Dicen que jugar en casa es uno de los factores más importantes en el fútbol y, por lo que a Francia respecta, esta información le viene como anillo al dedo. 60 años después de la celebración de un mundial en dicho país, los galos volvieron a repetir, esta vez en 1998. Y es que la selección local logró ser la campeona por primera vez en la historia. Por su parte, España no consiguió pasar de la primera ronda, después de realizar una fase desastrosa que les dejó fuera del mundial. Probablemente ese fuese el principio del fin para la Roja, aunque nadie puede saber con certeza qué fue lo que ocurrió.

La celebración en tierras francesas no fue un proceso sencillo. Lo cierto es que tanto Marruecos, como Suiza, Inglaterra y Alemania quisieron realizar este campeonato mundial dentro de sus fronteras, aunque estas últimas, finalmente, retiraron su candidatura por distintos motivos internos dentro de cada país. Finalmente, Francia fue la elegida en detrimento del ya mencionado Marruecos, por una diferencia de cinco votos. Y parece que los locales finalmente agradecieron esta decisión, ya que lograrían tocar la gloria en su propio país.

En cuanto a tarjetas rojas y a diversos incidentes, es importante destacar el hecho de que se llegó al record en el número de expulsiones, llegando a registrar hasta 21, una cifra que no sería superada hasta la llegada del mundial de Alemania 2006. Además, la mascota del torneo fue Footix, un gallo azul, que es símbolo del país, y que tuvo gran relevancia durante aquellos meses.

El Stade de France, una maravilla del fútbol

Probablemente uno de los factores a favor del hecho de que finalmente fuese Francia la elegida, haya sido la maravillosa infraestructura que tienen en cuanto a estadios. Ninguno de los diez elegidos tenía un número de capacidad inferior a los 30.000 aficionados, algo que acrecentaba la ilusión de la afición de poder presenciar el gran fútbol que su selección desplegaría durante el mejor mes de cada cuatro años para los aficionados a este apasionado deporte.

Entre ellos se encontraba la infraestructura que, en un futuro muy cercano, tomaría el nombre de Stade de France, situado a las afueras de París, y que terminó convirtiéndose en uno de los estadios más reconocidos, no solo a nivel europeo, si no también mundial. Tiene un aforo de 81.338 especrtadores, siendo el que más aforo acoge de todo el país galo, y quedó inaugurado, precisamente, contra la Selección Española el 28 de enero de 1998.

En cuanto al último mundial del siglo XX, acogió un total de nueve partidos, coincidiendo en él la semifinal que jugó Francia contra Croacia, en la que ganaron los locales por 2-1, y la gran final, el acontecimiento del año y de los últimos tiempos en el mundo del fútbol: la final entre los locales y Brasil. El Stade de France fue fiel y digno testigo de cómo su Selección tocaba el cielo, mientras un país entero celebraba la magia de sentirse campeones del mundo.

Para los enamorados del fútbol, es una maravilla a la vista. Los aficionados pueden gozar de los partidos más importantes para Francia, porque los estadios emblemáticos deben reservarse para los partidos con mayor trascendencia. Y, desde luego, este es una maravilla para la vista de cualquier futbolero.

La coronación después del desastre

La Selección Francesa estaba atravesando uno de los peores momentos de su historia, por no asegurar que fue el peor de todos ellos. A pesar de que la de su propio país en 1998 fuese la décima participación en un campeonato de este calibre, lo cierto es que llegaban tras atravesar una situación de los menos ventajosa. Y es que, ni en el mundial de 1990, ni en el de 1994 lograron clasificarse.

Precisamente por eso, y por ser los anfitriones, tenían una deuda pendiente, algo que les aseguraba que tenían que vencer. Llegaban en el décimo puesto en el Ranking FIFA, pero nada les pararía hasta alzarse con el título mundial.

Aimé Jacquet llevó a Francia hasta lo más alto frente a un país entero que se había congregado en las calles de las ciudades más importantes (y también de las que menos, porque eso es lo que consigue el fútbol, unir vidas, sentimientos y momentos), para ver como se alzaban con el mayor trofeo jamás conseguido. Y todo eso se consiguió gracias a la victoria por tres goles a cero frente a Brasil.

El capitán del equipo, Deschamps, y Zinedine Zidane, ambos militantes en la Juventus de Turín, y Henry, delantero por aquel entonces del Mónaco, lideraron a un equipo que se consideró capaz de todo en su propio estadio, su país, con su gente. Porque ellos, junto con la igual importancia de sus compañeros, hicieron llorar a las calles de París, o de cualquier rincón de Francia. Y precisamente porque el fútbol es magia.

España, el mundial del desastre

Parecía difícil antes de que el árbitro pitase el inicio del primer encuentro del mundial, pero lo imposible se volvió un hecho. Y es que, con Javier Clemente al timón del barco español, terminó eliminado en primera ronda, después de haber conseguido llegar como líder invicto del grupo VI de la UEFA, en la que habían tenido que enfrentarse a equipos como República Checa, o Malta.

Sin embargo, terminó tercera de grupo tras haber perdido contra Nigeria, empatado contra Paraguay y, aunque sin tener ningún valor, ganando a Bulgaria y quedando así eliminada de la cita mundial.

Eran los tiempos de grandes nombres propios, como el de Raúl, al que aún le quedarían muchos años por delante, Abelardo Fernández, Morientes o el propio Fernando Hierro, que ejerció de capitán durante todo el proceso. Los jugadores, cuerpo técnico y afición sabían que no tendría que haber acabado así, y la sensación de vacío se sintió rápidamente.

Esto supuso un cambio en la mentalidad de la Selección Española, aunque no demasiado rápido. Aún quedarían unos años, pero que nadie olvide que la Roja es campeona del mundo y Doble de Europa, aunque por aquel entonces, ni siquiera podían imaginarlo.