Es costumbre ver a los grandes equipos ingleses en la primera plana del fútbol europeo. Todas las portadas tuvieron a Liverpool y su impresionante temporada pasada, en la que alcanzaron la final de UEFA Champions League, ni más ni menos, aunque cayeron con Real Madrid en una noche que fue una pesadilla, debido a la lesión de Mohamed Salah y los groseros errores de Loris Karius, su guardameta.

Lejos de la atención que captan por cualquier motivo clubes como Manchester United, Manchester City, Liverpool, Arsenal o Chelsea, apareció en silencio el Burnley, un equipo que sorprendió durante la última campaña de Premier League y que, gracias al triunfo del equipo de Antonio Conte en la final de FA Cup, logró acceder a los playoff de UEFA Europa League pese a no haber quedado ubicado en las posiciones de clasificación.

En la primera fase clasificatoria les tocó enfrentar ni más ni menos que al Aberdeen, un equipo bastante conocido en el ámbito europeo, que se ha caído en los últimos tiempos. Los dirigidos por Sean Dyche lograron vencer al conjunto escocés y avanzaron hacia la siguiente etapa, donde los esperaba el Istanbul Basaksehir, un ignoto equipo turco.

Turf Moor se preparaba para una gran noche de fútbol europeo, especialmente sabiendo que jamás el Burnley había empatado una serie en su estadio, con seis triunfos y sólo una derrota, ante Eintracht Frankfurt, que acabó con su racha de competiciones europeas en 51 años.

Dominio pero sin puntería 

Pero los grises nubarrones comenzaban a cernirse sobre su cielo al pensar en un escenario tan intenso y lleno de presión como los penaltis, ya que, si el marcador de 0-0 conseguido en la ida se repetía, era muy probable que el duelo acabase por dirimirse en los lanzamientos de pena máxima.

Los ingleses sólo necesitaban un gol que se les negó durante todo el tiempo reglamentario. En la primera etapa lograron dominar ampliamente el trámite del partido, contando con varias ocasiones para abrir el marcador a su favor. Sin embargo, las chances se sucedieron, la puntería no se afinó y los nervios comenzaron a imperar tanto en el campo como en las gradas, donde se podía observar a aficionados expectantes y desesperados.

Del otro lado del campo, poco y nada para una escuadra turca que se conformaba con cambiar la racha de siempre recibir goles en contra durante sus partidos como visitantes. Los turcos esperaron a que Burnley hiciera todo el trabajo sucio, intentando aprovechar algún posible contragolpe o jugada a balón parado.

Las enormes diferencias comenzaron a sentirse, producto de la presión incesante del equipo inglés en las primeras líneas de su rival, motiva de que el guardameta fallase constantemente al intentar jugar el balón con sus pies. De esta forma, Burnley desperdiciaba chances pero rápidamente recuperaba la posesión gracias a un trabajo arduo y desgastante, que lejos estaba de dar sus frutos cada vez que se acercaban a la portería.

Esos errores en zona de definición valieron que el marcador haya quedado igualado, dándole demasiado premio al visitante. Sin embargo, volvió a aparecer un héroe inesperado, al igual que ante Aberdeen: Jack Cork. Tras reemplazar a Westwood en el final del tiempo reglamentario, el capitán definió de forma excelsa en el inicio del tiempo extra tras una asistencia de Jeff Hendrick, dándole así la ventaja al Burnley.

Ben Gibson y Joe Hart tuvieron su debut en Turf Moor, donde completaron una buena actuación, especialmente la del guardameta, quien tuvo algunas interesantes intervenciones en el final del encuentro, evitando así la caída de su valla, manteniendo su invicto de tres partidos sin recibir goles.

De esta forma, la victoria del Burnley quedó consumada y los de Sean Dyche viajarán a Atenas la próxima semana para enfrentar ni más ni menos que a Olympiakos, buscando vencer a la escuadra griega para lograr acceder a la fase de grupos de la UEFA Europa League.