Todavía, para quien no sigue con asiduidad al conjunto del Britannia Stadium, es difícil alejarse de esa concepción de equipo rocoso, arcaico, brusco y de juego directo que rodea al Stoke City. Y en cierta medida es entendible. Tony Pulis, que estuvo durante una década –de 2002 a 2013, con el breve paréntesis de la temporada 2005-2006 en la que dirigió al Plymouth Argyle– en The Potteries, volvió a poner a los de Stoke-on-Trent en el mapa futbolístico mundial, y lo hizo con un juego con las características mencionadas. ¿Hay alguien que no recuerde a Rory Delap sacando de banda como si le fuera la vida en ello y a gente como Ricardo Fuller, Mamady Sidibé o Kenwyne Jones atacando el balón aéreo con auténtico fervor?

Pero los potters ya llevan dos años sin jugar a eso. Progresivamente, y gracias a la mano de un Mark Hughes que llegó en el verano de 2013, el Stoke City ha ido virando su juego hacia un estilo más asociativo, donde se ha cuidado el trato de balón y donde el juego en largo es visto como un recurso más y no como el plan inicial e innegociable.

No hace falta más que ver en la línea en la que han ido algunos de los fichajes de estos dos últimos veranos para ver que algo está cambiando en el condado de Staffordshire. Los Marc Muniesa, Bojan Krkic, Marko Arnautovic, Stephen Ireland y compañía aportan esa pizca de calidad y de técnica extra que viene buscando el míster galés para hacer al club, al mismo tiempo, más vistoso y efectivo.

Un delantero total

Nacido en Ruabon, Wrexham (Gales), el 1 de noviembre de 1963, Leslie Mark Hughes fue captado por los ojeadores del Manchester United en 1980, si bien no haría su debut con el primer equipo hasta la temporada 1983, en un partido de Copa de la Liga ante el Oxford United.

Hughes, en la semifinal de FA Cup de 1985 ante el Liverpool. Foto: Daily Mail / PA

A pesar de su temprana irrupción, hacerse con un hueco en el once inicial no parecía tarea fácil para el galés, puesto que la dupla atacante de los red devils de entonces pertenecía al irlandés Frank Stapleton y al norirlandés Norman Whiteside. Sin embargo, la lesión de Remi Moses en el centro del campo desplazó a Whiteside a la medular, dejando un hueco en la delantera que cubriría Hughes.

La segunda temporada de Mark Hughes en el primer equipo del Manchester United –la primera completa– fue la de su eclosión y, a nivel individual, seguramente la mejor de su carrera con 24 goles en 55 apariciones con los diablos rojos. Además, a nivel colectivo, se proclamó campeón de la FA Cup tras la victoria del United sobre el Everton.

Un año más tarde, el joven galés siguió confirmando las buenas sensaciones que había dejado en sus primeros pasos como futbolista de élite y, con su 17 goles ligueros –el que sería su tope a lo largo de su carrera–, contribuyó al cuarto puesto, por segundo año consecutivo, cosechado por los de Old Trafford.

Las cosas marchaban bien para el bueno de Hughes y para un Manchester United que parecía tener goleador para muchos años pero, sorprendentemente, en el verano de 1986 se confirmó su traspaso al Fútbol Club Barcelona por unos 2 millones de libras. Terry Venables, por aquel entonces entonces míster culé, contrató al galés para unirse en la delantera al inglés Gary Lineker, al que ficharon ese mismo verano procedente del Everton.

A diferencia del ex toffee, Hughes no cuajó en la Ciudad Condal y, tras un decepcionante año –36 apariciones y apenas 5 tantos–, fue cedido al Bayern de Múnich, donde recuperó las sensaciones para anotar 7 goles en 23 partidos con el club bávaro.

Su recuperación no pasó inadvertida para un Sir Alex Ferguson que había tomado las riendas del club de Old Trafford en noviembre de 1986 y, tras dos años en el extranjero, el hijo pródigo volvió a Manchester previo pago de 1,8 millones de libras –lo que constituyó por entonces un récord en la entidad mancuniana– para convertirse en una pieza clave de los diablos rojos en las siguiente temporadas.

