Menguaba el año 1997 y comenzaba la máxima competición europea de clubes, la recién remodelada y ampliada Champions League. El Newcastle United llegaba a ella en horas dulces tras acabar segundo en la temporada anterior de la Premier League. Y el primer encuentro de la fase de grupos favorecía el que las emociones alcanzaran su cénit, ya que se disputaría en St James' Park, nada menos que contra el todopoderoso FC Barcelona.

El equipo azulgrana había conseguido igualmente el subcampeonato español de la mano de Bobby Robson, así como la Recopa de Europa y la Copa del Rey guiados por Ronaldo, habiendo superado notablemente la etapa post Johan Cruyff y logrando sanar el trauma que los aficionados catalanes sufrieron al ver finalizada una era, la del aclamado Dream Team.

El conjunto de la Ciudad Condal se presentó en territorio inglés aquel 17 de septiembre de 1997 con la reciente contratación del técnico Louis van Gaal, que venía de conquistar Europa con su Ajax, y con figuras sobre el césped de la talla de Figo, Luis Enrique o Rivaldo.

Con todo ello el Newcastle, para subir el telón, debería afrontar un durísimo enfrentamiento. Ambos conjuntos eran sobre el papel los dos favoritos para luchar por la clasificación a segunda ronda, dado que en su grupo quedaron encuadrados con el FC Dinamo de Kiev, del por entonces desconocido Andriy Shevchenko, y el PSV Eindhoven holandés.

Muchos eran los duelos que se esperaban en el terreno de juego; el fútbol de progresión pausada español contra la rigidez táctica y el contragolpe inglés, o el cara a cara de dos de los mejores extremos derechos del momento: Luis Figo y Keith Gillespie.

Pero pronto la realización del partido decidió dedicar sus principales planos a dos futbolistas, uno por equipo: Rivaldo, que se mostraba entero y sereno como habitualmente, y Faustino Asprilla, quien, con los gestos de impaciencia de un crío, no dejaba de hacer malabarismos con el balón justo antes de que este empezara a rodar.

En principio todo estaba preparado y parecía de guión habitual, pero 40 fueron los segundos que tardó uno de los 22 futbolistas iniciales en hacernos ver que en un terreno de juego nada es lo que aparenta, que todo puede cambiar únicamente con inspiración y talento, y que lo precioso de este deporte es que las previsiones se volatilizan con total facilidad.

Faustino Asprilla, quien, con los gestos de impaciencia de un crío, no dejaba de hacer malabarismos con el balón justo antes de que este empezara a rodar.

En ese primer minuto de juego, Faustino Asprilla recibió el balón a la izquierda del área, y se valió sólo para, con su eléctrico regate, destrozar la cintura del lateral holandés Michael Reiziger y forzar la falta cuando ya se internaba con la decisión de un lince, provocando la primera sensación clara de peligro y levantando de sus asientos a los más de 65.000 aficionados locales.

Tras esa primera acción, el partido comenzó a tomar la derrota prevista: el Newcastle esperaba atrás para presionar en su campo e intentar buscar el juego directo con Gillespie y Asprilla, y el Barcelona, con Iván De la Peña llevando todo el peso del centro del campo, intentaba generar fútbol de combinación de un lado a otro, y esperaba al rival para presionarlo a mitad de campo y llegar tocando a la portería del joven Given.

Exteriormente, para el espectador de a pie, la primera acción del jugador colombiano no había resultado más que una simple anécdota, pero los ojos avezados pronto sintieron que los cuatro componentes de la línea de retaguardia azulgrana ya no lo tenían tan claro, palpándose el nerviosismo a cada balón que les tocaba enfrentarse.

(Foto: Chroniclelive)

La segunda de las acciones del Tino se convirtió en otra de sus especialidades, la velocidad con espacios y el cambio de ritmo. En el minuto 21 de juego, Asprilla bajó a recibir y se hizo con el esférico en el centro del campo, vio por el interior lo que para él pareció ser una autopista de peaje y exprimió el motor, plantándose en el área y siendo cortado por milímetros tras una entrada a ras de césped de Miguel Ángel Nadal, quien consiguió, con la punta de su bota, enviar el balón a saque de esquina cuando el colombiano ya se plantaba frente a Ruud Hesp.

