Brasil 1950 no se vio por la televisión. Fue el último cuyos goles se celebraron sólo por las ondas de la radio. Paradójicamente, eso no impide que sea uno de los que más han pasado a la historia. Mucha de la gente que lo vio en directo ya no está, pero hoy, 68 años después, sigue tan vivo como el primer día. El cuarto Mundial de la historia marcó un antes y un después. 

Fue una Copa del Mundo atípica. Habían pasado muchos años y una atroz guerra desde que se jugó el anterior, y muchas de las caras que saltaron al verde debutaban en el torneo. Además, las circunstancias socioeconómicas impidieron que varias de las naciones más históricas estuvieran en la cita. 

Pese a todo, Brasil 1950 es un Mundial con un aura de 'místico'. Así fue el primer campeonato que Brasil acogió, en el que debutó Inglaterra y, sobre todo, en el que se produjo una de las grandes sorpresas de la historia del balompié: el Maracanazo.

Sed de Mundial

Pocos sospechaban que, cuando Giuseppe Meazza levantó la Copa del Mundo al cielo de París, tendrían que esperar doce años para volver a ver el más grande de los campeonatos. La guerra, la maldita guerra, se cruzó en los caminos de muchos, y el fútbol pasó a un segundo plano. Doce años en los que el balón se hundió en el barro y huir de las balas y las bombas era lo único importante.

En 1946, en Luxemburgo, en el centro de una Europa que poco a poco comenzaba a levantarse después de la Segunda Guerra Mundial, se celebró el 25º Congreso de la FIFA. En él se decidió que, si se quería recuperar la normalidad, el Mundial tenía que volver. Muchos pensaron en Suiza, neutral durante el conflicto, pero con unas instalaciones que todavía no estaban preparadas. Entonces surgió la idea de Brasil, que ya quiso organizar el fallido Mundial de 1942. El apoyo de Argentina fue suficiente para que fuese elegido como anfitrión del magno evento.

Cartel del torneo  |  Fotografía: FIFA
El trofeo se llamó por primera vez 'Jules Rimet'  |  Fotografía: FIFA

Para que el campeonato quedase en la memoria del mundo durante décadas nada se dejó al azar en el país anfitrión. Los líderes cariocas sabían que no hay nada más impactante que grandes estadios para acoger a los mejores jugadores del mundo. Y se pusieron manos a la obra para construir el más grande de todos. El estadio donde pudiesen levantar el título de campeones. El político Ângelo Mendes de Morais, con el apoyo del periodista Mário Filho, comenzó el proyecto más grande el país, el Estadio de Maracanã, con capacidad para casi 200.000 espectadores. A la temprana muerte de Filho, en 1966, el estadio adoptó su nombre, que a día de hoy todavía conserva, pero que poca gente conoce. 

Además de Rio de Janeiro, Sao Paulo, Belo Horizonte, Curitiba, Porto Alegre y Recife fueron nombradas sedes. Hubo mucha polémica, pues la limpieza de muchas de esas decisiones se puso en duda. El dinero, en una democracia demasiado inmadura, saltó a la primera plana de las negociaciones. Además, unas una vez que se empezó el Mundial se comprobó que muchas de las sedes no estaban completamente finalizadas. Operarios trabajando mientras se jugaban los partidos y accesos embarrados fueron habituales. Las bases, aunque endebles, ya estaban puestas, sólo faltaban selecciones que pudiesen poner el balón a rodar por el verde. Y esa tarea tampoco fue fácil.

Muchos ausentes

El contexto fue determinante para que algunos de los grandes favoritos se quedasen fuera de la cita mundialista. Alemania y Japón, aún ocupados tras la Segunda Guerra Mundial, tuvieron prohibido participar. Otros muchos alegaron problemas económicos para ausentarse de la cita. Tras todas las renuncias, sólo quedaban 34 selecciones para ocupar 14 plazas. La anfitriona, Brasil, y la vigente campeona, Italia, se habían clasificado automáticamente. 

