Es un tópico, pero al Liverpool se le está poniendo cara de campeón. Esa mirada de saberse capaz de todo, el cuerpo relajado ante los minutos finales o acciones al límite que, no sabes por qué, siempre te favorecen. El que haya ganado -aunque sea en una liga de barrio- algún tipo de campeonato, es consciente de que, cuando vas a vencer, simple y llanamente lo sabes. Lo sientes. Ves al rival acercarse a tu portería libre de marca y solo puedes pensar en capturar el rechace porque, ya sea trastabillándose con las cordoneras de sus botas o dándole un ataque de ansiedad en medio del encuentro, va a acabar errando la ocasión.

El Liverpool no fue claro merecedor de la victoria en Stamford Bridge, pero a quién le importan los merecimientos. Hoy, los aficionados del Chelsea harán el camino de vuelta a sus respectivos hogares con la certeza de que, si bien su equipo propone un fútbol francamente atractivo, no es capaz de vencer en encuentros frente a conjuntos del Big Six -ya salió derrotado en la primera jornada por 4-0 frente al Manchester United-. Mientras tanto, en los bares de Liverpool sonará a viva voz el You'll Never Walk Alone, las cañas volarán al son de los Beatles y, al contrario que con el club londinense, se tendrá la certeza de que en los momentos importantes el conjunto red es capaz de ofrecer el do de pecho. 

Las alineaciones son un reflejo de la situación de ambos conjuntos

Qué sencillo resulta recitar el once tipo del FC Barcelona de Guardiola que gana, por ejemplo, la Champions de Roma y, por el contrario, qué difícil es acordarse de los futbolistas que conformaban las alineaciones de Rijkaard en su último año en el Camp Nou. La continuidad en la selección de los jugadores crea confianza, compenetración y, lo que es más importante, sistema. El Liverpool está en ese punto. El aficionado conoce a la perfección cuáles son las preferencias de Klopp y, aunque pueden variar un par de futbolistas, casi siempre es el mismo equipo, con el mismo esquema, los mismos matices y los mismos recursos.

Sin embargo, el proyecto del Chelsea está algo más verde en ese sentido y lo que se está pudiendo observar en este inicio de competición es que Lampard todavía no tiene ni once, ni sistema de confianza. Los blues han llegado a disputar encuentros en 4-2-3-1, 5-2-2-1 -últimamente venían actuando con esta formación- y, al igual que frente al Liverpool, en 4-3-3.

La supuesta recuperación de Emerson -que ha tenido que salir sustituido debido a una lesión a los 15 minutos de juego- ha permitido a Lampard volver a la defensa de cuatro -su idea original-. Además, el Chelsea ha matizado bastante el sistema; sobre todo en fase ofensiva y en salida de balón. Cuando alguno de los centrales poseía el esférico en el inicio del ataque, el original 4-3-3 se convertía en una especie de 4-2-3-1 en el que Kanté se soltaba y se acostaba en la banda derecha para dejar en doble pivote a Jorginho y Kovačić -dos futbolistas con más claridad en la organización-. En adición, cuando los blues conseguían asentarse en campo contrario, eran los laterales los que ocupaban posiciones de extremo -sobre todo Marcos Alonso en izquierda- con Mason Mount y Willian apareciendo en labores de media punta.

El Liverpool fue claramente superior en las áreas

Las áreas son las zonas del campo en las que más conviene estar acertado si se pretende ser competitivo en un deporte como el fútbol. La propia y la rival. Un conjunto ganador ha de ser dominante en ambas si desea alzarse con la victoria. Un fallo en la finalización, un error en la marca o una pifia del portero. Todo lo verdaderamente relevante ocurre dentro de esa caja. Como en el gato de Schrödinger, es imposible saber si estás muerto o vivo hasta que la abres y contemplas el resultado.

El Liverpool acertó cuando se adentró en el área defendida por Kepa Arrizabalaga y, lo que es mejor, ni siquiera le hizo falta generar en demasía para matar. Tres tiros, tres a puerta y dos goles. La efectividad por bandera.

El primero de los tantos reds llegó a través de un golpeo fabuloso de Alexander-Arnold en un libre directo -que pasó a ser indirecto por el toque de Salah- en la frontal del área. 

Para narrar el segundo hay que citar primero que, en el área, al igual que se acierta, también se falla. El Chelsea cometió un error garrafal en la marca de Bobby Firmino, que cabeceó absolutamente solo una falta botada por Robertson. Además, parece que los pupilos de Lampard visitaron la feria antes de desplazarse a Stamford Bridge. La mira de sus rifles -sobre todo del de Abraham, que falló varias oportunidades en boca de gol- estaba desviada. No obstante, hubo alguien que se quedó en casa, Kanté realizó un eslalon propio de su antiguo compañero Eden Hazard y clavó un derechazo en la escuadra de la portería defendida por Adrián.

Partido sublime de Alexander-Arnold

Los laterales del Liverpool ofrecieron en Stamford Bridge una clase magistral. En concreto, Alexander-Arnold realizó un encuentro fabuloso. El joven inglés es un futbolista con una cantidad de registros inmensa: es rápido, ostenta un golpeo que poco tiene que envidiar al de los grandes atacantes del fútbol inglés, es aceptable a nivel defensivo y se ha destapado como un magnífico lanzador de los Salah, Mané y Firmino desde el puesto de lateral. 

Cara de campeón

Quizás el partido del Liverpool no fuera ampliamente superior al del Chelsea. Quizás tiraran tres veces a puerta y marcaran dos goles. Sin embargo, ahí va el tópico de nuevo, un campeón gana hasta cuando no juega bien. Por ello, esta noche en las calles de Liverpool sonarán gargantas desgarradas recitando el You'll Never Walk Alone y, cómo no, los bares se quedarán sin suministros de cerveza.