y más tanganas querían decir más tiempo perdido y menos ocasiones en contra. Y así fue como acabo el partido, con Conti encarándose con Gastaldello y mareas de brazos empujándose unos a otros.