Las finales suelen ser el sueño de todo Mundial. Ese partido en el que se espera un derroche de magia, talento y emociones. Ese encuentro donde los dos más sobresalientes del torneo se ven las caras para pelear a muerte en búsqueda de la gloria eterna y evitando el fracaso total. Sin embargo, en 1994, brasileños e italianos, reeditando la final de 1970, se dieron cita en California para protagonizar una de las finales más cerradas en la historia de los mundiales. Un partido lleno de trabas, encierros y telarañas defensivas, donde los equipos, claramente, apostaban por no perder antes que ganar. Todo desemboco en doce pasos, donde Taffarel alcanzó la gloria y Roberto "El Divino" Baggio descendió hasta los infiernos del fútbol para sentir la amargura de la derrota desde sus propias botas.

Encierro contra temor

Rápidamente, tras el pitazo inicial, ambos equipos dejaron en claro sus planteamientos. Brasil apostaría por una posesión horizontal, sin delantar mucho sus líneas y buscando los resquicios que pudiera dejarle la siempre ordenada defensa italiana, que se amparaba al robo de balón de Donadoni y a la transición con Massaro para encontrar a Baggio en punta para amenazar a Taffarel al contragolpe. Con esto, los primeros minutos dejaron en claro a una Brasil tocando rápido el esférico, pero sin ganar profundidad, mientras Italia amenazaba al contragolpe, pero Jorginho y Branco hacían el regreso oportuno para no descuidarse en defensa.

El partido calentaba en emociones, pero, poco a poco, volvería a su estado letárgico

Sin embargo, a pesar de poseer el balón más tiempo, los brasileños vieron como Italia tenía la primera gran oportunidad del partido en el minuto 15 cuando un balonazo quirúrgico de Baressi encontraba a Massaro en tres cuartos de cancha y, ante la pifia de Marcio Santos, el delantero italiano acomodaba, se sacaba de encima a Aldair y sacaba un derechazo raso que encontraba bien ubicado a Taffarel en el fondo. La respuesta brasileña vino en el minuto 18 con una gran acción individual de Jorginho contra Maldino y Baresi que acabó en centro ala área bien rechazado por Mussi. El partido calentaba en emociones, pero, poco a poco, volvería a su estado letárgico.

Brasil intentó reaccionar poco a poco más en ataque. Tras la lesión de Jorginho, Cafú ingresó para darle mayor verticalidad por derecha, algo que complicó a Italia en sus salidas ya que obligó a Berti a retroceder metros para acompañar a Maldini en la marca sobre ese sector. Esto provocó que los contragolpes italianos fueron cada vez más esporádicos, dejando de generar peligro y dejando demasiado solos a Massaro y Baggio en el frente de ataque, sin el apoyo ideal de sus volantes.

La respuesta carioca llegó en el 23 con un cobro de falta de Branco desde la banda izquierda que se colaba en el rincón bajo del poste derecho de Pagluica, pero el meta italiano respondía de mejor forma al balazo del lateral brasileño, aunque en el rebote era Mazinho quien abanicaba completamente y dejaba ir la más clara de Brasil en la primera parte. En el 34, Branco volvía a probar desde fuera del área, pero ésta vez su disparo rebotaba en Romario y se iba por línea final totalmente desviado. Brasil daba pequeñas luces de claridad, pero sin lograr la contundencia para generar verdadero pánico en la defensa azurra.

Brasil daba pequeñas luces de claridad, pero sin lograr la contundencia para generar verdadero pánico en la defensa azurra

En el 38, Zinho lo intentaba con una acción individual rápidamente controlada por cuatro marcadores italianos, quienes, luego buscaron a Baggio al contragolpe, pero el envío del "Divino" era bien contenido por Aldair antes de la anticipación de Massaro. Dos minutos después,en el 40, otro cobro de falta de Branco llegaba potente y raso a manos de Pagluica, para poner una llegada más a favor de Brasil, la segunda por intermedio del cobro de falta de su lateral zurdo. El primer tiempo cerraba con Brasil intentando encimar más a Italia sobre su sector, pero sin lograr la profundidad y claridad necesaria para generar verdadero peligro sobre Pagliuca.

