Algo grande esta naciendo en los despachos del fútbol inglés. La vida, y sobre todo el fútbol, suelen enseñarnos que cuando se toca fondo, solo se puede subir, y esa es precisamente la sensación que da al leer y analizar lo referente a la actualidad de la selección inglesa. Tras unos traumáticos meses, que han visto a tres entrenadores sentarse en la banca en Wembley, estando también a la espera de un cuarto, que han visto a figuras importantes de la actualidad del fútbol de ese país involucradas en un escándalo de corrupción, entre las que destaca el segundo entrenador de esa lista, y que por supuesto han tenido un rotundo fracaso deportivo como aliciente, los ingleses sueñan todos los días con dar vuelta la página de una vez por todas y comenzar a ver progreso. Una ilusión que, observando los antecedentes, puede parecer nada más que eso. No se puede estar más equivocado.
Una revolución silenciosa nace en Wembley. Una que aún no tiene líder, a falta de la confirmación del que será entrenador de la selección adulta, pero que ya está ocurriendo. Una revolución, que como todas, busca dejar las tradiciones y las instituciones atrás para formar algo nuevo. Algunos clamarán por evidencia, incrédulos ante la posibilidad de un cambio en una selección tan alicaída, cuando las pruebas no pueden estar más claras. Cuando Wayne Rooney ocupó un puesto en el banco de suplentes durante el compromiso que enfrentó a los Three Lions contra Eslovenia, comenzó el cambio más grande del fútbol inglés en su historia reciente. Fue el equivalente al la Toma de la Bastilla. El gatillo que comenzó todo. Pero, ¿quién será el nuevo referente de esta selección? ¿qué cambiará además de los nombres en una hoja? He aquí la disección de la Revolución inglesa, esa que pretende llevar a la selección del país que inventó el fútbol a ese lugar que merece: el Olimpo.
La piedra angular: se busca director de orquesta
Liverpool es probablemente una de las ciudades que más orgullo genera a los ingleses. De ahí salieron los amados Beatles, y sirve de casa para dos de los equipos con más historia del país, que a su vez protagonizan una de las rivalidades más encarnizadas de la liga local. Es precisamente en esta ciudad, en uno de esos equipos en particular, aquel que viste de rojo, que duerme el futuro de Inglaterra. Un hombre que vive alejado de los reflectores y que responde en el césped. Que en su propio equipo es eclipsado por otras figuras que le roban el protagonismo, pero no hacen mella en su disposición. Un jugador dotado de un talento especial, producto de una cantera que siempre le ha dado de lo mejor al fútbol inglés, y ahora le ha dado un nuevo líder. En algún lugar de Merseyside, en estos momentos, algo hace Adam Lallana, y quizá aún no sospecha que en sus pies, yace el futuro de Inglaterra.
Algo importante que se debe saber sobre Lallana es que no es joven. Tiene 28 años. Un jugador ya maduro, pero que Southgate y quién venga después no pueden perderlo, e incluso deberían asignarle un rol central en la nueva selección inglesa.
La consolidación en el fútbol para el jugador nacido en St. Adams, tal como le ha ocurrido a muchos otros, ha demorado en llegar. Comenzó su formación en Bournemouth, al sur de Inglaterra, pero problemas cardíacos lo obligaron a abandonar la cantera de los Cherries. A veces cuando se cierra una puerta, se abre una ventana, y así mismo le ocurrió al en ese entonces joven mediocampista. Una de las canteras más prestigiosas del fuúbol inglés se fijó en su innegable talento, y le ofreció un lugar. Fue así como un Adam Lallana de 18 años hizo las maletas para irse a la vecina ciudad de Southampton, y unirse al club que formó a, entre otros, el gran Alan Shearer o Matt Le Tissier.
Adam Lallana ha florecido futbolísticamente bajo la dirección de Klopp.
En la escuadra saint, fue protagonista y principal figura del meteórico ascenso de su equipo, al cual ayudó a salir de la cuarta división, para regresar triunfalmente a la Premier League. Fue capitán del equipo por muchos años, y siempre se caracterizó por su liderazgo en el equipo. Sus condiciones innegables y su voz de mando fueron la clave en el rápido viaje de Southampton al honor inglés.
Su talento le valió una nominación al mundial de Brasil, el año 2014, uno que sería sumamente importante para la carrera del mediocampista. Un tal Brendan Rodgers lo vio jugar e incluso lo sufrió sobre el césped. Es por eso que comunicó a la directiva que necesitaba a Lallana en las filas del equipo que dirigía: ni más ni menos que el Liverpool FC. Así, ese muchacho trabajador con problemas al corazón, se convertía en refuerzo del Liverpool.
Con Rodgers, no brilló en demasía, pero Klopp le ha sacado todo su potencial. Un jugador que siempre brilla como líder, que es sumamente inteligente sobre el terreno de juego, que cuenta con una pegada sensacional y gran olfato goleador siendo mediocampista. Posee una visión de juego excepcional y una calidad técnica indiscutible y prodigiosa.
