Sin tiempo apenas para respirar. Así aterrizaban los internacionales a sus respectivos equipos, poniéndose inmediatamente el mono de trabajo con sus clubes. Además, con la vuelta de la Champions League a la vuelta de la esquina. Y la Roma no se hacía la loca. Miraba de reojo a ese compromiso que les enfrentará nada más y nada menos que al Barcelona. Pero también tenían la obligación de no ganar para no caer de esa 3ª plaza. Ahí residía la duda para Eusebio Di Francesco. Rotar o no rotar. Esa era la cuestión. Al final se quedó a medias. Es decir, se quedaron fuera jugadores como Džeko y Ünder (los dos mejores de este curso, aunque el turco fue más por precaución al estar tocado), dando entrada a los Schick y El Shaarawy.

En cambio, el Bologna afrontaba este duelo prácticamente en tierra de nadie. Aunque no querían perder ese colchón de diez puntos de diferencia con respecto al descenso y. así, evitar algún susto a última hora. La gran novedad fue el cambio de esquema por parte de Roberto Donadoni, volviendo al clásico 4-3-3 y desechando el 3-5-2 que empleó durante varias jornadas. Debutaba Santurro en portería, el tercer guardameta de la plantilla -Mirante estaba sancionado y Da Costa lesionado- y Di Francesco -sí, el hijo del técnico giallorosso- en el lugar de Džemaili.

Fatídico cuarto de hora

Fue precisamente el debutante Santurro quien echaba desde primera hora el cerrojo a la portería rossoblù. Primero fue Schick -todavía busca su primer gol en Serie A con la loba- quien le probó con un disparo con la zurda, desviándolo a córner. Y en ese mismo saque de esquina, De Rossi se volvió a topar con el meta de Parma tras un potente cabezazo que logró sacar este in extremis.

Nainggolan se marchó lesionado y peligra su presencia para el partido ante el Barcelona. / Foto: gettyimages
Nainggolan se marchó lesionado y peligra su presencia para el partido ante el Barcelona. / Foto: gettyimages

Pero a raíz del primer cuarto de hora, a la Roma se le comenzó a atragantar el aperitivo. Cayó lesionado Nainggolan por problemas musculares, obligando a su cambio por Gerson, con el riesgo de perderse el partido de Champions. Y dos minutos después, Pulgar hizo más leña del árbol caído, con una loba todavía desorientada, con un gran disparo seco desde fuera del área, derrumbando el muro de Alisson. Esa fue la tónica de casi toda esa primera mitad. Los visitantes, algo timoratos, no conseguían perforar el sistema defensivo de los de Donadoni, acusando su gran pero esta campaña: la falta de creatividad -y mucho más sin Ünder-. Se les apagaban las luces a la hora de entrar en la boca del lobo. El otro bando, mientras tanto, se armaban bien atrás, a la espera de cazar otro balón a la contra y asestar un golpe definitivo en el marcador.

El trípode vuelve a entrar en escena

El segundo tiempo iba por los mismos venideros y la inoperancia de Schick como única referencia. Por tanto, Di Francesco decidió buscarle acompañante y dar entrada a una de sus mejores cartas de la baraja -se podría decir que la mejor-: Džeko. Así, el checo pasaría a partir desde la derecha, con Perotti a la izquierda y arriba el gigante bosnio. No obstante, el luminoso seguía arañando minutos del reloj y las variaciones no surtían efecto. Por lo que se marchó Strootman por Defrel. Cambio muy ofensivo que, paradójicamente, dio sus frutos segundos después. Cabezazo de Džeko que ponía la igualada en el Renato Dall'Ara a quince minutos del final. Otro tanto que llegó por la banda izquierda, vía Kolarov-Perotti-Džeko, el trípode que sostiene a esta Roma.

Así acabó el duelo, con una loba empujando hasta el final, arrinconando al Bologna en su propia área. Un punto que deja insatisfecho a ambas escuadras. Los rossoblù por dejar escapar el triunfo a 15 minutos del final. Los romanos, por su parte, porque pueden ver peligrar su tercera posición en la tabla. Ahora bien, la loba ya afila los colmillos para el duelo europeo de Champions League del miércoles ante el Barcelona. Eso sí, lo harán con la duda de su ninja Nainggolan.