Mayor precaución y nula espectacularidad

Para la segunda parte el criterio de precaución de ambos equipos aumento, conscientes que el partido pintaba para ser definido por un error o una brillantez de alguna de sus figuras. Sin embargo, poco a poco, con balones largos y el ingreso de Apoloni, Italia intentó adelantarse más sobre porteria brasileña para apostarle un poco más al ataque, pero sin descuidar su línea defensiva. Los frutos de dicho adelantamiento llegaron en el 51, con balón largo de Albertini que Baggio controló dentro del área, pero Aldair llegó oportuno para tapar el centro a punto de penalti del delantero azul.

Italia intentó adelantarse más sobre porteria brasileña para apostarle un poco más al ataque

Brasil no se quería quedar atrás y, en el 55, una gran combinación de Mazinho y Cafú terminaba en centro al área rechazo por Baresi. El rebote caía en Dunga, quien abría para Branco sobre la izquierda para enviar un nuevo centro al área que encontró solo a Romario, pero el remate de cabeza de "El Chapulín" llegó suave a manos de Pagliuca que lo resolvió todo con una leve estirada. Tres minutos después, Puhl se convertía en protagonista al sancionar un fuera de lugar bastante dudoso a Roberto Baggio, cuando el delantero aprovechaba un pase filtrado de Donadoni y se escapaba solo para definir la jugada ante Taffarel.

Tras estas jugadas, el partido volvío a caer en un ritmo lento y pausado, con apenas insinuaciones de Baggio por Italia y leves intentos de disparo de Romario y Branco, más algunas combinaciones de Cafú y Branco sobre los costados. Bebeto lo intentaba con un disparo lejano en el 71, pero sin mayor peligro sobre la meta azurra. Luego, en el 71, un disparo seco de Donadoni estuvo a punto de escapársele a Taffarel sobre poste izquierdo, pero, antes del cierre de Baggio, el meta brasileño reaccionó a tiempo y recogió el balón entre sus brazos.

Romario fue un peligro para la defensa italiana. // (Foto de cordonsnegres.com)

Para los últimos quince minutos de partido, los equipos aceleraron la intensidad, aunque no encontraron tantas jugadas claras de gol como su ritmo vertiginoso sugería. Sin embargo, en el 77, se produciría una de las jugadas más icónicas y recordadas de esa final. Fue un disparo de Marcio Santos, que se incorporó al ataque en esa jugada, desde casi treinta metros que se le escapó a Pagliuca de las manos. El balón, en el rebote, hizo una perfecta parábola que parecía colarse al fondo de la red, pero que acabó impactando suavemente en el poste derecho y regresando mansamente a las manos de Pagliuca. La escena del meta azurri besando el poste y agradeciéndole su gesto de bondad es una de las postales más recordadas de la final.

Para los últimos quince minutos de partido, los equipos aceleraron la intensidad, aunque no encontraron tantas jugadas claras de gol

Tres minutos después, Dunga filtraba un pase entre los defensores italianos, pero Pagluica hacía las de líbero y salía del área a cortar el envío antes del cierre de Romario. Pero, en el 83, una gran jugada de Donadoni sobre sector derecho dejaba descolocados a Branco y Aldair y permitía al volante azul enviar un centro a punto penal, donde Baggio acomodaba, hacía el giro ante la lentitud de Dunga y sacaba un disparo de derecha que terminaba por ires totalmente desviado de la portería de Taffarel, en la jugada más clara de Italia en todo el partido. El partido cerraría sus accionesen el 85 con un balón largo de Dunga que buscaba a Mazinho, quien reclamaba una posible falta de Maldini, pero el árbitro no decretaba nada. Tras esta ocasión, llegaría el final del encuentro y quedaría servido todo para el alargue.

Pagliuca protagonizó una de las jugadas más recordadas de esa final. // (Foto de taringa.net)

Milagros en la sala de espera

Con el extra tiempo, llegaban los calambres. Desde el calentamiento previo a los 30 minutos los jugadores buscaban hidratarse en exceso o hacerse masajes y estiramientos. Aunque falto de brillantez, la dureza táctica del partido había desgastado a sus protagonistas y se esperaban 30 minutos timoratos y deficientes. Sin embargo, desde el pitazo del árbitro, ambos equipos salieron volcados a buscar evitar la tanda de penaltis y a cerrar el partido en el menor tiempo posible. La claridad no era su mejor virtud, pero el empuje y vértigo no faltó.

