Son humanos. Aunque haya quien crea lo contrario, los jugadores de la Roma, con la posible excepción de Totti, no han salido del Panteón del antiguo Imperio. Son más bien legionarios, acaso quizás la guardia pretoriana, la élite de las tropas del SPQR. Y como mortales que son, se equivocan, y a veces pierden batallas, o hasta alguina que otra guerra, a pesar de su intimidante poderío. Hay días que, simplemente, las cosas no salen bien. Otras veces el rival está (no es) mejor. En días particularmente aciagos se junta todo. Es lo que le pasó a las huestes de Monsieur García, por ejemplo, en aquel infame miércoles contra las hordas germánicas.

O como hoy, que enfrente estaba lo que parecía ser el Nápoles. Parecía, por el escudo y porque el templo que se visitaba era el decadente San Paolo, ese coloso que pide a gritos una mano de pintura y un buen alicatado, entre otras reformas. Pero los presuntos herederos de Maradona jugaban al despiste. Para empezar, habían abandonado el tradicional azzurro de sus camisetas en favor de un inquietante tono marino grisáceo, lo que forzaba a la Roma a vestir de blanco para evitar posibles confusiones por lo oscuro de los colores de ambos. Pocas veces se ve a los dos equipos usando su segunda equipación. Ya de por sí esto indicaba que la cosa iba a ser rara.

Por otra parte, los de Benítez hoy prescindieron de su colección habitual de imprecisiones y demostraron que, en el fondo, si se lo proponen, ganar el campeonato no lo ganarán, pero pueden estar dando guerra hasta ultimísima hora. No se descubre nada nuevo si se constata la excelente nómina de peloteros que trabajan actualmente a las faldas del Vesubio. El técnico español ya había conseguido que sus muchachos completaran partidos bastante notables, pero demasiado a menudo llegaba algún fallo tonto, algún despiste, que anulaba todo el buen trabajo hecho previamente. Nombres como los de Albiol o Rafael estaban en el punto de mira de la prensa... y de bastantes aficionados.

Esta vez eso al Nápoles no le ocurrió. De hecho, fue más bien al revés: la defensa romanista, esa a la que el entrenador francoandaluz había conseguido transformar en la más segura del país, no se dio cuenta de que el partido había empezado hasta que pasaron tres minutos. Ese fue el tiempo que tardó Higuaín en filtrarse cómodamente entre los dos centrales, sin que ni el franco-africano ni el griego se dieran por aludidos, y cazar un rebote bombeado con un espectacular remate acrobático ante el que nada pudo hacer De Sanctis, que comenzaba así su calvario particular contra sus ex compañeros.

Y es que al guardameta, abucheadísimo, aún no le perdonan que haya cambiado el blanquiazul por el giallorosso. Sobre todo últimamente, que las ya de por sí difíciles relaciones entre los dos grandes de la "Italia Meridionale" se han enrarecido más aún, por culpa de episodios tristes como el de Ciro Esposito, el hincha napolitano asesinado el año pasado por ultras de la Roma cuando se disponía a ver la final de Coppa Italia que su equipo ganó en la capital del país. Una idea de lo tenso que está el ambiente la da la pancarta exhibida hoy en la Curva B, el sector de los más radicales de San Paolo, que apuntaba directamente a la venganza: "Las palabras son vanas. Habrá ocasión, y no tendremos piedad".

Volviendo a lo futbolístico, el partido fue un monólogo total y absoluto del Nápoles. La Roma no pudo reponerse del mazazo y no causó el menor peligro, en ningún momento, a la defensa local. Y los de casa tuvieron multitud de ocasiones para ampliar el marcador, incluyendo varios disparos a los postes, incontables uno contra uno, lanzamientos lejanos y hasta balones sacados por la defensa casi bajo la misma línea de gol. Lo reconocería posteriormente el propio Rudi García, cuando afirmó que los suyos habían tenido suerte de irse al descanso perdiendo sólo 1-0.

Con todo, lo corto del marcador y la entidad del derrotado justificaban tener algo de miedo. En cualquier momento, en un contraataque, los Pjanic, Totti, Gervinho o el recién entrado Destro (qué pasará en los vestuarios de Trigoria para que este chico no se haya ganado por fin una plaza fija en el once) eran capaces de aguar la fiesta. Pero para eso estaba José Callejón, el sorprendente capocannoniere de la Serie A. Tras una pérdida de balón bastante evitable en el centro del campo, la pelota cayó al costado derecho, a pies de Higuaín, quien no sólo remata, sino que además sabe poner centros precisos y medidos cuando es preciso. El de Motril estuvo listísimo para meter el pie un instante antes de que el portero o los centrales interceptaran el pase cruzado y garantizó la victoria cuando ya la Roma no tenía tiempo material para recuperarse.

El 2-0 es inapelable, e incluso corto, pero no debería entenderse como un primer paso para la caída definitiva de la Roma. Tarde o temprano todos fallan; ya lo hizo la Juventus la semana pasada, y a fin de cuentas, si aparte de esos dos hay otro equipo fuerte en Italia, ese es el Nápoles; mejor perder puntos contra ellos que, por ejemplo, en la visita del Torino del próximo domingo. Quizás la Loba ya empezara a sentir el canguelo de saber que en breve se tiene que volver a enfrentar al Bayern de Múnich y haya salido con la dentadura postiza. A Rafa Benítez le da lo mismo la razón: él está contentísimo con sus tres puntos, con el buen juego desplegado por su plantilla, con su, por una vez, consistencia a la hora de no cometer errores absurdos... y con su escalada en la clasificación, en la que, con permiso de la Sampdoria, Lazio y Milan, ya ha subido hasta la tercera posición.