En quince segundos Cruyff era capaz de simplificar una compleja táctica para que sus jugadores le entendiesen, porque en esencia Johan no hacía otra cosa que eso, reducir a la sencillez lo que muchos otros complican. Era un tipo muy inteligente, la creatividad, las ideas únicas llegan siempre de pensadores independientes, y Cruyff en el fútbol siempre fue una personalidad absolutamente atípica, cuyo molde fue roto en cada regate, cada pensamiento.

El fútbol ha recibido sin duda un enorme legado, y son muchos los que han entendido la importancia de la pervivencia de las ideas, incluso Johan, que fue receptor de unas ideas que revolucionó. Es más, la historia de Cruyff quedará siempre ligada a la transmigración de la enseñanza (en este caso del fútbol). Aquella que reza que aunque las enseñanzas de una persona sean muy buenas, para que cobren vida deberán ser transmitidas a personas de valor, que sean capaces de grabar estas enseñanzas en su corazón, compartir la intención del maestro y llevar a cabo el proceso de aprendizaje con toda su vida. Por eso la relación Maestro-Discípulo es la única que permite al ser humano mejorar su vida y la sociedad. Y Cruyff intervino decisivamente en esta transmigración, con la importante salvedad de que cuando fue creado en el barro de los confines de Betondorp, rompieron el molde porque era sencillamente único.

El holandés volador fue fundamentalmente un futbolista adelantado al tiempo, era pura luz, y como tal, siempre se adelantaba al sonido. Cuando arrancaba con su cambio de ritmo, el defensa quedaba clavado. Aturdido ante la explosión sónica de su carrera, cuya luz iba tres jugadas por delante de sus adversarios. Respecto a ello solía comentar Johan, que su padre siempre le repetía que para progresar debía llegar antes al lugar del remate que el defensa, trabajar en la anticipación. Quizás por ello se marchó raudo pero en silencio, se anticipó a todos dejando el sello de su vertiginosa velocidad, la sutilidad del sonido y el impacto sonoro de una noticia que cayó como un relámpago. Primero contemplamos su luz marcharse, como siempre hacía en un terreno de juego y, luego hemos podido comprobar desolados, lo que experimentaban los defensores al quererlo atrapar. El holandés se nos ha escapado, quedamos por tanto impactados, pero con la inmensa luz de su enseñanza.

Dibujo: Miguel Ángel Camacho

Porque Johan era eso, un relámpago que iluminó el cielo del fútbol, capaz de resumir en una frase las miles de horas de vuelo de una jugada, un partido.  Porque lo suyo fue siempre volar, con un cuerpo enclenque que le facilitó el citado planeo, le hizo invisible al choque y le afiló afinadísimamente su habilidad e inteligencia. Se suele decir que de la carencia surge una virtud, y la inferioridad músculo esquelética del flaco, le convirtieron en un cuchillo sobre la cancha. Johan para muchos niños fue el ídolo que idealizaron y, como todo humano tenía defectos, pero como todo genio asumía siempre la responsabilidad de las decisiones.

En toda actividad deportiva es importante ganar, claro, pero es incluso mucho más trascendente dejar un sello en la historia, aun en la derrota. Y Cruyff ganó y mucho, pero en la derrota el fútbol aprendió mucho de su filosofía, de extrema exposición sencilla. Tan sencilla que resumía sus ideas en que en el fútbol solo existe un arma para atacar, que es el balón, y si lo tienes en tu poder, no pueden atacarte. De ahí la posesión, que para Cruyff siempre fue arma y defensa. Cruyff es Naranja Mecánica, es Holandés Volador, es el Tales de Mileto de una escuela iniciática del fútbol, es la suma de la Totalidad de muchos sueños. Pues Cruyff surgió de la mano creativa de Rembrandt, el Flaco fue el llamado "tulipán doble", la flor con llamas que jamás se apagará. Una hilera de catorce estaciones pasionales, catorce tulipanes sembrados que aportan el color y el aroma inconfundible de un recuerdo imborrable en la memoria. Pues a Johan habrá que agradecerle que interpretara el fútbol en función a sus gustos como espectador, por eso consiguió divertir tanto a la gente.

Es un enorme reto definir a Cruyff en quince segundos, tal y como él lo habría hecho, solo queda decir que Johan podía matarte en una arrancada de quince segundos, catorce los empleaba para dejar claro que el fútbol no surgió de un tubo de ensayo y para reducirlo a la enseñanza más sencilla, y el uno restante, para dejar el sello de su inconfundible genialidad. 

DEP Johan con este soneto que ya es inmortal:

Por las aceras, un fuego que avanza,

catorce versos dicen es soneto,

de Betondorp, flaco tulipán sujeto,

al dinámico juego de Holanda.

Al inicio del segundo cuarteto,

el cambio de ritmo, la pura danza,

endecasílabos versos naranjas,

que troca Jopie en Tales de Mileto.

Ajax en derredor del junco siente,

las leves ondas que jugando riza,

el aura de un gran mito ardiente.

La dulce llama y brisa que desliza,

lo total, lo bello, lo imponente,

del demarraje que Johan matiza.