Te suena el teléfono. No sueles contestar a las llamadas, pero esta vez -no sabes por qué- haces una excepción. Al otro lado, una voz te da la noticia que llevabas esperando toda una vida, vas a jugar en un equipo importante. Comienzas a entrenar y, al principio, te cuesta entrar en la dinámica del grupo. Sin embargo, te acabas adaptando y terminas siendo fundamental en la consecución de un título. Te resulta familiar, ¿verdad? Seguro que -como cualquier niño- alguna vez lo soñaste. Porque la vida son sueños y, por lo que parece, hay ocasiones en las que se hacen realidad.

La final de la Supercopa de Europa se podría resumir en un cúmulo de historias inverosímiles. El ascenso de Adrián San Miguel, que ha pasado de estar sin equipo a ser el héroe de todo un Liverpool; las apariciones de Mount y Abraham; el fantástico encuentro realizado por Pedro Rodríguez con 32 años de edad; y la imagen de Lampard, perdedor -una vez más- de un título europeo en la tanda de penaltis. 

Unos fabulosos 120 minutos que valieron para que el Chelsea recuperase sensaciones después del 4-0 que le endosó el Manchester United el pasado fin de semana y, cómo no, para confirmar al Liverpool como uno de los mejores equipos de Europa. El conjunto dirigido por Jurgen Klopp actuó de inicio con un 4-3-3 en el que -como principales novedades- Chamberlain se situaba de extremo izquierdo y Joe Gomez de lateral derecho, dejando fuera del once a Firmino -que más tarde sería determinante- y a Arnold. Por su parte, Lampard copió el dibujo del técnico alemán y decidió apostar por un Pulisic - Giroud - Pedro como tripleta ofensiva.

Sorpresas en la primera parte

La capacidad para atacar sin espacios donde correr siempre había sido una de las dudas con respecto al Liverpool y, durante el primer tiempo, esas dudas se justificaron. Los de Klopp fueron prácticamente incapaces de ser verticales -salvo en un mano a mano de Salah-. Henderson y Milner llegaban constantemente al área, pero no había nadie sobre el que girar y, ahí, los 'reds' comenzaron a sufrir. Además, Sadio Mané tuvo que actuar como teórico delantero centro y se le notó un tanto incómodo.

Por su parte, el Chelsea dejó buenas sensaciones durante los primeros 45 minutos de la mano de un excelso Pedro Rodríguez y de un superlativo N'Golo Kanté. El canario se mostró activo en todo momento y dejó muestras de su calidad técnica. Mientras tanto, el francés realizó un partido impresionante en el corte, la llegada y la organización. Además, los pupilos de Frank Lampard consiguieron adelantarse antes del descanso gracias a un gol de Giroud, que cruzó un balón en el área para batir a Adrián San Miguel.

Todo cambió con la entrada de Firmino

El atacante brasileño modificó todo cuanto había sucedido en el verde durante su ausencia. Los apoyos y desmarques del ex del Hoffenheim son de otro nivel. Mejoró una barbaridad a sus compañeros -sobre todo a Mané- y, a partir de él, el Liverpool comenzó a cimentar su intento de remontada. De hecho, el empate del senegalés llegaría en el 48' a pase de Firmino. Además, una combinación entre ambos futbolistas pondría el 2-1 en el marcador en el 95' -ya en la prórroga-.

Lampard reaccionó introduciendo en el campo a Mason Mount y a Tammy Abraham, dos proyectos de futbolistas ilusionantes que rindieron considerablemente bien durante el tiempo del que dispusieron. El media punta generó varias ocasiones gracias a su habilidad; y el espigado atacante fue un incordio para los centrales. De hecho, provocó el penalti que, al ser transformado por Jorginho, daría la oportunidad al equipo Londinense de ganar el título desde los 11 metros.

Como casi siempre, la experiencia se impuso a la juventud en los penaltis

Las tandas de penaltis son un momento para el que ya no importa tanto el fútbol, como sí la cabeza. Y quizás, aquí, un exceso de sueños condenó al bueno de Abraham. O quizás fue lo contrario. Quizás Adrián soñó más que él y por eso lo paró. Quién sabe.