No es que nadie diese un duro por el Hull City a principio de temporada, pero bien es cierto que tampoco les daban grandes opciones para conseguir la salvación. Lo normal al tratarse de un recién ascendido sin fichajes de relumbrón, algo que últimamente no falta ni en los equipos más modestos de la mejor liga del mundo. Sin embargo, fichar caro no tiene por qué significar hacerlo bien. Con lo justo, el Hull logró reforzar notablemente una plantilla que ya se mostró muy competitiva en Championship y cuyos pilares se mantuvieron intactos para el regreso a la élite.

Una de las grandes claves por las que este equipo ha logrado la salvación no es ningún secreto; supieron hacer de su estadio un auténtico fortín, sobre todo en la primera vuelta, donde sólo concedieron dos derrotas de diez encuentros. Tan sólo una mala tarde frente al Crystal Palace (0-1) y un encuentro gafado ante el Manchester United (2-3) evitaron que el KC Stadium permaneciese imbatido hasta fin de año. 

En el camino cayeron rivales directos para la salvación y uno de los peores Liverpool (3-1) que se recuerda esta temporada, quizá también por mérito del equipo de Bruce. Hasta el ecuador de la competición, la asignatura pendiente de los de Yorkshire estuvo precisamente lejos del KC Stadium, donde se metamorfoseaban en un equipo más discreto aunque siempre difícil de tumbar. Aún así se permitieron alguna alegría inesperada como una victoria en St. James's Park por 2-3 ante el Newcastle.

Los nombres que hay tras un bloque competitivo

Tras el histórico 6-0 que los tigers endosaron al Fulham para despedir 2013 -probablemente el partido más perfecto que se les recuerde en este ejercicio-, la gente ya veía de otra manera a este Hull City. Un equipo que quizá no jugase exquisitamente bien al fútbol pero era rocoso y peleón como pocos. En la portería, un arquero de garantías que vino para cumplir y lo hizo con creces, Allan McGregor. Cuando este faltó, las tablas del veterano Steve Harper también han transmitido seguridad en el marco. 

En la zaga, otro de los grandes aciertos en materia de traspasos, Curtis Davies, quien haya sido, probablemente, la revelación del Hull City esta campaña. A quienes lo hayan seguido de cerca quizá todavía les cueste entender que no vaya con Inglaterra a jugar el próximo Mundial. A Davies, usualmente, le ha acompañado otro central que ha causado muy buenas sensaciones, James Chester. Cuando jugaron con defensa de tres centrales, Alex Bruce, futbolista de mucha casta e hijo del entrenador, ha demostrado ganarse ese sitio debido a méritos propios y no por preferencias paternales. 

En los carriles, rendimiento incontestable de Ahmed Elmohamady por la derecha, uno de esos laterales que no destaca por su nombre pero que a más de un equipo le gustaría tener. Cumplidor y sólido en labores defensivas y con gran capacidad para prodigarse en ataque. En la izquierda, otro fichaje en el que se depositaron ciertas expectativas, Maynor Figueroa. El hondureño, aunque ha contribuido, ha tenido ciertos despistes que le han acabado costando perder la titularidad. El beneficiado de esa situación ha sido Liam Rosenior, quien con regularidad y buenas actuaciones se ha acabado haciendo con un hueco en el once meritoriamente.

En el centro del campo de los tigers se encuentran otra de las grandes claves del éxito que han tenido. Dos jugadores que llegaron desahuciados del Tottenham en el periodo final del mercado de fichajes y que han logrado reivindicarse. Se trata de Tom Huddlestone y Jake Livermore. El primero ha sido el cerebro del equipo y, posiblemente, quien más haya brillado a lo largo de la temporada. En el 6-0 ante el Fulham confluyeron su mejor actuación y la de su equipo, algo que no tiene por qué ser casualidad. En aquella exhibición que se marcó, además, consiguió romper su prolongado maleficio con el gol. Más que anecdótica fue la celebración de aquel tanto, cortándose un mechón de pelo.  En el caso de Livermore, cedido por los spurs, ha sido un jugador que ha crecido con cada partido y ha acabado causando muy buenas sensaciones. Puede que esta campaña haya dado un gran paso en ese transito que supone pasar de eterna promesa a una realidad. 

Otros jugadores como Robert Koren, David Meyler, Stephen Quinn o George Boyd, a pesar de quedar relegados a un papel más secundario, han sido de gran contribución y utilidad para Bruce. Tampoco se puede olvidar al prometedor extremo Robbie Brady, del que se esperaba mucho pero al que las lesiones le han lastrado demasiado.

