Anfield se vistió con sus mejores galas para recibir al Racing Genk, aunque la noche no lo exigiera. The Kop cantó el You'll Never Walk Alone como en cada partido, aunque, a priori, no hiciera falta. Puede que incluso lo hiciera un poco más fuerte, con más sonoridad, con más bravura. Al fin y al cabo, el cántico debía llegar hasta Manchester y, aunque tampoco es una ciudad excesivamente alejada de Merseyside, son kilómetros y kilómetros los que han de recorrer las hondas sonoras. En Anfield se jugaba un partido de fútbol, pero nadie pensaba en ese partido de fútbol. Lo importante llegará el sábado y, el del Genk, solo era un encuentro para calentar la voz.

El Liverpool realizó un partido insultantemente sobrio. Da la impresión de que los futbolistas reds asumen que van a vencer, es como si lo supieran. Aunque el partido torne en adverso, no se ponen nerviosos; miran a Klopp, escuchan a Anfield y a seguir, como si de un partido en el patio del colegio se tratase. Además, su rival en la noche de ayer -KRC Genk- se mostró como lo que es, un conjunto lleno de jóvenes futbolistas que, en estos momentos, no están preparados para competir al máximo nivel continental. 

Klopp dejó claro desde el principio que lo importante era el partido del domingo pero que, al mismo tiempo, habían de ganar su compromiso europeo. Es por ello que alineó una mezcla de titulares y suplentes con Van Dijk y Salah como máximos estiletes. Oxlade-Chamberlain entró como falso nueve en un 4-3-3 con Origi escorado en la banda izquierda. Por otra parte, Fabinho fue -una vez más- el pivote elegido por el entrenador alemán para cubrir las espaldas de Keïta y Wijnaldum, que se pasaron el encuentro mezclando alturas. 

Mientras tanto, el Genk saltó al terreno de juego con un 5-3-2 en el que Ito y Samatta intentaban -normalmente sin éxito- otorgar a sus compañeros los metros que necesitaban para descansar del bloque bajo en el que estaban sumidos. El conjunto belga marcha octavo en liga y no termina de optimizar las piezas de calidad de las que dispone. Contra el Liverpool, por ejemplo, Ianis Hagi -hijo de la leyenda rumana Gheorghe Hagi y una de las grandes sensaciones del último europeo sub21- y Bongonda -futbolista con experiencia en España- fueron suplentes.

Oxlade es un gran futbolista

No fueron muchas las claves que llevaron al Liverpool a alzarse como vencedor en su duelo frente al Genk. Al fin y al cabo, tampoco es que el conjunto belga mostrase una oposición real. No obstante, el factor diferencial más evidente fue Oxlade-Chamberlain. El futbolista inglés realizó un partido excelso como falso punta y, a través de su juego, el Liverpool consiguió acercarse a la victoria.

Oxlade aceleró todas las jugadas que pasaron por sus pies y, además, las dotó de una determinación de la que carecían en un principio. Mediante conducciones que recordaron a sus tiempos como extremo puro en el Arsenal o a través de apoyos y descargas más propios de Firmino, el británico demostró que es un grandísimo jugador del que, debido a una grave lesión, el aficionado medio se había olvidado. Y es que, cabe recordar que el internacional inglés era titular como interior en el Liverpool que llega a la final de la Champions League frente al Real Madrid -aunque no diputó la citada final porque ya estaba lesionado-. Por si fuera poco, redondeó su excelente noche con un gol que dio los tres puntos a su equipo en el minuto 53.

EL Liverpool volcó el juego al sector izquierdo

El Liverpool consiguió asentarse constantemente en campo rival a través del triángulo formado por Milner, Keïta y Origi. El delantero belga se acostaba permanentemente en la banda izquierda para, desde ahí, aguantar balones de espaldas y permitir las subidas del inglés y los apoyos del guineano . Era entonces cuando, tras haber juntado una serie de pases en ese sector, se abrían varias posibilidades: cambiar el juego al otro costado, donde esperaba Salah con el cañón cargado para disparar; lanzar en profundidad a una posible subida de Milner o, de igual manera, buscar los desmarques de Oxlade.

De hecho, el gol que abrió el marcador llegó a través de una subida de Milner habilitada por Origi. El todoterreno inglés centró un balón al primer palo que, tras un rebote, quedó muerto en los pies de un Wijnaldum que no perdonó.

Qué bonito es el fútbol

Es un tópico, pero el fútbol es, prácticamente, el único deporte al que puedes ganar siendo realmente inferior durante el transcurso del encuentro. El Genk lo fue y, aún así, se marchó al descanso con un empate en el marcador gracias a un córner aislado cabeceado por Samatta. Y no solo eso, sino que al final de la primera parte dispusieron de opciones reales para adelantarse en el marcador.

No obstante, lo que se vivió en Anfield fue otra clara demostración de por qué el fútbol es el deporte rey. En un encuentro que no pretendía ser más que un simple trámite para el Liverpool, 54.000 personas cantaron como si les fuera la vida en ello y, lo mejor, es que el objetivo no era -que también- el partido de anoche. Todo llegará el domingo, todo llegará.