Sin embargo, el equipo de los transalpinos poco tenía que ver con la poderosa azzurra que se llevó la Copa del Mundo en 1938. La generación era buena, pero todo cambió el 4 de mayo de 1949. Ese día, el avión que transportaba a la plantilla del Torino después de un partido en Lisboa se estrelló cerca de Turín. En el accidente morían los 31 ocupantes, 18 de ellos jugadores del equipo, base del combinado italiano de la época. Como consecuencia del siniestro, la expedición transalpina, muy renovada, se trasladó a Brasil en barco en un viaje de dos semanas. Muchos tenían pavor a volar.

La Tragedia de Superga dejó muy mermada a la Azzurra  |  Fotografía: Torino FC
La Tragedia de Superga dejó muy mermada a la azzurra | Fotografía: Torino FC

La buena noticia era el debut de Inglaterra, después de que la Federación de Gran Bretaña se reintegrase en la FIFA. Años antes habían abandonado la organización como consecuencia de diferencias sobre la profesionalización de los futbolistas. Arthur Drewry, una figura importante en las islas en la época, medió para que sus selecciones pudiesen disputar el Mundial. Además, consiguió que dos de sus cuatro combinados obtuviesen plaza. La identidad de esas dos selecciones se dirimiría en el Home Championship, campeonato inglés de selecciones disputado desde 1883. Inglaterra acabó primera y logró el pase. Escocia, segunda, también se ganó el derecho a estar. Pero una promesa del equipo antes del campeonato, donde aseguraron que si no quedaban primeros no irían, les dejó fuera del torneo. De nada sirvieron los intentos de la FA y los ingleses para que reconsiderasen su postura. 

El resto de selecciones europeas se jugaron su destino en cinco grupos. En tres de ellos, formados por otros tantos equipos, se debían jugar dos rondas: una semifinal entre los dos equipos más débiles y una ronda final contra el más fuerte, y cuyo campeón jugaría el Mundial. Turquía, en su grupo, no tuvo que jugar ese partido, pues Austria se retiró en la final. Las semifinales también fueron descafeinadas, con Siria retirándose tras el partido de ida. El segundo grupo fue menos problemático, y Yugoslavia se ganó su plaza tras derrotar a primero a Israel y luego a Francia. Suiza también logró el pase en su grupo tras vencer a Luxemburgo. Bélgica se retiró antes de jugar la final, dejando a los helvéticos con plaza en la Copa del Mundo. Los otros dos grupos europeos restantes siguieron un formato de todos contra todos. Suecia, contra Irlanda y Finlandia; España, contra Portugal, sellaron su pase. 

Bolivia, Chile, Uruguay y Paraguay fueron las cuatro sudamericanas que se clasificaron. Y lo hicieron sin saltar al campo, pues sus respectivos rivales se retiraron antes de jugar. Las dos últimas plazas de América fueron a parar a México y Estados Unidos, que fueron superiores a Cuba en su ronda. Sólo quedaba un hueco, el asiático. India no tuvo que jugar para lograr la plaza, debido a que sus tres rivales se retiraron antes de comenzar. Pero la clasificación fue agridulce, porque, una vez sorteados los grupos del torneo final, anunciaron que se retiraban. Durante muchos años circuló el rumor de que lo hicieron porque la FIFA prohibía jugar descalzos, algo habitual en India. Sailen Manna, líder de ese equipo, confesó años después que no fue eso, sino la falta de recursos económicos lo que les impidió viajar a Brasil.

Además de India y Escocia, Turquía también renunció a su plaza. Al ser algo más temprana que las otras dos, la FIFA maniobró para cubrir su plaza, pero los sucesivos intentos fueron inútiles. Austria, del mismo grupo que Turquía, la rechazó. Francia, Portugal e Irlanda tampoco aceptaron el puesto. Con estas tres bajas el Mundial se quedaba en 13 selecciones. Después de clasificaciones no consumadas y rebotes para ocupar plazas, comenzaba el torneo. 

Una fase de grupos con sorpresas

El Mundial no iba por los cauces previstos, y eso quedó reflejado en el reparto de selecciones en los grupos. Si bien los grupos 1 y 2 estuvieron formados por cuatro selecciones, en el 3 sólo hubo tres, y en el 4 únicamente dos. El formato, a partido único, obligaba a algunos a jugar varios partidos más que otros rivales para alcanzar el grupo final. Final que se pagaba cara, pues sólo el campeón de cada grupo la alcanzaba. 