En el ataque, hay que subrayar el cambio que supuso en este aspecto el mercado invernal. Hasta entonces, el Hull había sido un equipo muy digno pero al que, puestos a echar algo en falta, le faltaba pólvora si verdaderamente quería lograr una salvación sin apuros. Yannick Sagbo, Danny Graham y Matty Fryatt aportaban un irreprochable trabajo, pero no acababan de proporcionar demasiado gol. La llegada de dos puntas más contrastados como Nikica Jelavic y Shane Long, con una generosa inversión económica por parte del propietario del club, supuso todo un antes y un después. Ahora sí que este equipo metía miedo de cara a la segunda parte de la temporada.

Y como no, otro artífice fundamental del éxito de este equipo no podía ser otro que su técnico, Steve Bruce. Gustará más o menos por el estilo que inculca a sus equipos, pero nadie le puede negar los resultados y la seriedad que éstos transmiten sobre el campo. El ex jugador del Manchester United llego al banquillo del Hull para sacarlo de la mediocridad, devolverlo a la élite y mantenerlo en la misma simplemente a base de trabajo y minuciosidad. El resultado de todo ello ha sido un equipo intenso y comprometido al máximo en cada acción sobre el césped.

Solvente en liga y a poco de hacer historia en copa

Los tigers llegaban al ecuador de la temporada en una cómoda décima posición, a 6 puntos de descenso. La llegada de sus dos flamantes delanteros era sinónimo de gol, por lo que todo apuntaba a una cómoda segunda ronda de campeonato. Sin embargo, a los de Bruce les costó carburar en 2014, arrancándolo con cuatro derrotas consecutivas en Premier League. Fue sólo la clásica mala racha que todo equipo atraviesa alguna vez en un momento dado del ejercicio. Lograron reponerse con sendas victorias fuera de casa ante dos rivales directos por la permanencia, Sunderland (0-2) y Cardiff (0-4). Mientras tanto, el equipo avanzaba en FA Cup peldaño a peldaño. En el siguiente artículo, queda explicado ampliamente como fue el silencioso camino del Hull City a esa final histórica.

La virtud de este equipo residió en que ante rivales directos por la permanencia falló pocas veces, mientras que siempre supo poner en aprietos a equipos teóricamente mejores. Con media cabeza en la copa, sobre todo una vez se divisaron las semifinales en Wembley, alguna vez dio la sensación  de que los tigers afrontaron la recta final liguera a medio gas. Fue suficiente; dos victorias en casa ante otros dos rivales por la salvación, West Bromwich (2-0) y Swansea (1-0) más un empate en su visita al Fulham conseguido in extremis (2-2) les bastaría para apuntalar la permanencia, a pesar de la discreta segunda vuelta en la que tal sólo sumaron 14 puntos. Tras el empate en Craven Cottage, los jugadores ya no estaban para otra cosa que no fuese la final copera. Las tres últimas jornadas que acabaron en respectivas derrotas así lo denotaron.

Y llegó el esperado día, la primera final de FA Cup en 110 años de historia, la primera oportunidad de conseguir un título de cierto prestigio. Todos sabían que no sería fácil. El rival no era nada más y nada menos que un Arsenal demasiado necesitado de títulos y cuya final determinaba para ellos el éxito o el fracaso de la temporada. Para colmo, los tigers no podían contar con su dupla habitual en ataque, ya que Jelavic y Long habían disputado la competición con sus anteriores equipos antes de fichar por el Hull. Nada fue un impedimento para creer, apenas habían transcurrido diez minutos de la final cuando los de Yorkshire ya vencían 0-2 con goles de sus centrales, Chester y Davies. Acariciaban el título fieles a su estilo. Bruce, el otro central, estuvo a punto de aniquilar el encuentro tras tener el 0-3. Sin embargo, cosas de este juego a veces tan cruel, el Arsenal logró seguir vivo y ya se sabe lo que pasa cuando no rematas a un grande. Los gunners acabaron forzando la prórroga con goles de Cazorla y Koscielny, para que después Ramsey diese la puntilla a los tigers cuando los penaltis se aproximaban como un mal menor.

No pudo ser, habría sido el final perfecto para una temporada que, no obstante, deja buenas sensaciones. Hay un equipo asentado, mimbres de calidad y una filosofía a la hora de competir que viene funcionando. Y por si todo ello no fuera suficiente para ilusionar, la Europa League espera en la próxima campaña. Ahí es nada.