El Wolfsburgo se declara en estado depresivo. La salida de Kevin De Bruyne, 'Mejor Jugador de la Bundesliga' la temporada pasada y gran líder de la revolución de los lobos en Alemania, ha dejado golpeado emocional y futbolísticamente a un equipo que, en lo que va del presente curso, parece haber perdido varios pasajes de su identidad y no da señales de poder recuperarla. Como si de una ruptura amorosa se tratara, la manada no consigue la brillantez de la temporada pasada, dando la idea de estar sumidos en una depresión profunda que se condimenta con el corazón roto, la fe perdida y la esencia diluida con la partida de la joya belga. "Hace frío sin ti, pero se vive", decía Roque Dalton, poeta salvadoreño. La pregunta es: ¿realmente se vive sin De Bruyne?

El dolor de la bipolaridad perdida

Kevin De Bruyne emigró al Manchester City justo en el tramo final del mercado de fichajes. Con poco tiempo y la necesidad de un enganche de similares condiciones, los lobos recurrieron a Julian Draxler, eterna promersa de Gelsenkirchen que nunca logro despegar, para suplir la salida de su mejor atacante. Sin embargo, desde el anuncio de la llegada de Draxler, era claro que el alemán estaba demasiado lejos del nivel explosivo que el belga había reflejado y que posicionó a su equipo como el rival a vencer para el Bayern de Múnich. De Bruyne se fue y Draxler llegó. Las dudas sobre la vida posterior al belga quedaban y, al parecer, siguen ahí.

De Bruyne se fue y Draxler llegó. El cambio estaba hecho; el daño, también

El problema, debe aclararse, no está en la llegada de Draxler. El problema está en que De Bruyne, en muchos sentidos futbolísticos, simbolizaba la esencia deportiva del Wolfsburgo. Su explosión, dinámica, precisión en el pase tanto corto como largo y capacidad para generar y definir la misma jugada lo convertían en la encarnación del éxito de los lobos. De Bruyne no solo era la estrella del equipo. Era la identidad misma del equipo. Con el belga en la cancha, Hecking se abría a dos mágicas posibilidades de juego: contragolpear y mantener una férrea defensa o abrirse para monopolizar las acciones y demoler a su rival a base de combinaciones sumamente estructuradas en zona de ataque. Es decir, Hecking englobaba dos sistemas absolutos al mismo tiempo. La bipolaridad del Wolfsburgo era su mayor fortaleza.

El problema no está en la llegada de Draxler. El problema está en que De Bruyne simbolizaba la esencia deportiva del Wolfsburgo

Para reflejar mejor lo que De Bruyne le permitía al Wolfsburgo debemos remitirnos a dos encuentros monumentales del equipo de Hecking. Curiosamente, dichos partidos fueron ante los equipos más poderosos de Alemania: Bayern de Múnich y Borussia Dortmund. Primero, ante los bávaros, en la reactivación de la Bundesliga tras el parón invernal, De Bruyne encadenó una secuencia destructiva de contragolpes mortales. Cada balón que el belga tocó derivó en una serie de latigazos a la velocidad de la luz que torturaron una y otra vez a la defensa de Guardiola. Cada corrida era una amenaza y cada vez que los lobos, comandados por De Bruyne, traspasaron en velocidad la línea del mediocampo era un infarto en el corazón del Bayern. Resultado: goleada descomunal de 4-1 al todopoderoso 'RékordMeister'.

Con De Bruyne suelto, ambos extremos tenían un objetivo de descarga de primera intensión, mientras el centrodelantero se encargaba de refugiarse en el área

Luego, la final de la DFB Pokal desencadenó el otro rostro del equipo lobo. Dominar a sus rivales era también parte de su esencia y, ante un Dortmund amnésico y perdido en sus propias dudas, Hecking le dio la batuta a De Bruyne para dominar el balón, controlar las acciones, desplegar posicionamientos y ver cómo los lobos dejaban el contragolpe a un lado para dominar todos los sectores de la cancha con el balón en sus pies. Resultado: victoria y primer título de Pokal para los lobos. En el partido quedó evidenciado el papel del belga en ese otro formato del libreto de juego. Con De Bruyne suelto por todos los sectores, ambos extremos tenían un objetivo de descarga de primera intensión, mientras el centrodelantero se encargaba de refugiarse en el área. Esto atraía a los centrales, despejaba la zona de remate y dejaba al belga libre para colocar el último pase o cerrar la jugada con remate a puerta. Duplicidad y variantes de la mano de De Bruyne. Eso era el Wolfsburgo.

Tácticamente estaba claro: De Bruyne dominaba ambas ideas futbolísticas de Hecking. Ya sea al contragolpe o con balón dominado, el belga fue la figura clave de los lobos, el líder de la manada y el encargado de dictaminar la estrategia de ataque de su equipo. Su ausencia en la cancha tenía un solo significado: pérdida de identidad. Con De Bruyne, el Wolfsburgo dejó ir todos sus atributos ofensivos, no por carencia de figuras, sino por el dominio absoluto de un solo elemento por encima de los demás. Sin el belga, la bipolaridad fulminante de Hecking quedaba reducida a nada. Sin el belga, no solo hace frío, sino que se congelan las ideas en ataque para la manada.