De inmediato se notó la influencia de Hughes en su vuelta al fútbol inglés y, en su temporada de regreso, a pesar del discretísimo 11º puesto de los suyos a final de año, el delantero galés fue declarado el mejor jugador del año por la Asociación de Futbolistas Profesionales (PFA).

Hughes celebra un gol en las semifinales de FA Cup del 94 ante el Oldham. Foto: Andy Hooper / Daily Mail

En esta, su segunda etapa vistiendo los colores de los red devils –de 1988 a 1995–, los títulos colectivos comenzaron a llegar a Sir Matt Busby Way, por lo que a la FA Cup conquistada en el año 85, Mark Hughes añadió otras dos FA Cups –1990 y 1994–, dos títulos de Premier League –1993 y 1994–, la Copa de la Liga de 1992, tres Charity Shields –el título compartido de 1990 y los trofeos de 1993 y 1994–, la Recopa de 1991 y la Supercopa de Europa de ese mismo año. Además, a título individual, volvió a obtener el galardón de Player of the Year de la PFA en la temporada 1990-91.

Adiós definitivo a Old Trafford

El idilio entre Mark Hughes y el Manchester United acabaría en el verano de 1995. Los red devils habían fichado a Andy Cole en el mercado invernal, lo que unido a la presencia de Eric Cantona –a pesar de que poco después del fichaje de Cole, el francés fue sancionado con 8 meses sin jugar al fútbol después de agredir a un aficionado del Crystal Palace– hizo que el galés se tuviera que buscar las habichuelas fuera de Manchester. En ese momento apareció el Chelsea para completar su traspaso hacia la capital inglesa.

En la entidad de Stamford Bridge Hughes permaneció tres temporadas, las tres últimas en las que estuvo a un buen nivel. Allí, los goles del de Wrexham (39 en 123 apariciones) contribuyeron de manera significativa a la consecución por parte de los blues de la FA Cup del 97, de la Copa de la Liga de 1998 y de la Recopa de Europa de ese mismo año.

El galés también fue ídolo en Stamford Bridge. Foto: The Telegraph

En 1998, con casi 35 años pero aún con el gusanillo de futbolista en las venas, Hughes hizo nuevamente las maletas para marcharse un poco más al sur, concretamente a Southampton, donde perdió olfato goleador y acabó retrasando su posición hasta el centro del campo. Al final de su primer año como saint, Hughes aceptó el cargo de seleccionador galés, el cual compatibilizaría con el rol de futbolista en activo. Tras casi dos años discretos en el sur de Gran Bretaña, el galés firmó para el Everton, donde las cosas no irían mucho mejor en la temporada y media en que vistió de toffee.

En enero de 2001, y ya enfilando su recta final como jugador, Hughes fichó sin coste alguno por el Blackburn Rovers, que se encontraba por aquel entonces en la First Division, el segundo escalón de la pirámide del fútbol inglés –categoría que pisaba por primera vez el galés–. Como ya fuera habitual en sus años de joven, la influencia de Mark fue inmediata y enorme en los riversiders, siendo capital en el ascenso que los de Ewood Park conseguirían esa misma temporada.

Tras el ascenso, y como colofón a una exitosa carrera, Mark Hughes disputaría su última temporada como futbolista en la máxima división del fútbol inglés con los rovers quienes, a pesar de ser unos recién ascendidos, consiguieron alzar la Copa de la Liga en febrero de 2002. Fue, sin duda, el broche de oro para la carrera como jugador de Hughes, que acabaría apenas 4 meses después.

En el ámbito internacional, el delantero disputó 72 partidos con su selección nacional entre los años 1984 y 1999, anotando la cifra de 16 goles.

El Hughes entrenador. Selección de Gales y Blackburn Rovers

A diferencia de lo que pasa con otros jugadores, cuando llegó el momento de su retirada no quedaba ninguna duda de que Mark Hughes seguiría su carrera futbolística como entrenador. De hecho, el de Wrexham ya ejercía de seleccionador de Gales desde agosto de 1999, un cargo que mantuvo hasta septiembre de 2004, cuando renunció para tomar las riendas del Blackburn Rovers.

