Tres de la tarde, Sol a plomo, un estadio semivacío y poco, poco fútbol. Características más propias de un partido de Segunda B, o tercera división, que de la máxima competición italiana. Y no era un partido poco importante, al menos no para el Chievo, ya que los de Corini se jugaban la vida esta jornada. Asaltaban la isla con tres derrotas consecutivas en la conciencia y con una necesidad absoluta de puntos.Tal y como comenzó el partido nadie diría que el Chievo tenía esa acuciante necesidad. Quizás fuera el miedo el que atenazaba las piernas de los jugadores, ya que no tenían margen de error, o quizás es que el equipo de Corini, realmente, no da para más.

La posesión y el juego fueron completamente sardos. El Cagliari es un equipo que  se arma bien atrás y cuando puede intenta jugar el balón. Por  mérito de los de casa o complacencia del rival el caso es que el balón sólo tenía un dueño, y este vestía de azul y  rojo.

Si bien el control del juego era sardo por completo, las ocasiones estaban repartidas, ya que el Chievo, más preocupado por no recibir que por golpear, esperaba agazapado a la contra. Esto siendo muy generosos en la definición de los tímidos acercamientos al área que se producían como “ocasiones”. La primera parte voló  sin goles y gran culpa la tuvo el ex portero del Cagliari, que hoy era rival, con una gran parada a remate de Perico. Agazzi, con esa parada y otra en una falta con el partido expirando,  mantuvo su marcador en blanco y a su equipo en el partido y en la serie A.

La segunda parte cambió poco el guion. Dessena hacía de Conti y seguía controlando y mandando en el medio del campo, bien acompañado por el trabajo de Tabanelli y Eriksson y sobre todo bien protegido atrás por Astori. Buen partido del central, tranquilo y seguro.

Seguro atrás y con el medio controlado, el problema del Cagliari venia cuando intentaba acercarse al área contraria. Tanto en la creación como en la definición. Tanto en la media punta como en la delantera. La inoperancia en ataque era abrumadora.  Y esos males tenían sus raíces en una persona, Cossu. Pulga apostó por él para la media punta, pero el pequeñísimo sardo fue un desastre completo y absoluto. Tomó mal la gran mayoría de las decisiones, perdió un balón tras otro y en ningún momento inquieto la puerta contraria ni asistió a sus compañeros en punta. Parece ser que no hay acuerdo para la renovación y que Cossu hará las maletas en pocos días, y desde luego, este partido no le ayudara en las negociaciones, ni hará que en la grada de Cagliari se le eche de menos si al final se va.

Si Cossu era la raíz de la inoperancia en ataque, Sau e Ibarbo no ayudaron mucho desde su posición. Sau estuvo demasiado perdido y desasistido, pero el que menos aportó fue el colombiano. Es curioso cómo semana tras semana se escuchan rumores que hablan de un gran interés del Barcelona por Ibarbo. Si bien la potencia física del delantero es innegable, ver la cara de poema de Iniesta o Xavi viendo a Ibarbo controlar o conducir el balón, sería un auténtico espectáculo digno de pago.

Y en un partido de este tipo el gol no podía llegar de otra manera. El Chievo apenas había pisado el área sarda. Córner tirado por Radovanovic desde la izquierda y remate Dainelli de cabeza. Un gol un poco culpa de Avramov y un poco protestado por la afición local que pedía falta en el salto. Un gol, un solo gol, un único gol. Pero un gol que vale  oro. Un gol que vale la permanencia para el Chievo y que lleva la calma a Verona, que acaba con la tensión de toda una temporada sufriendo.