El ocaso en la carrera de Wayne Rooney ha dejado a Inglaterra acéfala. Le hace falta de forma urgente un líder, un hombre que empuje al equipo a punta de talento y voz de mando y que se convierta en la cara del nuevo proceso. Lallana sabe de eso. Fue el rostro y la voz de esos saints que llegaron de cuarta a primera. Es el maestro de títeres de este Liverpool de Klopp, donde brillan Coutinho, Mané y Firmino, pero donde Lallana entrega el equilibrio. Un jugador que reúne las características que busca Inglaterra. Está llamado a ser la nueva base de este proyecto. Es la piedra angular. Adam Lallana.
El germen de la revolución
Toda revolución que pretende llegar al exterior debe partir por el interior. Inglaterra comienza un nuevo proceso, y para ello necesita nuevas caras. Pero el fútbol es cambiante no solo en cuanto a nombres, sino también en cuanto a sistemas. Los equipos deben mantenerse actualizados sobre los modos de juego que imperan, tanto para ver si aplican a sus situaciones, como para saber contrarrestarlos.
La Premier League es, al día de hoy, una liga de entrenadores. Jurgen Klopp, Pep Guardiola, Antonio Conte, José Mourinho, Arsene Wegner, Mauricio Pochettino. Todos nombres de excelente reputación, padres de escuelas futbolísticas, y todos conviviendo bajo el mismo techo en la liga inglesa. Todos viven realidades dispares y luchan día tras día por implantar sus conocidos sistemas en una de las ligas más exigentes del mundo. Y es precisamente este factor, uno de los vitales para el nuevo proyecto del fútbol inglés.
Los mejores entrenadores del mundo dirigen en Inglaterra en estos días. Una ventaja que, como selección, deben saber aprovechar
Inglaterra clama por una identidad futbolística. No es un equipo de posesión y juego asociado, pero tampoco es una tromba ofensiva o un equipo defensivo en extremo. Inglaterra, en término de filosofía futbolística, no es nada. ¿Y como se le vende la nada a un grupo de jugadores para que sepan a lo que juegan? Inglaterra necesita una idea de juego para ser grande. Algo en lo que los jugadores puedan creer y poner en práctica sobr el terreno. Un plan que sepan ejecutar a la perfección.
Lo positivo de este momento del fútbol inglés, es que literalmente poseen un catálogo en su propia liga de escuelas futbolísticas. Los jugadores las van conociendo en sus clubes, y para la selección puede ser una gran facilidad que lleguen con la filosofía de juego en la cabeza.
El famoso 3-5-2 de Antonio Conte y el fútbol del “heavy metal”, como ha sido llamado en varias oportunidades el estilo de Jurgen Klopp, se han alzado como los esquemas tácticos más exitosos esta temporada. Y con los multicampeones Guardiola y Mourinho entre los entrenadores de la liga, eso no es poco decir.
Muchos equipos, no solo en Inglaterra, están adoptando el sistema que juega con tres en la defensa, y en varios casos con éxito. Tener esa coexistencia de grandes entrenadores, con grandes sistemas que les han dado resultados en diferentes ligas es sin duda una ventaja que los ingleses deben saber capitalizar. Lo primero que debe ocurrir para que Inglaterra regresa a lo que alguna vez fue es un cambio táctico, una identidad futbolística, y el germen esta ahí mismo, en su liga.
Juventud, divino tesoro
Si algo le sobra a Inglaterra, es talento joven. Lo sabe Gareth Southgate, hasta hace poco a cargo de la selección sub-21 de los Three Lions, donde pudo conocer de primera mano que los isleños tienen recambio, y no pinta nada mal.
Si hay un momento bueno para hacer el paso de la antorcha de generación a generación es en una etapa de transición profunda. Hoy por hoy, ya no están ni Lampard, ni Gerrard, ni Beckham. Rooney ya no es lo que solía ser. Terry tampoco ha hecho presencia. A Inglaterra le urge comenzar esa renovación, y tiene material, pero debe saber introducirlo.
La selección inglesa debe, sin lugar a dudas, tomar provecho de este momento para darle minutos y responsabilidades a sus jóvenes. Que Marcus Rashford, Ruben Loftus-Cheek o Jordan Pickford vayan teniendo minutos importantes con la selección desde temprana edad les ayudará en su proceso de maduración futbolística, y en unos años, la selección tendrá a disposición futbolistas en edad plena y que saben lo que es vestir la inmaculada camiseta de la selección inglesa.
El gran poeta Rubén Darío escribió alguna vez que la juventud era un divino tesoro. En Inglaterra lo saben. Quizá es el último tesoro con el que pueden contar.
De esta forma, Inglaterra saldrá al campo a enfrentar a España. Otra selección que viene de cerrar un ciclo, pero de la forma opuesta. Los ibéricos dicen adiós a una de las etapas más gloriosas de su historia, mientras Inglaterra busca enterrar en el olvido una etapa simplemente terrible. Situaciones opuestas, y sin embargo, llegan de la misma forma al duelo que los enfrenta. Uno que promete calidad y, sobre todo, novedades. Dos revoluciones, y solo un ganador. ¿Será la revolución inglesa?