Las realidades más obvias, e importantes son a menudo las que más cuestan de ver y las que más cuestan de explicar. Esta aseveración que podría considerarse como una perogrullada, sin embargo cobra una importancia capital en las trincheras donde tienen lugar la lucha y consecución de los objetivos. En esencia lo que acontece en derredor de Sergio Ramos en los últimos tiempos, fundamenta todos sus secretos en ella, pues pese a que todo el mundo, afición, técnicos, jugadores, saben que todos los focos apuntan al soberano de la épica, siempre acaba sorprendiendo a propios y extraños. Aunque para toda acción, toda consecución vital siempre interviene un componente de causalidad a la que se suele confundir con la fortuna, en el caso particular del ‘cabeceador camero’ pesa mucho más el componente de personalidad y corazón, para poner en práctica años de perfeccionamiento en la ejecución de su jugada preferida.
'El Tiempo Ramos'
Por esta circunstancia, cuando en el noventa y uno y medio el árbitro señaló saque de esquina para el Real Madrid, en el Bernabéu ciertos ecos comenzaron a resonar en los pensamientos del aficionado madridista. Fue en ese momento cuando la escenografía del 'dejavu' asaltó con toda su fuerza la maleabilidad del espacio tiempo. Sergio Ramos subió decidido, marcó la estrategia a Toni Kross tocándose su hombro derecho, que en los códigos tácticos del equipo indican balón colgado al primer palo. Recordó entonces un estado en el cual él, o una parte de él, había sido transportado en los brazos del viento. También recordó que eso era lo que realmente debía hacer, aun cuando fuera lo más obvio. Y el Soberano de Camas se dejó elevar en los acogedores brazos del viento, que gentil y fácilmente le elevaron hacia arriba y a lo lejos, muy lejos de su marcador tras la oportuna pantalla de Nacho. Todo muy previsto, muy estudiado, pero inviable sin la pierna de Kross y la grandeza del ya rebautizado por la prensa intercaional como ‘Tiempo Ramos’ que dejó en ‘pañales’ a la histórica y legendaria ‘Zona Cesarini’ italiana. Marcados los tempos a la perfección en el remate de cabeza, el viento le dejó caer tan pronto hubo alcanzado la cima de una montaña, muchas pero muchas millas más lejos de la leyenda que comenzó en Camas, en el barrio de la Atalaya. En el caso de Sergio se da la particularidad especial de que su orientación futbolística y el sentido de su experiencia parecen venir de fábrica, igual que la altura o la talla de sus botas, o bien como algo adquirido en la cultura de su infancia. Es más Sergio siempre fue un niño tremendamente inquieto al que le gustaba subir a los árboles para ver mejor ‘su pueblo’. Hoy entre un bosque de defensas, Ramos siempre se las arregla para subirse al mejor árbol, que siempre coincide con el que posee la más alta de las copas…
El viento le lleva a su destino
El secreto de Ramos puede residir en que su molde, el de su personalidad, ha encajado perfectamente con la personalidad histórica del Real Madrid, de no rendirse hasta el último segundo, pero en esencia todo se reduce a que ha aprendido a aceptar que sea el viento el que le lleve a su destino. Pese a que siempre fue defensor, un ave de granja a la que no le permitieron volar, siempre poseyó en su interior el espíritu imperial de las águilas, el de los grandes delanteros centros cabeceadores. Sergio es un tipo sencillo al que muchos de forma malintencionada quieren catalogar como demasiado simple, pero todos aquellos que recurren a la citada argumentación caen en uno de los grandes errores que suelen cometer los que caminan por la vida con aires de superioridad. No se puede infravalorar a nadie, mucho menos a un tipo como él, pues el defensa andaluz es de aquellos tipos que poseen la cualidad de prestar atención a lo que está sucediendo delante suya, descifrando con corazón y naturalidad todas las situaciones, consiguiendo hacer fácil lo que es tremendamente difícil. La citada sencillez además de un síntoma de grandeza, es la razón por la que ha conseguido que el milagro se haya convertido en algo cotidiano. Muchos clichés, banales y pobres en la superficie, en realidad expresan una verdad grandiosa, que no es otra que Sergio Ramos, (con denominación de origen andaluz) es uno de los defensas más completos de la historia del fútbol español.
El esqueleto de todas las grandes historias ha sido codificado en forma de mitos, proverbios, estereotipos, lugares comunes, epigramas y parábolas. Los goles de Sergio forman ya parte de este mundo al que el tamiz del tiempo cubrirá con un halo de irrealidad que lo convertirá en pura leyenda. En una historia interminable, pura épica, el relato de un cabezazo de un gran mundo de triunfos, logros y exhibiciones que formaran siempre parte de la identidad del club.
Un calendario de instantes eternos
Cuando el balón circula por el aire un silencio aplastante abre paréntesis a un tiempo del que es señor y dueño; sobre él se escucha de forma diáfana el típico graznido ‘kau kau’ las águilas. Sergio abre entonces sus potentes alas y se eleva, soberano, sobre sí mismo, comienza a volar, a volar hacia lo alto, a volar cada vez más alto. Y vuela y vuela hasta confundirse con el azul del firmamento. Allá arriba, en ese techo de estrellas, experimenta un segundo de ingravidez y una libertad que implica atención, conciencia, disciplina, y esfuerzo. Allá, inalcanzable, conecta un cabezazo, que no por mil veces repetido pierde eficacia o capacidad de sorpresa, sino todo lo contrario. Por la citada razón los goles de Ramos son de aquellos que están grabados en las piedras, que es la memoria del corazón a la que ningún viento puede borrarlos. La verdad con V mayúscula tiene que ver con la autenticidad de Sergio Ramos, tiene que ver con el verdadero valor de una verdadera forma de concebir el tiempo, que es la ecuación del éxito. Un tiempo que de pronto gira más deprisa, se detiene o gira más despacio.
El tiempo de la metamorfosis del defensa en delantero, que cree firmemente que mientras haya un segundo por delante, siempre existirá la posibilidad de cambiar el destino. Todo aquello que ha convertido la carrera de Sergio Ramos en un calendario de instantes eternos. Una circunstancia que en el ámbito del deporte conocía a la perfección un tipo, que como Ramos, se manejaba en el aire con una naturalidad absolutamente asombrosa: Michael Jordan, que hizo de su carrera una sucesión de canastas decisivas en los últimos segundos.