La suerte le sonreía a los italianos. Sin embargo, lo cobraría después

Dicho empuje permitió que en el 99, un cambio de juego de Dunga encontrara solo a Cafú por derecha, quien conectaba un centro a segundo poste e, increíblemente, Bebeto no alcanzaba a rematar cuando Pagluica, Baresi y Mussi quedaban pasados en la jugada y dejaban la puerta completamente vacía para la definiciónd el delantero del Deportivo. Sin poder acomodar bien el esférico, Bebeto dejaba pasar la jugada y, para suerte italiana, el leve roce en la rodilla del brasileño quedaba rebotando en el área y, antes de ingresar por línea final, Pagliuca reaccionaba atrapando el balón antes del cierre de Romario solo ante el marco. La suerte le sonreía a los italianos. Sin embargo, lo cobraría después.

Italia respondería con un remate de Baggio en el 104, tras un sombrerito sobre Dunga y una volea desde fuera del área que solo el vuelo de Taffarel impidió que se transformara en gol. Tras estas acciones, apenas unos desbordes de Maldini y Cafú por ese sector derecho, testigo del duelo de dos de los mejores laterales del mundo a futuro, más otras aproximaciones de Baggio y Bebeto, los otros quince minutos fueron más para cansancio y agotamiento que para acciones relevantes. El esfuerzo había quedado atrás. Ambos equipos llegaban al límite de sus fuerzas y no podían reaccionar físicamente a lo que mentalmente trazaban en sus jugadas. Ese era el panorama previo a la tanda de los penales. La gloria y el infierno se abrían ante sus cansados pies.

Baggio, de "Divino" a "Maldito"

Llegaba entonces la tanda de penales. La abría Italia por intermedio de Baresi, quien enviaba el disparo totalmente por encima de la puerta de Taffarel. Por el lado brasileño, Marcio Santos era el encargado de abrir la tanda, pero, con un cobro suave y a media altura al sector derecho, Pagliuca se vestía de héroe y tapaba el disparo del zaguero. Albertini llegaba para el segundo cobro italiano lanzando un potente disparo hacia el centro que terminaba en gol. Era el turno, entonces, de Romario, quien no defraudaba y firmaba el gol con un cobro esquinado a la izquierda que impactaba en el poste antes de ingresar para poner la paridad en penales.

Tras esto, llegaba Dunga para firmar su disparo y colocar el resultado 3-2 dejando toda la obligación para el siguiente cobro

El tercer cobro italiano llevaba la firma de Evani, quien definía potente y arriba sobre el sector derecho de Taffarel. Branco tomaba la responsabilidad del tercer cobro brasileño y no dejaba dudas al colocar un zurdazo raso que engañaba a Pagliuca y se colaba en el rincón bajo de su poste izquierdo. Llegaba el turno de Massaro quien, como había sido todo el partido, no paso de ser un fantasma en el campo de juego y erraba su disparo, enviándolo suave y a media altura para que Taffarel lo tapara sin problema alguno. Tras esto, llegaba Dunga para firmar su disparo y colocar el resultado 3-2 dejando toda la obligación para el siguiente cobro.

Es aquí donde se produce el momento clave del partido. Roberto Baggio, divino y sublime en el torneo, capaz de guiar a Italia con su bota celestial hacia el camino de una copa que se les negaba desde hace mucho tiempo atrás, tenía la oportunidad de convertirse en el Mesías Azurri que tanto clamaba su gente. Colocaba el balón sobre punto penal, tomaba seis pasos de distancia. Pero, al momento de ejercer el cobro, la presión le cortaba las alas y le arrancaba su inmortalidad, trasladándolo al círculo temido por todos los dioses: la mortalidad. El cobro tomaba altura y se iba por encima de la puerta de Taffarel, quien se volvía para presenciar el envío largo y se arrodillaba para agradecerlo. Brasil se consagraba campeón. Baggio dejaba de ser divino. La historia había sido escrita.

Apuntes finales

La consagración brasileña del tetracampeonato se lograba a costa de la sangre de uno de los dioses del Olimpo Futbolístico Europeo. Roberto Baggio, divino por selección natural, maldito por decisión futbolística, dejaba en bandeja de plata el cuarto título de campeón del mundo para la Brasil menos brillantes de toda su historia. La más pragmática, eso sí, pero la que menos honor le rendía al color dorado de su camiseta. Aún así, el título era alcanzado y la gloria soñada llegaba por doce pasos que condenaro a la Azurri al infierno. El fútbol guarda leyendas épicas que siempre es bueno recordar. Aunque, para algunos, son la pesadilla que nunca morirá en sus almas.