Steve Bloomer fue la primera gran estrella del fútbol británico, el conocido como “Ángel Destructor” está considerado como el Beckham de su tiempo. Sus 28 goles en 23 partidos con los Pross llegó a ser un récord inalcanzable hasta 1956. Nacido en Cradley, entre 1892 y 1914 desarrolló una brillante carrera en el fútbol inglés, llegando a ser ídolo tanto del Derby County como del Middlesbrough. En el Derby formó una extraordinaria sociedad junto a Johnny Goodall, su gran mentor, aquel que le enseñó todos los secretos de este deporte. Johnny “Allgood” formó junto al delantero de Cradley, una dupla, que maravilló a los aficionados carneros. Bloomer, que desempeñaba su habilidad futbolística como interior diestro, demostró poseer un entendimiento casi telepático con Goodall , juntos llevaron al Derby County al subcampeonato en 1896. Los grandes binomios del fútbol se iniciaron con Goodall y Bloomer, este último formaría otra recordada dupla junto a Alf Common en las filas del Middlesbrough.

En 1914, puso punto y final a su carrera como jugador en activo, para inmediatamente después emprender un nuevo camino vital y futbolístico como entrenador. Se marchó a Alemania para asumir la dirección técnica del Britannia Berlin 92, y tres semanas después de llegar se inició el conflicto, la deflagración de la Primera Guerra Mundial. Y con ella los primeros internamientos de súbditos británicos. Steve Bloomer fue detenido en Berlín en la noche del 5 al 6 de noviembre 1914, y enviado a Ruhleben, campo de concentración ubicado en el distrito de Spandau, cerca de Berlín, donde fue internado en el cuartel 1.

Fue uno de los campos de civiles más notorios en el que se encarceló a residentes extranjeros de naciones enemigas, en este caso británicos. Originalmente era un hipódromo con once establos y capacidad para 27 caballos en cada uno. Los alemanes sustituyeron a los caballos, por prisioneros. Desde el campo eran perfectamente visibles las chimeneas de las fábricas de Spandau y durante mucho tiempo aquel fue el único 'paisaje' que pudieron ver los confinados, que vieron ampliados su espacio vital y los metros cuadrados del campo con la pertura de las pistas del antiguo hipódromo y los campos de juego. La población de reclusos se componía en gran medida de marineros capturados en el mar o en puertos alemanes, pero otra parte de los confinados poseían unas características especiales, que hicieron la vida un poquito mejor a los internados en el campo.

En este caso muchos de ellos eran músicos, científicos, actores, empresarios, académicos, jugadores de fútbol… que en lugar de mantenerse ociosos, pusieron en marcha una comunidad bastante activa. Parece complejo que en un campo de concentración se pueda llevar algún tipo de actividad constructiva, creativa, pero una buena parte de los internados en Ruhleben estaban residiendo en Alemania por sus talentos profesionales. Partiendo del citado status, consiguieron del mando alemán el privilegio de organizar un poco la vida y los ratos ociosos en las evidentes duras condiciones del campo. La cultura en diversas manifestaciones floreció en Ruhleben, de esta forma pusieron en funcionamiento clubes de artistas, grupos de escenificación de piezas teatrales, aulas de literatura, talleres de química y como no podía ser de otra manera: fútbol. Además de Bloomer, fueron varios los atletas de primer nivel internados en aquel campo, en cuanto a los futbolistas, acompañaban a Steve, Samuel Wolstenholme y Fred Spiksley, Fred Pentland, con el que llegó a jugar en el Middlesbrough, un futbolista que es toda una leyenda en el Athlétic, pues estamos nada más y nada menos ante Mr.Pentland, el hombre del bombín que marcó época e hizo campeón al conjunto vasco. Estaban también internados John Cameron (ex internacional escoces), John Brearley y Edwin Dutton, inglés criado en Alemania que llegó a ser internacional alemán, pero que de igual forma fue a parar a Ruhleben.

Las estimaciones históricas apuntan a que unas 5.500 personas estuvieron recluidas en el campo, pero lograron tal grado de organización, que pusieron en marcha una Federación de fútbol, con Torneo y Copas en las que disputaron encuentros usando nombres tradicionales del fútbol británico, como el Tottenham XI y Oldham Athletic XI. Además llegaron a disputar encuentros internacionales entre selecciones, partidos que llegaron a congregar aforos de más de mil personas. El 02 de mayo 1915 el England XI con Pentland, Wolstenholme, Brearley y Bloomer se enfrentó al World XI capitaneado por Cameron.