El grupo 1 estaba formado por la anfitriona, Brasil, además de Yugoslavia, Suiza y México. Los dos primeros partían como claros favoritos, y no defraudaron en la primera jornada derrotando a México y Suiza por 4-0 y 3-0, respectivamente. No fue tan fácil en el segundo partido para los locales. El helvétivo Jacky Fatton silenció Sao Paulo en la segunda jornada empatando en el 88 contra la anfitriona. El resultado era aún más grave tras la cómoda victoria de Yugoslavia.

Así las cosas, Brasil estaba obligada a derrotar a los europeos en la última jornada para asegurarse el pase. El empate o la derrota les dejaba fuera en su Mundial. Ademir, leyenda de Vasco da Gama, calmó a la afición local con su gol en el 4. El tanto llegó en una situación peculiar, contra una Yugoslavia que estaba con diez. No por expulsión ni lesión, sino porque el delantero Mitic se había hecho una brecha en el túnel de vestuarios, que todavía estaba en construcción. Al no haber cambios, tuvieron que esperar hasta que la hemorragia se detuviera, en el minuto 20, ya con el 1-0 en el marcador. Zizinho, en el 69, selló el pase de la canarinha. El otro encuentro del grupo era intrascendente, pero eso no evitó que generara una de las anécdotas del torneo. Tanto México como Suiza se presentaron en el estadio con camiseta roja, su primera equipación. Los aztecas se vieron obligados a tomar prestada la camiseta de Cruzeiro, azul, para poder disputar el partido, que acabó con 2-1 para Suiza.

España estaba encuadrada en el grupo 2 acompañada de Inglaterra, Estados Unidos y Chile. Los de Eizaguirre era junto a los ingleses los favoritos para alcanzar la final. Estados Unidos y Chile fueron sus víctimas en la primera jornada. Inglaterra ganó con comodidad, pero España estuvo cerca de caer. Llegó 0-1 por detrás al 80, pero Igoa, Basora y Zarra pusieron el 3-1 definitivo. No sufrieron tanto en la segunda jornada, y batieron a Chile por 2-0. Inglaterra se retaba con Estados Unidos en un partido, a priori, fácil para los británicos. Pero los yankees, muchos de ellos semiprofesionales, sorprendieron a todos para ganar 1-0 con un gol de haitiano Gaetjens. A España, en la última jornada, le valía con empatar para clasificarse. Zarra, en el 48, selló el pleno de victorias para una España que superaba las expectativas y se colaba en la final. El guardameta Ramallets fue uno de los mejores jugadores de la primera fase, lo que le valió el apodo de 'El gato de Maracanã'.

Gatjens fue el héroe de la victoria de EEUU contra Inglaterra  |  Fotografía: FIFA
Gatjens fue el héroe de la victoria de EEUU contra Inglaterra | Fotografía: FIFA

El grupo 3, al contar con tres equipos, daba a cada equipo sólo dos partidos para lograr el pase. Suecia, Italia y Paraguay se citaban, con los transalpinos buscando el pase, pero con Suecia intentando plantarles cara. Así fue, pues en la primera jornada dieron la sorpresa y ganaron 3-2. El empate contra Paraguay, con Italia de espectadora, dejaba a los azzurri fuera. La última jornada sólo valía para que los sudamericanos intentasen forzar el desempate con Suecia. No fue así, e Italia se llevó su única victoria del Mundial. El último grupo, el 4, se convirtió en un auténtico mano a mano entre Uruguay y Bolivia. Y no hubo color, pues los charrúas ganaron 8-0 en el único partido que se jugó.

Un partido para la historia

Brasil, España, Suecia y Uruguay se citaban en la ronda final. Cuatro equipos en un grupo, con tres partidos por delante para llevarse la Copa del Mundo. Una liguilla en la que Brasil, España y Suecia buscaban su primer Mundial. Uruguay, primer campeona, quería volver a reinar después de llevarse el primer campeonato de la historia.

