Entrevista. Marcelo Luján (I): "Cuando se llevó la pelota Kalinski..."

Después del exhaustivo repaso a la Libertadores, la entrevista obtuvo un respiro. Ni rastro de aquella promesa del periodista de unas breves preguntas, ni rastro del ofrecimiento de Marcelo de conceder un pequeño rato de su tiempo. El reloj había avanzado más de una hora y los tertulianos, tras la pausa, acometían la actualidad: el Mundialito de Clubes. Las cervezas y los aperitivos escuchaban tan mudos como expectantes.

— ¿Qué opinión te merece el Mundialito? ¿Hay ilusión? —arrancó de nuevo a hablar el joven.

San Lorenzo no tiene ninguna posibilidad, esa es la realidad. Yo lo hablo con mis amigos de Argentina, les digo: “Yo vivo acá, veo al Madrid todos los domingos, sé lo que es el Madrid”. Me intentan rebatir: “No, pero es un partido...”. No. Yo sé el plantel que tiene San Lorenzo, van a ir jugar seriamente, con las ganas, el apoyo de la gente, pero tiene la mala suerte de, si es que llega a la final, enfrentarse al mejor campeón de Europa de los últimos 35 años —parece muy convencido en su discurso, pero en el fondo de la mirada se distingue una brevísima muesca de esperanza, aquel último reducto de fe irracional que posee todo aficionado. Pronto lo deja salir a flote. —Corinthians le ganó al Chelsea, hace dos años, pero ese Chelsea fue una vergüenza cómo ganó la Copa de Europa. Pero te tocaba el Barça de Guardiola, ¿cómo carajo le ganabas al Barça de Guardiola? Ganó las dos Copas que jugó, una de ellas se la complicó Estudiantes, porque es un equipo complicador, pero igual la ganó. Tenemos la esperanza de que el Madrid vaya a boludear, que diga “qué coñazo ir a Marruecos, ahora en Navidad, ¿qué es esto?, ¿qué es San Lorenzo?, ¿con unos australianos?”, que vayan tranquilos. Ahora, hay un problema: la chapa que inventó la FIFA de Campeón del Mundo. Y es que esa puta chapita la tuvo el Barça, y yo digo: “A ver si ahora el Madrid va a querer ganar para tener la puta chapita solo porque la tuvo el Barça”. Si nos juegan al de verdad, ojalá hagan dos goles a los seis minutos y ya está. Es la realidad, yo veo a Benzema, la prestancia que tiene ese muchacho y veo a la defensa de San Lorenzo. Si ambos juegan a un nivel normal, esto es una catástrofe.

El periodista se da cuenta del torbellino que se mezcla en el interior de su interlocutor, donde debaten a gritos el realismo y la heroicidad:

— Es un partido, es verdad que todo puede pasar. ¿No tienes ninguna esperanza?

— Sí, por ese lado, el Mundialito tiene su aura propia, —el escritor picó el anzuelo— los jugadores saben que son noventa minutos que quedarán en la historia del club, del fútbol argentino y del fútbol mundial. Vélez le ganó al Milán, el Boca de Bianchi ganó al Madrid, son noventa minutos y si en esos noventa minutos jugás concentrado, tenés suerte y el otro juega dormido o tiene mala suerte, a lo mejor... empatás.

Una sonrisa de complicidad invade ambas caras. Los dos hombres son apasionados del fútbol y reconocen sin hablar que todo es posible. El periodista vuelve a la carga:

— ¿Quién crees que jugará?

— Yo no sé el equipo que va a parar Bauza, pero por lo que vino jugando, se está preparando para la final. Vamos a suponer que se enfrenta al Real Madrid el sábado. Va a jugar con tres mediocentros, cuatro defensas. Un 4-3-3. O un 4-3-1-2, mejor dicho.

— Ese "uno" será Romagnoli —apostilla el joven, haciendo gala de unos conocimientos sobre San Lorenzo recién adquiridos.

— Sí, de enganche, —completa Marcelo, haciendo a su vez gala del argentinismo enganche en lugar de mediapunta — y arriba Verón, un extremo al que hará bajar mucho, y el nueve, no sé si Cauteruccio o Matos. Da lo mismo, son completamente iguales. En el medio jugarán Ortigoza y Mercier, que fueron el mediocampo de la Libertadores y agregará a Kalinski, que está jugando muy bien. Los cuatro defensores serán: Buffarini por la derecha, es muy veloz, pero no es buen defensor, ni siquiera es defensor...

— ¿Ronaldo? —desafía el entrevistador con una sola palabra. El argentino comprende, pero no se hace cruces:

Buffarini tiene velocidad y tiene potencia, pero es muy bruto, no es defensa. Es extremo de un equipo chico y en San Lorenzo juega de defensa. En la otra banda, el lateral izquierdo sí es defensor, de bastante calidad, Emmanuel Mas. El portero es Torrico. Y los centrales, hay dudas. Se compró a Yepes, que es una momia, pero es Yepes. Está Cetto, que jugó en el Nantes con él mil años. O Kannemann, nosotros queremos mucho a Kannemann, yo personalmente quiero que juegue, aunque creo que serán Cetto y Yepes, por experiencia. También hay un jugador muy bueno, que jugó en Catania cuando estaba en la A con Simeone. Es canterano de San Lorenzo, mediapunta, mucha calidad.

— Quiero que dediques unas palabras a Villalba, un jugador muy especial —con estas palabras, el periodista daba por zanjada la entrevista, regalando el privilegio de cerrarla al canterano.

— Ese es hermano mellizo de Correa, dos chicos de la misma edad, ambos de la cantera, subieron juntos. Eran dos chicos muy pobres. Villalba nació enfrente de la cancha, en una chabolerío inmenso, un chico muy trabajador, buen jugador. Aunque Correa era mejor, tenía más calidad, eso se nota. Ellos cuando empezaron en San Lorenzo, les dijeron: “¿Qué quieren, cuál es vuestro sueño?” Los dos dijeron lo mismo: “Ganar la Libertadores juntos”. Y lo hicieron.

Esta vez el silencio fue más profundo. La leyenda de superación de dos jóvenes pobres, condenados a la marginalidad, a los que salvó una pelota, puso punto final a la entrevista. El joven periodista, con la excusa de ir al baño, se adelantó a pagar por las consumiciones, en pequeña retribución del aprendizaje y el placer que había experimentado. Él y Marcelo, Marcelo y él, dieron las buenas noches y fueron tragados por la oscuridad madrileña.