Franz Anton Beckenbauer, conocido mundialmente como Franz Beckenbauer es un ex jugador alemán. Nacido el 11 de septiembre del 1945, 'El Káiser', sobrenombre que se ganó por su jerarquía a la hora de jugar, se dio a conocer en el apartado futbolístico en el club de su vida, el Bayern Múnich. El bávaro, que comenzó su carrera jugando como delantero, está considerado como uno de los mejores jugadores del mundo y el mejor líbero de la historia del fútbol.

Tras ser un excelente jugador, que lideró al mejor Bayern de la historia, y conseguir dos trofeos al mejor jugador del mundo y tres Copas de Europa, Beckenbauer hizo campeona del mundo a Alemania como Seleccionador en el año 1990, siendo el segundo que conseguía ganar el título en el césped y en el banquillo, tras Mario Zagallo en 1970.

El Káiser del mejor Bayern de la historia

Franz Beckenbauer comenzó su carrera en el 1860 Múnich en el que despuntó desde muy joven hasta que fichó por el club de sus amores, el Bayern Múnich. En el club bávaro debutó en la Liga Alemana con apenas 19 años, para que dos más tarde maravillara en el Mundial'66 anotando hasta cuatro tantos en la Copa del Mundo que se disputó en Inglaterra y en la que Alemania finalizó segunda, tras perder ante los anfitriones.

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Tras aquella Copa del Mundo, Beckenbauer se comenzó hacer grande el fútbol. Poco a poco se va convirtiendo en una leyenda tanto en el Bayern como en la Selección Alemana, en la que protagoniza un gran Mundial en el año 1970 en México, culminado con un tercer puesto tras perder "El Partido del Siglo" ante Italia en semifinales.

Una vez finalizada esa Copa del Mundo dio comienzo la época dorada del Bayern Múnich, y por extensión, de la Selección Alemana. En la década de los 70 el conjunto germano consiguió tres Ligas Alemanas de forma consecutiva (1972-74) y otras tantas Copas de Europa (1974-76), emulando así al Ajax de Johan Cruyff, que lo consiguió anteriormente.

Con la Selección Alemana consiguió un doblete fantástico. A la Eurocopa de 1972 que conquistó, ya como capitán, en Bélgica se sumó el ya mencionado Mundial de Alemania de 1974, con la memorable final ante la 'naranja mecánica' liderada por Johan Cruyff. Tras su retirada del fútbol, Franz se convirtió en el director técnico de la Alemania subcampeona del mundo en 1986 y cuatro años más tarde consiguió el hito histórico de ganar el Mundial como jugador y como Seleccionador tras conquistar la Copa del Mundo celebrada en Italia.

La elegancia hecha defensa

A Beckenbauer se le podría describir con muchos adjetivos, elogios que, probablemente, se quedarían cortos comparados con su nivel futbolístico pero si hay dos palabras que le definían como futbolistas esas eran: inteligencia y elegancia.

El Káiser, un adelantado a su época, descubrió que si los laterales podían atacar por las bandas, los centrales también podrían hacer lo propio desde su lugar en el campo. Además su manera de conducir el balón, siempre mirando hacia delante y nunca hacia el cuero, le permitían tener una visión perfecta de la colocación de todos los jugadores que habían sobre el campo, tanto compañeros como rivales. Esa forma de jugar a fútbol, sumado a su inteligencia, le hizo recular en el campo hasta convertirse en defensa, un central con alma de delantero, un líbero que jugaba por la zona del campo que más le convenía al equipo y siempre con el balón como referencia.

A la inteligencia del jugador alemán, que supo reinventarse en una posición totalmente nueva en el mundo del fútbol, hay que añadirle la elegancia que mostraba con el balón en los pies. Franz era capaz de, sin mirar el esférico, dar un pase al pie a 40 metros de distancia, un hecho aún difícil de conseguir en el tan avanzado fútbol actual. Su impecable salida de balón le ha hecho ser una referencia para todos los centrales en los últimos 30 años. Desde la retirada del Káiser del fútbol de élite el deporte quedó huérfano, se quedó sin el mejor defensor, con alma de delantero, de la historia.

Un duelo que pasó a la historia

Si hay una rivalidad, puramente futbolística, que ha sido recordada durante décadas y lo seguirá siendo para toda la historia, esa es la que libraron Cruyff y Beckenbauer. Ambos eran los líderes de los dos equipos que arrasaron Europa en la década de los '70, Ajax y Bayern Múnich. Tres Copas de Europa para cada uno, Ligas, Copas y 5 Balones de Oro, tres para el holandés y dos para el alemán, que sin embargo, logró levantar la Copa del Mundo en su país natal en el año 1974. Y ante la Holanda de Johan Cruyff.

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Era el 7 de julio de 1974 y las Selecciones de Holanda y Alemania Federal se disputaban el cetro mundial en una final que prometía ser apasionante y con el aliciente de ver a los dos mejores futbolistas de aquella época en acción, cara a cara. Ambos, además de ser las estrellas de esos equipos, eran los capitanes de sus correspondientes naciones lo que dotó de más morbo el choque.

Con esos alicientes se disputó un choque en el Olímpico de Múnich que pasó a la historia como una de las finales más bellas. El comienzo del partido fue una muestra de la calidad de la 'naranja mecánica' que había llegado a la última ronda tras mostrar un juego bello a la par que efectivo. Los holandeses se adelantaron por mediación de Neeskens que transformó un penalti cometido por Johan Cruyff en el primer minuto de partido. Antes de que el colegiado señalara la pena máxima, solo el conjunto 'orange' había conseguido tocar el cuero.

Sin embargo, la Selección Alemana tenía las ideas muy claras, como la defensa al hombre que planteó Vogts a Johan durante los 90' de partido. Mientras el holandés intentaba zafarse del férreo marcaje alemán, Beckenbauer comenzaba a coger las riendas del partido y con la elegancia que le caracterizaba empezó a generar el juego desde la posición de líbero. Fue mediante el fútbol propuesto por el capitán germano cómo llegó la remontada ante una Holanda gafada en las finales.

En una contra, liderada por Beckenbauer, llegó el empate por parte germana, obra de Paul Breitner también desde los once metros. Minuto 25 y empate en el marcador entre dos Selecciones que se dejaban llevar por sus respectivos líderes. Tras dos grandes acciones en las que el holandés dejó en evidencia al Káiser llegó el segundo tanto alemán, obra de Müller a los 43' de la primera mitad.

A partir de ahí, Holanda lo intentó y siempre mediante un Cruyff pletórico que, sin embargo, tuvo que conformarse con el premio al mejor jugador del mundo ya que la Copa del Mundo ese año fue a parar a las manos de Franz Beckenbauer que, como capitán de la Alemania Federal, la levantó al cielo de Múnich. Una de las mejores finales de la historia fue el duelo entre dos de los futbolistas que han hecho grande el deporte rey. Dos auténticos jugadores de leyenda.

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