Gales estuvo a punto de ir a la Eurocopa bajo la tutela de Hughes. Foto: Getty Images / BBC

A los mandos de la selección galesa, Hughes estuvo a punto de clasificar a los suyos para un gran torneo continental después de 46 años (Gales se clasificó para el Mundial de 1958), a punto de colocar a los dragones por primera vez en su historia en una Eurocopa pero, tras quedar segundo por detrás de Italia en la fase de clasificación, el cuadro británico cayó en la repesca ante Rusia y se quedó con la miel en los labios y a tan sólo centímetros de Portugal 2004.

En septiembre de ese mismo año, el ex delantero del Manchester United renunció a su cargo de seleccionador para emprender una nueva etapa en su carrera como entrenador en el club en el que había colgado las botas: el Blackburn Rovers. Los de Ewood Park encargaban a su ex jugador la difícil tarea de mantener la categoría en la siempre exigente Premier League.

Y lo logró consiguiendo el decimoquinto puesto de tabla, llegando, por el camino, a las semifinales de una FA Cup que los de Lancashire no pisaban desde hacía cuatro décadas. El año siguiente fue aún mejor y se superaron todas las expectativas. Los blanquiazules alcanzarían unas semifinales de nuevo, en esta ocasión las de League Cup –donde caerían ante el Manchester United–, y, en liga, finalizaron en una magnífica sexta posición que les dio acceso a jugar en Europa.

Manager of the Month con el Blackburn Rovers. Foto: Daily Mail

Tras semejantes resultados, Hughes renovó hasta 2009, si bien sólo iba a cumplir dos años más al mando de los rovers. En la campaña 2006-2007 el Blackburn Rovers terminó décimo, en UEFA cayó en dieciseisavos de final y una vez más, se quedó en las semifinales de FA Cup. Ya en su última temporada al mando de los de Lancashire, el equipo acabó en una más que meritoria séptima plaza.

Rumbo al Manchester City

Tras la destitución de Sven-Göran Eriksson como técnico citizen, el elegido para sustituirle fue Mark Hughes, que desembarcó en el Ciudad de Manchester en junio de 2008. El galés fue designado por el entonces dueño de los sky blues, Thaksin Shinawatra, si bien apenas tres meses después las cosas iban a cambiar en la zona este de Manchester: el club era adquirido el 1 de septiembre por el Abu Dhabi United Investment Group y el nuevo Manchester City nacía al calor de los petrodólares árabes.

Con apenas 24 horas de margen para el cierre del mercado veraniego, los nuevos citizens dieron un golpe sobre la mesa al contratar al entonces madridista Robinho por 32,5 millones de libras. En el siguiente mercado, el invernal, el equipo se siguió reforzando a golpe de talonario, si bien la décima posición final en liga y la eliminación en cuartos de final de la UEFA supieron a poco para una hinchada que empezaba a soñar con grandes metas que hasta entonces habían tenido vetadas.

Adebayor fue una de las apuesta de Hughes en el City. Foto: zimbio.com

Carlos Tévez, Roque Santa Cruz, Gareth Barry, Joleon Lescott, Kolo Touré y Emmanuel Adebayor, entre otros, se unieron al proyecto de Hughes en el siguiente verano. La plantilla daba un salto cualitativo considerable y, consecuentemente, lo hacían las expectativas de directiva y afición.

Sin embargo, a pesar de conducir al Manchester City a una semifinal –la de la League Cup– por primera vez desde 1981, la mala trayectoria en liga provocó su destitución en diciembre de 2009, sin siquiera tener la oportunidad de disputar dicha semifinal ante el Manchester United.

De Manchester a Londres

Tras su periodo citizen, Hughes estuvo alejado de los banquillos durante medio año. Entonces, en julio de 2010, el Fulham contrató al galés para dirigir el rumbo de los cottagers. En su único año en Craven Cottage, los resultados no fueron malos: un octavo puesto liguero y la clasificación para la UEFA a través de los méritos por el Fair Play parecían suficientes para la continuidad del proyecto.

