Todo parecía volverse de color negro cuando, tras una mala racha en este inicio de temporada, el Gladbach veía como su técnico, Lucien Favre, presentaba su dimisión al no sentirse capaz de sacar la situación adelante, en un equipo con, probablemente, una de las seis mejores plantillas de toda la Bundesliga. Los potros estaban situados en los puestos de descenso y sin entrenador, algo que hizo a la directiva tomar una decisión de emergencia: nombrar al técnico del filial, Schubert, entrenador del primer equipo a la espera de poder encontrar otro entrenador de suficientes garantías

Schubert convence desde su debut ante el Augsburgo

El ex jugador alemán pasaba de ser destituido en el St.Pauli  a ganarse una oportunidad en el banquillo del Borussia tras solo tres meses después de su fichaje por el club germano. Su debut era el escenario imaginado, ante un rival de menor nivel que su equipo y en su propia casa, para demostrar a la afición de lo que iba a ser capaz de hacer su equipo con él ocupando el banquillo.

El Gladbach cumplió con creces y el técnico pasó con nota el examen al que estaba siendo sometido por todo el público. Los locales ganaron 4-2 y mostraron una imagen muy alejada de la que hasta ahora estaba dando un equipo indolente y sin ideas dentro del campo. Lo que es más importante, jugadores como Xhaka o Raffael iban recuperando poco a poco el nivel esperado, que hasta ahora no habían conseguido exhibir.

 Desde que Schubert llegó al banquillo el equipo no conoce la derrota y su bagaje lo firmaría cualquier grande de cualquier liga: 6 victorias y un empate, colocando al club en la zona media-alta de la tabla y con todas las aspiraciones posibles para entrar en la Liga de Campeones. Por ello la directiva no ha dudado en extender por dos años el contrato de su técnico y ha querido dejar clara su posición: “André ha llevado a cabo un excepcional trabajo en estas últimas semanas, convincente y logrando unos resultados excepcionales”  explicó Max Eberl, director deportivo del Gladbach.