La selección Suiza se encomendó a la remontada para aferrarse a las posibilidades de supervivencia en el Mundial. Serbia comenzó dominando, pero con el paso de los minutos los suizos fueron creciendo hasta lograr el segundo tanto en los instantes finales. Shaqiri mostró en su eufórica celebración la importancia que acogía la victoria para su equipo.

El partido estuvo marcado por su presencia. Conducciones imparables, desequilibrio letal y combinaciones que dejaban patas arriba a la defensa rival. Además, fue el jugador que más regates realizó a lo largo del encuentro. Todo ello fue la antesala a la pincelada final, el gol. Se recorrió medio campo con un solo objetivo y lo logró. Aprovechó el momento de cansancio y desestructuración que se vivía en la zaga serbia para no fallar ante Stojkovic. Tirando de personalidad, se echó el equipo a la espalda y lo llevó a la gloria.

No obstante, Serbia se marchó con un mal sabor de boca. Un buen comienzo, acompañado del temprano gol de Mitrovic, no fue suficiente para aguantar y anteponerse al alto ritmo al que llevó Suiza el juego. Estos últimos comenzaron a realizar unas ofensivas más precisas y de mayor nivel conforme veían que se les escapaba el partido. Fueron laborando su victoria desde la defensa hasta el último jugador de ataque. En la medular destacó Xhaka. El ‘10’ no solo igualó el enfrentamiento, sino que se asentó como el gestor del juego de su selección. Poco a poco sigue dejando su sello para convertirse en uno de los mejores centrocampistas a nivel Europeo.

En cambio, el nombre que perdió voz fue el de Milinković-Savić. La joven promesa apareció de la misma forma que hizo ante Costa Rica, creando una asociación perfecta con Mitrovic. Siempre buscando balones a la espalda de la defensa para dejar a este último solo ante el guardameta. En la segunda parte el panorama cambió y Milinković-Savić se fue apagando. Por lo tanto, su presencia en ataque no fue similar y el equipo le necesitaba.