Dos acciones con el balón dominado y dos vertiginosas ocasiones de peligro eran su estadística en veinte minutos. Y él seguía levantándose con sus figura y maneras desgarbadas, continuaba mirando como sorprendido con su ligero estrabismo y la cabeza embutida en la camiseta dos tallas más grande de la que correspondía. Seguía masticando chicle y observando desdeñoso en derredor, como si nada pasara que él no supiera y como si todo lo bueno estuviera aún por suceder.

Dos minutos después, en el 23, empezaría el comienzo del fin del partido, de su exhibición y de los 50 minutos que destrozarían a un rival como ese y que quedarían en el recuerdo probablemente como el mejor primer tiempo de un delantero en St James' Park a esos niveles de exigencia.

Seguía masticando chicle y observando desdeñoso en derredor, como si nada pasara que él no supiera y como si todo lo bueno estuviera aún por suceder.

Tal minuto fue en el que periféricamente vio recibir el balón en el círculo central a un compañero, no importaba cuál, y mostró su tercera virtud definitoria, trazando un desmarque en ruptura entre centrales y llegando al pase al espacio antes que estos y que el guardameta, forzando un penalti al adelantar su pierna a la salida de Hesp y ser derribado. Él lanzaría la pena máxima y la transformaría, subiendo el 1-0 al marcador.

A partir de aquí todo se precipitó, los aficionados enfervorecidos no dejaron de alentar a su equipo, y cada balón en largo que llegaba a la zona de ataque local era un clamor, tuviera o no peligro. Mientras, Asprilla seguía flotando por la zona de tres cuatros de campo, esperando que le llegara el balón de cualquier forma; estaba exultante, se veía capaz de dominar toda un línea rival a su antojo. Y poco tardaría en demostrarlo.

(Foto: tumblr)

Los minutos 33 y 49, tras la reanudación, fueron la sentencia. El plan previsto por el entrenador escocés Kenny Dalglish se concretó con tiralíneas. En ambas jugadas, Keith Gillespie recibió sendos balones en banda derecha, uno para encarar y el siguiente en carrera, en ambos, mediante regate aquel mediante aceleración este, superó al lateral izquierdo Sergi Barjuan, y sirvió dos centros al área pequeña que el delantero colombiano mandó a la red con dos cabezazos propios del mejor delantero rematador que pueda pisar un césped, elevándose entre Nadal y Celades a prácticamente un metro del suelo y dos palmos de sus cabezas.

50 minutos de fútbol, los mismos de espectáculo, de talento individual y de exhibición colectiva. Menos de una hora fue únicamente el tiempo que necesitó el '11' de los magpie para demostrar al mundo sus innumerables virtudes, las que le hicieron triunfar en el Calcio, la Premier League y ser considerado uno de los mejores delanteros de la historia de la selección de Colombia. Ese fue el día en que América conquistó Europa, la noche en que un colombiano conquistó no territorios, sino emociones.

Y es que Faustino Asprilla fue un grande, uno de esos futbolistas que saltaban al campo con el fin de divertirse y divertir, al que nunca le pesó la camiseta ni le pudo la codicia. 54 fueron los partidos que disputó en sus dos años con el conjunto de Tyneside y 14 los goles anotados.

Aquella temporada no fue la mejor del Newcastle United, finalizando en mitad de tabla en la competición doméstica y cayendo, junto al FC Barcelona precisamente, en la primera fase de Champions League. Pero a veces la memoria humana no entiende de cifras, y suele almacenar momentos puntuales que le han hecho disfrutar como si de un año entero de felicidad se tratase. Ese 3-2 final que abría la competición, con el hat-trick del gran Faustino Asprilla, es uno de los recuerdos mejor grabados en el disco duro, ya no de los aficionados ingleses de Newcastle, sino en la de tantos y tantos espectadores internacionales y rivales.

Estos momentos gloriosos deben ser recordados, y aquellos minutos de Asprilla no cabe duda que son merecedores de ocupar un espacio entres las hojas de todo redactor.

Resumen del partido