El talento precoz de Miralem Pjanic fue detectado de inmediato por el Lyon. Se trataba de un media punta de 17 años procedente del Metz, que llegaba como sucesor de Juninho, con el que coincidió un año. Su habilidad para jugar de espaldas a portería entre líneas llamó mucho la atención, más allá de su capacidad de último pase, ya que ese “entre líneas” ya no es solo difícil de encontrar en el fútbol, sino que jugar con él en una liga que prioriza la creación en la medular, más que en la media punta, es difícil de ver. Pero Pjanic, consciente de ello, sumó productividad al equipo bajando a recibir balones. Ahí puede que empezara lo que a la postre le iba a llevar a ser el jugador que es hoy.

Inicios en Italia

Del Lyon pasó a la Roma, donde se empezó a gestar esta transformación. El bosnio pasó a jugar más como un centrocampista que apoyaba las subidas de balón y aprovechaba esa capacidad para jugar entre líneas para dar profundidad al equipo, pero nunca llegó a jugar como un organizador puro.

Su aclimatación al futbol italiano -que también prioriza generar juego desde las bandas o el centro del campo, y que no cuenta con los media puntas como un factor importante en la elaboración, obligándoles en muchos casos a bajar a buscar el balón-, generaba dudas sobre dónde se le iba a ubicar y qué funciones iba a tener, pero se destapó como uno de los mejores futbolistas de la Loba y llegó el siguiente nivel, la Juventus.

Llegada a un coloso

Su destape en el fútbol italiano le valió para que la Juve pagara su cláusula de rescisión fijada en 30 millones.

Su llegada causó mucho revuelo, ya que parecía que iba a suplir a Pogba como interior, pero sus funciones y lo que tenían pensado para él en Turín iba más allá.

Los diferentes roles que ha adoptado a lo largo de su carrera de permite manejar diferentes registro del juego a la perfección.

Allegri, muy amigo de los cambios tácticos y de reinventarse año a año, pasó de su 3-5-2, dónde Pjanic tuvo una función de apoyo al pivote posicional (Marchisio) y de subir el balón hasta ¾ gracias al ya nombrado “entre líneas”, a un 4-2-3-1 con un doble pivote Pjanic-Khedira.

En este sistema, empezaba a gestarse la fase final de la transformación. El bosnio era quien bajaba a recibir el balón e iniciaba jugada; aprovechaba a Bonucci para situarse a la espalda de los delanteros rivales y recibir. Si la presión rival era muy alta, en este contexto entraban las sociedades en banda con Alex Sandro o Alves, que eran los principales apoyos y la otra gran vía para iniciar jugada cuando el centro del campo era presionado por el rival.

En ese contexto hizo mucho de filtro entre defensa y ataque, es decir, iniciaba o apoyaba las triangulaciones en banda con los laterales y el extremo, iniciando la transición rápida, en muchos casos llegando a ser él quien verticaliza con balones al espacio para los extremos. 

Cuando la salida era más limpia, Khedira contextulizaba sus subidas para darle libertad a Pjanic para subir el balón y hacerle coberturas. El alemán ha sido uno de los grandes cómplices del bosnio, haciéndole de escudero de algunos casos pero, sobre todo, apoyándole en la salida de balón.

El definitivo 4-3-3

La salida de Bonucci, otra de las bazas fuertes para iniciar jugada, le ha dado muchos problemas a la Juve esta temporada. La salida de balón no era limpia; se marchó Alves, el gran apoyo de Pjanic para iniciar; y Howedes, central Alemán con un perfil similar a Bonucci en la creación, no ha dado resultados por sus reiteradas lesiones.

Sin Bonucci, tuvo que retrasar su posición un escalón

Allegri dio paso al siguiente y último nivel, el 4-3-3.  Para ello, y ante la ausencia de Marchisio por lesión, necesitaba a un jugador con temple que rompiera líneas rivales con sus pases, con capacidad de jugar de espaldas, con lectura de juego y precisión en largo y corto. Ahí entraba Pjanic.

Los inicios no fueron fáciles e incluso se probó con Bentancur, el centrocampista uruguayo aportaba estabilidad, pero no la profundidad que necesita Allegri, ni los registros que domina el bosnio. Un perfil más posicional a Pjanic que necesita pulir ciertas facetas de su juego. También se llegó a renunciar al sistema debido a la dificultad de adaptación pero, finalmente, se afianzó a base de insistencia y automatismos de una máquina ya engrasada, que ha encontrado la fluidez necesaria para llevarlo a cabo con un ritmo elevado.

Apoyado y escudado por Matuidi y Khedira, ha dado el paso final para convertirse en el pivote que necesitaba Allegri tras la marcha de Pirlo y, aunque es menos posicional, cumple a rajatabla con el estereotipo que busca el técnico italiano. Él marcó los tiempos.

Sin embargo, Pjanic no se ancla en la medular, pese a su notable reparto del juego en corto y en largo, tiene dos bastiones como Khedira y Matuidi que le cubren las espaldas y le dan la oportunidad de ser él quien inicie jugada y, en muchos casos, suba el balón y aproveche su disparo lejano. La versatilidad táctica de la Juve, que en diferentes contextos del juego cambia de módulo, le permite ser un perfil de jugador diferente dentro del mismo encuentro

La transformación de Pjanic ya está completada, una más, pero el centrocampista bosnio es demasiado inteligente y Allegri demasiado inconformista para permitirlo.