El sorteo deparó que la primera jornada emparejase a Uruguay con España y a Brasil contra Suecia. La canarinha, muy motivada ante más de 130.000 espectadores, barrió a los escandinavos por 7-1. Ademir, marcó cuatro de los goles dio un paso de gigante para hacerse con la bota de oro. La victoria tuvo doble valor, pues Uruguay y España no pasaron del empate. Ghiggia adelantó a los suyos, pero Basora, en tres minutos, dio la vuelta al partido. Obdulio Varela, "El Negro Jefe", capitán de la celeste, puso el 2-2 definitivo. En la segunda jornada Brasil volvió a arrasar, esta vez a España. 6-1, en un partido que congregó a más de 150.000 espectadores. Uruguay ganó su partido, pero tuvieron que sufrir para remontar en dos ocasiones los goles suecos. El delantero Míguez fue el héroe de la remontada.

El brasileño Ademir se coronó como pichichi del Mundial  |  Fotografía: Getty Images
El brasileño Ademir se coronó como pichichi del Mundial | Fotografía: Getty Images

A la última jornada sólo Brasil y Uruguay llegaban con opciones de título. En la casa de los anfitriones imperaba el optimismo. Al tener un punto más que Uruguay, el empate les permitía ser campeones. Además, jugaban en casa, en su estadio insignia, Maracanã. Allí, Brasil había arrasado en los cuatro partidos que había jugado durante el torneo. Muchos ya veían a la canarinha con la copa, primera vez llamada copa Jules Rimet, bajo el brazo. el General Mendes de Moraes, en su charla previa al partido, los dio ya por campeones, y varios diarios publicaron portadas que celebraban un título que aún no se había producido. El 16 de julio iba a ser el día del triunfo.

Uruguay no se amilanó, y salió al ataque, buscando evitar el destino que habían corrido Suecia y España. Aún así, Brasil presionó, y suyas fueron las mejores ocasiones de la primera parte. No marcaron, y el duelo llegó 0-0 al descanso. La suerte de los uruguayos cambió al comienzo de la segunda, y Brasil marcó el primer tanto del partido. Friaça llevó el júbilo a las gradas del estadio. Ya se veían campeones. Obdulio Varela, capitán uruguayo, sabía que no estaba todo perdido. Tras el gol motivó a los suyos para que salieran a morder al grito de "¡ahora es hora de ganar!". Schiaffino respondió, y en el 66 marcó el tanto del empate. Había partido. 

Entonces, a las 15:34 de la tarde, hora local, Brasil enmudeció. Alcides Ghiggia, fino extremo diestro uruguayo, corrió por su banda y, una vez dentro del área, batió por bajo a Moacir Barbosa. En los once minutos que quedaban, Brasil no consiguió batir a Máspoli. Uruguay, contra todo pronóstico, era campeona del mundo. 

La derrota marcó un antes y un después en la historia del fútbol. 68 años después, el Maracanazo sigue siendo uno de los partidos más citados de la historia. Pero si para alguien fue una fecha clave fue para los brasileños. Muchos aficionados no perdonaron a los suyos que perdieran ese partido. Se sintieron humillados. Buena parte de las críticas las dirigieron hacia el portero, Moacir Barbosa, al que culparon de la derrota. Ese fue su último partido defendiendo la meta de Brasil, y su nivel con Vasco da Gama no volvió a ser el mismo. "La pena máxima en Brasil por un delito son treinta años, pero yo he cumplido condena durante toda mi vida por aquello", dijo, muchos años después del partido. Muchos de sus compañeros tampoco volvieron a jugar con la seleçao. Sólo cuatro jugadores repitieron en la convocatoria del Mundial de 1954.

Probablemente, Brasil 1950 no fue el mejor Mundial. El año, todavía muy cerca del final de la sangrienta guerra, impidió que muchas de las grandes selecciones estuvieran. El anfitrión, Brasil, intentó compensar con ilusión su frágil economía y su joven democracia, pero, como a su selección, se le acabó viendo las costuras. Eso no impidió que sobre el cesped estuvieran algunos de los mejores del mundo, ni que se presenciasen grandes partidos. Victorias abultadas y derrotas históricas. Pero, sobre todo, no impidió que se marcase uno de los goles que más han moldeado la historia de fútbol. Un 16 de julio de 1950, Ghiggia marcó un gol que lo cambió todo.

El gol de Ghiggia silenció Brasil  |  Fotografía: FIFA
El gol de Ghiggia silenció Brasil | Fotografía: FIFA