El primer partido en un gran torneo nunca es fácil, independientemente de la entidad del rival, y eso fue algo que Polonia vivió hoy en sus propias carnes. Pese a ser teóricamente superior a Irlanda del Norte, el planteamiento de Michael O'Neil les puso en serias dificultades para generar peligro, y durante muchos minutos pareció que serían incapaces de romper el 0-0. Nadie dijo que fuese a ser fácil. Si algo ha demostrado esta Eurocopa en los tres días que han transcurrido de competición, es que ningún equipo hinca la rodilla fácilmente. 

Los norirlandeses, conscientes de sus limitaciones, plantearon el partido muy metidos atrás. Con tres centrales, un mediocentro a su altura, y otros tres por delante, Irlanda construyó una muralla contra la que los polacos estuvieron dándose cabezazos durante toda la primera mitad. Los de Nawalka fueron amos y señores del balón, pero la imposibilidad para encontrar espacios y combinar en tres cuartos les obligó a abusar de centros frontales que fueron fácilmente repelidos por la zaga rival. Con Lewandoski rodeado de enemigos, la responsabilidad de crear peligro debía caer sobre otros.

Polonia buscó a Lewandoski con centros frontales, pero el delantero estuvo muy marcado

El encargado de asumir este papel fue Milik, seguramente el mejor del encuentro, que aprovechó la excesiva fijación de la defensa norirlandesa en el punta del Bayern para aparecer en el puesto de mediapunta. El poco peligro de Polonia en los primeros 45 minutos pasó por sus botas, pero a los rojiblancos les faltaba profundidad para convertirse en los auténticos dominadores del partido. Las internadas de los laterales brillaron por su ausencia a pesar de que Irlanda no descolgaba hombres de cara a un contraataque. La única vez que Piszczek llegó a línea de fondo y puso el balón atrás Milik estuvo cerca de hacer el 1-0, pero ni siquiera esto animó a Nawalka a echar a los suyos más arriba. Pese a haberse llevado algún susto, al descanso los británicos parecían estarse saliendo con la suya con relativa comodidad.

No obstante, como parecía inevitable, los espacios acabaron apareciendo. Recién empezada la segunda parte, un mal despeje de cabeza permitió por fin a Blaszczykowski encarar en uno contra uno a su lateral, entrar en el área y servir el balón para que Milik hiciese el que a la postre sería el tanto del triunfo. Sin necesidad de volcarse del todo, Polonia acabó encontrando el tanto más por insistencia que por merecimiento, y, como era de esperar, el guion del partido cambió.

Foto: uefa.com
Foto: uefa.com

A Irlanda no le quedó otra que dar un paso arriba para buscar el empate, y los polacos supieron utilizar esto a su favor. Con el balón en los pies y ya sin necesidad de llevarlo con urgencia hacia la portería, el cuadro polaco fue invitando a salir a los de O'Neil, hizo que se separasen sus líneas y aparecieron por fin los espacios entre la defensa y los pivotes. A través de la combinación y de las incorporaciones desde segunda línea fueron llegando las ocasiones, aunque no el segundo tanto, algo que pudieron acabar pagando.

A medida que el choque iba llegando a su fin, el técnico británico fue dando entrada a hombres de ataque hasta acabar jugando con tres puntas, lo que obligó a Polonia a dar un paso atrás para contrarrestar el juego directno norirlandés. Pese a que en algún despiste defensivo la grada rojiblanca se llevó algún susto, Szczesny no se vio exigido a hacer ninguna parada, y siempre dio la sensación de estar más cerca el 2-0 que el 1-1. No fue un partido vistoso, pero fue una buena entrada en el torneo para una selección que aspira por fin a tener un papel relevante en una Eurocopa. Hoy se encontró un duro escollo y supo superarlo. Es una buena forma de coger confianza de cara a lo que viene por delante.