Había sido un día duro en una fábrica cualquiera de un polígono industrial de Burdeos. Entre tuercas, herramientas, grasa, calor y suciedad, Jean pasó una jornada laboral más en su rutinaria vida. Qué más daba si fuera miércoles o sábado, pues cuando sonó la sirena que anunciaba el fin de su turno, se despidió de sus compañeros sabiendo que al día siguiente vería las mismas caras. Cogió el metro hasta el centro de la ciudad, y desde allí, siguió a pie hasta su casa, un piso en un tranquilo barrio. Llegó, tiró el mono de trabajo frente a la lavadora, se metió en la ducha, cenó, y a las nueve de la noche, estaba listo para, en la soledad de su pequeño y ordenado salón, adornado con un cuadro que le había comprado a un talentoso pero desconocido pintor en el paseo a orillas del Garona -que representaba a un hombre en posición pensativa con la multitud detrás- sentarse frente al televisor a ver el partido de su Girondins, que jugaba fuera de casa.

Su capacidad técnica estaba muy por encima de la media

Uno de los pocos lujos que se permitía Jean, un hombre de mediana edad, discreto y solitario, era prender un Montecristo y servirse un Jack Daniels con hielo antes de cada encuentro. Así que, mientras Thierry Roland comentaba las alineaciones, procedió a prender el puro, y cuando apenas le había dado dos caladas, ya supo que algo iba a ser muy diferente esa noche. De repente, la figura de un chico espigado, con el pelo revuelto y el '8' a la espalda atrajo su atención. Su forma de esconder el esférico, sus gestos, sus movimientos, su comprensión de todo lo que ocurría a su alrededor. El aura de ser, sin lugar a duda, alguien muy especial. La presencia de los elegidos, de aquellos llamados a reinar, escogidos por el azar, o quizá por la teoría del caos, para dominar una disciplina. Yoann Gourcuff entró en su retina pase a pase, recorte a recorte, pisadita a pisadita. Ya nunca saldría de su mente. Como al balón, el mediapunta había atrapado al telespectador, a pesar de la distancia. Pero lo más significativo era que Jean sabía que había visto esto más de diez años atrás.

Gourcuff fue nombrado el sucesor de Zidane, y eso pesó demasiado en su frágil mente

Porque su mente se remontaba a 1996, al equipo que había jugado una final de Copa de la UEFA ante el Bayern Munich. Concretamente a la figura de un enganche al que aún no se le vislumbraban entradas en la cabeza, cuya elegancia le atrajo de la misma manera. Ese chico se llamaba Zinedine Zidane. El mejor futbolista de la historia de Francia, el ídolo de una generación. Jean creía estar viendo la segunda venida de Zidane. Gourcuff fue apodado El Sucesor. Una losa que probablemente penalizó su carrera. Porque pese a ese aura singular que le rodeaba, Yoann era frágil. Extremadamente frágil, tanto a nivel mental como, sobre todo, físico. La irregularidad, la incapacidad para superar los inconvenientes y su debilidad muscular le alejaron de aquello que parecía destinado a ser.

Decidió salir de Burdeos pero permanecer en Francia, y a partir de ahí su carrera volvió a tomar los tintes oscuros de su paso por Milán. En un Lyon en decadencia nunca cumplió las expectativas. No es solo que Gourcuff no fuera Zidane, pues no podía serlo... es que ni siquiera era Yoann Gourcuff. El de Lyon no era más que una sombra difusa del que había deslumbrado al mundo. Un alma en pena que, cuando su cuerpo se lo permitía, trotaba por el campo irradiando tristeza, decepción, desgana y cualquier otra emoción negativa. Como si de un ente absorbido por las fuerzas oscuras se tratase, su halo de invulnerabilidad y grandeza se convirtió en una especie de fantasma que vivía revoloteando alrededor de su cabeza. 

Su mirada penetrante mudó en un vistazo a la nada, su pausa se transformó en una lentitud exasperante, su confianza en el constante desdén del que ya no disfruta de lo que hace, y Yoann en un jugador cualquiera, no en el protagonista del segundo advenimiento. Y entonces Jean se dio cuenta de que la predicción que se le ocurrió en el sofá de su casa años atrás jamás se iba a cumplir... pero, ¿quién podía ser escéptico con el que más se pareció a quién marcó la historia del fútbol francés? Hasta esperar el Renacimiento de Gourcuff fue bonito. Es más, incluso ver qué equipo apuesta por él ahora que es agente libre será estimulante.