El tremendo significado de aquellos encuentros llegó ser tan poderoso para Bloomer, que se podía identificar en sus recuerdos mayor cariño por aquella dura e intensa etapa, que por su brillante carrera profesional. Algo muy a tener en cuenta, pues Steve Bloomer fue uno de los grandes ídolos y uno de los mejores futbolistas británicos de preguerras. Es más Bloomer que era un atleta tremendamente dotado, destacó tanto en las competiciones de criquet como en las de fútbol. Incluso copó todo el protagonismo en los Juegos Olímpicos Ruhleben, corriendo las 75 yardas en 9,6 segundos y proclamándose vencedor de la ‘Old Age Handicap’. Bloomer era el atleta y futbolista con más talento de aquella compleja situación vital. La presencia del “Ángel Destructor” fue crucial para que el fútbol sirviera como evasión a los allí apresados. Indudablemente el enorme talento confinado a los muros del campo de concentración inspiró a los jugadores jóvenes e hizo más llevadera la estancia a los internados (espectadores) que iban a verle jugar. Poco antes de abandonar el campo de confinamiento se disputó en Ruhleben un partido en su honor.

El 22 de noviembre de 1918, tras la finalización de la Primera Gran Guerra, tras tres años y medio de confinamiento, Bloomer regresó a Inglaterra, a Derby, donde su familia le esperaba ansiosa a pie de tren. El hombre que vieron llegar era diferente, demacrado, enfermo y asustado ante un mundo cuyas reglas había olvidado. Bloomer había vivido en una ciudad alambrada, creada por artistas y profesionales con talento, pero una ciudad de mentira, erigida en mitad de una guerra y un campo de concentración. La imaginación venció al confinamiento, la privación de libertad encontró como mayor enemigo la creatividad artística y profesional de muchos de los confinados, que hicieron uso de sus talentos, para lograr evadirse del aislamiento. Llegaron incluso a editar una pequeña revista titulada In Ruhleben Camp, aquellos hombres se negaron a morir en vida y plantaron cara a la sinrazón.

Paradójicamente, todos aquellos que pasaron más de tres años en Ruhleben (un campo de concentración) fueron recibidos con recelo. No se les consideraba héroes, recibieron un trato tremendamente injusto, en lugar de un campo de confinamiento parecía que venían de un campamento de verano. Los verdaderos héroes eran aquellos soldados que regresaban mutilados de la guerra. Por eso Ruhleben fue durante mucho tiempo un campo, un suceso olvidado, pero lo que consiguieron aquellos hombres privados de libertad a través de la cultura y el deporte, es una gesta humana equiparable a cualquier victoria en el campo de batalla.

A Bloomer la experiencia le marcó profundamente, haciéndole ver unos valores muy superiores a los que había aprendido hasta ese momento. Steve pudo comprobar cómo el ser humano puede mostrar lo peor en situaciones límites, pero también es capaz de mostrar su cara más amable y creativa en esas mismas situaciones. En este caso una Guerra, un campo de concentración, le sirvió para ser testigo del compañerismo y la solidaridad de las víctimas del conflicto en una situación de privación de libertad. Todo ello al punto de que Bloomer recordaba que en Ruhleben, eran todos hermanos, pero gracias al status consiguieron filtrar un rayo de luz entre las sombras. Construyeron una vida de la nada, dura pero una vida para ellos. Los que estuvieron internados en el campo, siempre compartirán un parentesco muy poderoso, familiar, que jamás olvidarán. Pasaron por situaciones muy complejas, y aquellos que llegaron siendo niños, en dos días se tuvieron que convertir en hombres. No se equivoquen, aquello era un campo de concentración, con una alambrada repleta de pinchos y guardas armados. Era imposible escapar, las condiciones de vida eran duras y añoraban a sus familias tanto como la libertad. Vivían en Little Britain un pequeño trozo virtual de Inglaterra, las raciones eran muy escasas, pasaban hambre y frío, pero lograban evadirse jugando al fútbol y al criquet, al teatro…esos eran los únicos momentos en los que los niños podían ser niños y los hombres podían dejar de ser hombres.

Obviamente Ruhleben no es uno de los campos de la infamia de la Segunda Guerra Mundial, pero lo conseguido por estos hombres, su ‘Gran Evasión’ no merece para nada el olvido, sino una significación muy especial tanto a nivel ético como histórico.

Foto 1: http://www.freewebs.com

Foto 2: http://news.bbcimg.co.uk

Foto 3: http://www.nam.ac.uk

Foto 4: http://www.kingscollections.org