Cortando girasoles llenos de nostalgia

Actualmente, el Wolfsburgo marcha en noveno lugar, con 12 puntos acumulados, producto de 3 victorias, 3 empates y 2 derrotas. Con 10 goles a favor 10 en contra los números son contundentes: sin De Bruyne, la vida es más complicada. En Champions League la historia también ha sido irregular. Una victoria 'in extremis' ante el CSKA Moscú y una derrota en Old Trafford con buenas sensaciones, dejan en claro que los lobos pueden competir en Europa, al menos, en esta primera ronda. Sin embargo, las dudas se generan en cuanto el equipo se mide a rivales de mayor peso y en la forma en cómo, en Bundesliga, se han escapado puntos ante rivales, supuestamente, accesibles.

El empate sin goles ante el Ingolstadt volvió a dar los mismos resultados: poca productividad ofensiva, escasas llegadas y simplicidad en ataque

El primer golpe sólido de realidad que recibieron los lobos llegó en la segunda fecha del torneo local. Un empate a un gol ante el Colonia dejó en evidencia la dura realidad en ataque del equipo de Hecking. Las ideas parecían escacear y, en un ir y venir de centros y desbordes en línea final, los lobos no lograron generar llegadas de peligro ni incomodar la puerta rival de manera sofocante. La fecha cuatro fue otra muestra clara. El empate sin goles ante el Ingolstadt volvió a dar los mismos resultados: poca productividad ofensiva, escasas llegadas y simplicidad en ataque. El problema estaba a la vista: no existe quien comande el ataque del Wolfsburgo. A Hecking le falta un De Bruyne en la cancha y, aunque pueda producirlo con el paso de las fechas, por ahora, no se encuentra al nuevo líder de la manada.

Pero la realidad jamás golpeó tan fuerte como en la fecha 6. El Allianz Arena fue el escenario ideal para ratificar la necesidad de clonar a De Bruyne. Durante 50 minutos, la idea de los lobos de apostarle al contragolpe parecía funcionar. Pero, a partir de ese fatídico minuto 51, todo cambió. Lewandowski llegó para romper las defensas de la manda y tumbarlos a base de goles. Sin embargo, más allá del show del polaco, las estadísticas no solventaban a Hecking sin De Bruyne. Un disparo, una aproximación y apenas 12 toques en ofensiva hacían ver al Wolfsburgo débil en ataque y demasiado endeble en defensa. La escaces de fluidez ofensiva generaba una fragilidad defensiva extrema. No se producen goles, pero se reciben demasiados. Ese es el desbalance dentro del Wolkswagen de Hecking.

La escaces de fluidez ofensiva generaba una fragilidad defensiva extrema. No se producen goles, pero se reciben demasiados

A partir de ese partido, un empate ante el Hannover y una derrota ante el Mönchengladbach, más la caída ante el United en Champions League dejan los dividendos más negativos de los lobos en las últimas temporadas. Sin De Bruyne, el ataque se vuelve espeso, predecible y sin variantes. A Hecking le queda el contragolpe. Pero, aún ahí, los lobos carecen de explosividad y dinámica para descomponer en velocidad a sus rivales. A eso debemos sumar, también, la estadística fulminante de los 10 goles a favor y 10 en contra en Bundesliga, más los dos a favor y dos en contra de Champions League. En ambas competiciones, el Wolfsburgo recibe y marca goles por igual. Las estadísticas también lo confirman: hay debilidad en todas las líneas.

El Wolfsburgo ha dejado de ser protagonista desde la salida de De Bruyne. // (Foto de @bundesliga_EN)

Tácticamente, Draxler ha logrado ocupar, nominalmente, el vacío de De Bruyne. Pero, tomando en cuenta que aún queda temporada por disputarse, el alemán no ha sido el referente ofensivo espectacular que fue el belga, dejando en carencias ofensivas al equipo y con debilidades defensivas ante la falta de precisión en ataque. El Wolfsburgo ataca menos y defiende menos. Curiosamente, figuras como Caligiuri o Dost han asumido un rol mucho más protagónico, en detrimento de otros como Schürrle o Bendtner que siguen en deuda tras su llegada en el pasado mercado invernal. La identidad de la manada sigue perdidad. El peligro está en que los objetivos parecen perderse de igual forma.

Apuntes finales

Roque Dalton, considerado el poeta más grande de El Salvador y uno de los más reconocidos en Centroamerica, escribió alguna vez:

"Ha terminado
la hora de la ceniza para mi corazón.
Hace frío sin ti,
pero se vive."

Esas mismas palabras parecen surcar la mente de los aficionados, jugadores, directivos y, en especial, al cuerpo técnico del Wolfsburgo. La partida de De Bruyne ha dejado los bolsillos llenos pero los corazones rotos. La táctica está fragmentada y el equipo, en muchas ocasiones, no se reconoce a sí mismo. El frío parece congelar el destino de un equipo que parecía estar destinado para la grandeza en esta temporada. Sin De Bruyne, es posible que haya vida, pero, a veces, los días pasan tan lento y las horas se vuelven tan largas, que la nostalgia es el único que camino que le queda a una manada herida. "Hace frío sin ti, pero se hace lo posible por vivir".