Al-Fayed no quedó muy contento con la renuncia de Hughes. Foto: Daily Mail / PA

Pero no fue así, y no porque la directiva no quisiera. Fue el propio entrenador galés quien renunció a su cargo en junio de 2011 porque, en sus propias palabras, como mánager joven y ambicioso que era, necesitaba irse para progresar. El de Wrexham, que no encontraría equipo hasta seis meses más tarde, reconocería en 2013 su error al tomar esta decisión.

En enero de 2012, Mark Hughes cambió de equipo, pero no de ciudad. El Queens Park Rangers lo eligió para sustituir al recientemente destituido Neil Warnock y para tratar de evitar el descenso al Championship.

Fue una tarea muy complicada y, de hecho, no pudo completarse hasta la última jornada. El QPR, dos puntos por encima de un descenso que marcaba el Bolton, visitaba a un Manchester City que se jugaba el título ante su afición. La derrota por 3-2 en Manchester pudo ser fatal, pero la incapacidad del Bolton para batir al Stoke City aseguró la permanencia de los hoops en el máximo escalafón del fútbol inglés un año más.

La etapa de Hughes en el QPR tuvo más nubes que claros. Foto: The Telegraph

Tras la salvación in extremis, Hughes reforzó al equipo en verano para tratar de no volver a pasar por tanto sufrimiento, si bien el arranque de temporada fue realmente horrible –cuatro empates y ocho derrotas en las doce primeras jornadas– y, el 23 de noviembre de 2012 fue destituido y reemplazado por un Harry Redknapp que tampoco conseguiría evitar la vuelta de los de Loftus Road al Championship.

El galés renace en Stoke-on-Trent

Después de fracasar en el Queens Park Rangers, a Mark Hughes se le presentó una oportunidad dorada para reconducir su carrera en los banquillos. Dorada, porque el Stoke City se había establecido con solvencia en la Premier League, pero al mismo tiempo envenenada, pues sustituir a un icono potter como Tony Pulis no iba a ser tarea fácil, sobre todo si los resultados no acompañaban.

No sólo tenía que, como mínimo, mantener el nivel competitivo, tenía que convencer a una grada acostumbrada al juego del “ejército de Tony” de que el fútbol combinativo que proponía era, más vistoso y, sobre todo, que podía ser más efectivo que el de su antecesor.

Hacer olvidar a Pulis, misión casi imposible. Foto: espnfc.com

No fue ni mucho menos sencillo, sobre todo en unos meses de septiembre y octubre en los que el equipo no conoció la victoria, pero, eventualmente –y con una importancia significativa del fichaje de Odemwingie en enero–, los resultados fueron mejorando hasta concluir la temporada en una histórica novena plaza, el mejor resultado del Stoke City en la historia de la Premier League.

Su segunda campaña al frente de la nave potter, la que acaba de terminar, refrendó las buenas sensaciones y asentó aún más las bases del cambio de estilo. El Stoke City ya no es ese club tosco y de juego directo, ahora emplea un juego asociativo notable en el que, irrupciones como la de Bojan Krkic –antes de su lesión–, han elevado las prestaciones de un conjunto que parece estar en el buen camino para seguir progresando.

Como ya sucediera en el año anterior, los de Stoke-on-Trent finalizaron el año en novena posición, si bien el récord de puntuación conseguido –53 puntos– y el récord de victorias en liga en una temporada –14– fueron todo un estímulo para unos aficionados que cada día confían más en la idea que les vendió el entrenador de Wrexham.

Con su prácticamente inamovible 4-2-3-1, Leslie Mark Hughes –poseedor del título de la Excelentísima Orden del Imperio Británico–, tiene la absoluta confianza de toda la ciudad de Stoke-on-Trent. Con un par de retoques, y mejorando las actuaciones en las competiciones coperas –todavía escuece la eliminación por 1-4 ante el Blackburn Rovers–, el Stoke City parece tener un futuro esperanzador de la mano del galés.