En el año 1963 se disputó la primera temporada de la liga de fútbol profesional unificada de Alemania. Dieciséis equipos, elegidos por su situación geográfica, economía e historia participaron en, la así designada, Bundesliga.

Uno de estos clubes fundadores es nuestro primer protagonista en esta sección que pretende, como Marty McFly, regresar al pasado para conocer el presente. Si conocer es recordar, según la tesis platónica, la existencia depende, en cierta medida, de tal capacidad memorística. Bien lo sabe el F.C. Nürnberg, una entidad que ha sabido hacer de su fortaleza su particularidad.

Antes de dar comienzo la competición que todos conocemos y amamos, la entidad bávara reinaba en la zona meridional al imponerse en once torneos que, por aquel entonces, se planteaban según distintos niveles regionales de acuerdo a la división territorial que presentaba el país. Siendo uno de los conjuntos más importante de la nación, tras lograr hasta ocho campeonatos de Alemania (contienda donde los campeones de cada zona se enfrentaban), su inclusión en la nueva composición vislumbraba un camino lleno de éxitos.

En lo referente a sus logros en la DFB-Pokal (copa que antes se designaba con el nombre de Tschammerpokal), donde haremos hincapié en uno de ellos, sus vitrinas relucen gracias a los seis galardones que exhiben (1935, 1939, 1961-62 y 2006-07). Será, tomando como referencia esta última hazaña y gesta, donde aparquemos el coche que tiene como destino el pasado.

  • Un pequeño repaso a "Der Club"

Localizada en la Franconia Media, Núremberg ha sido un punto estratégico a nivel político. Tras ser uno de los principales centros neurálgicos del Sacro Imperio Germánico, como del gobierno totalitario de Hitler, la ciudad es reconocida por ser la sede de los históricos juicios que se llevaron a cabo al final de la Segunda Guerra Mundial.

La localidad, ubicada a orillas del rio Pegnitz, vería como en el 1900 dieciocho jóvenes apasionados del esférico creaban la entidad que recibiría el nombre que aún mantiene. Tal y como recitaba Eduardo Galeano: “Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo”.

Y así fue, el F.C. Nürnberg sobresalió y dominó el desafío local hasta el 1930. Con el apodo de Der Club (el club), por su estilo de juego en el campo y por la fidelidad de los suyos, el movimiento no paraba de crecer y, a medida que aumentaba la exigencia competitiva, la rivalidad con el SpVgg Greuther Fürth se hacía cada vez mayor. Un antagonismo que persevera en el presente, siendo el derbi que todos los aficionados esperan. Después de su título en 1927, el organismo pasó unos años de sequía. Los resultados no volverían hasta antes de terminar la Segunda Guerra Mundial, racha que se mantuvo con algún altibajo después de dicha contienda bélica de carácter internacional. Un último galardón en el año 61 permitía al F.C. Nürnberg entrar en el selecto grupo de los dieciséis participantes de un certamen que ejemplificaba los cambios geopolíticos que había sufrido el país. La creación del nuevo formato volvía a refutar aquella tesis que sitúa al deporte como un fenómeno, como una institución que tiene como fin prioritario la implantación de un mecanismo que fuera sustitutivo del acto bélico, de la guerra.

Lo ocurrido en el 68 y al año siguiente, evidencia la convulsa historia en la que el equipo se sumió. Un cúmulo de logros que pasan a ser desgracias a los pocos meses.

Ulteriormente, luego de ganar su única Bundesliga (1968), de alcanzar la ansiada pole position en la quinta jornada de liga, plaza que no perderían, los cambios en la configuración de la plantilla llevados a cabo por el que era su entrenador, Max Merkel, tuvieron como resultado el descenso a los infiernos. Pasarían nueve años hasta que los Cluberer, según se les denomina a los hinchas, vieran a sus futbolistas en la cima del balompié alemán. Desde entonces, la agrupación ha alternado ambas divisiones, incluido algún instante crítico como en el 95 donde, por problemas financieros, se les penalizó con seis puntos en la clasificación. Una losa que fue demasiado pesada.

Los fieles que acuden en masa al Max-Morlock-Stadion./ Fuente: Getty Images.
Los fieles que acuden en masa al Max-Morlock-Stadion./ Fuente: Getty Images.
  • Un último tango en... Berlín

En la 2005/6, una vez conseguido el ascenso, el club obtuvo la permanencia; sin saber que la siguiente temporada quedaría guardada en la retina de todos los simpatizantes de este histórico venido a menos. Otra vez, como ya ocurriera en otrora, un gran año dejaría paso a la tormenta, a la catástrofe.

En lo que es, hasta el momento, su más reciente título, el F.C. Nürnberg viviría un sueño, un último baile en Berlín. El Olympiastadion, con capacidad para 75.000 personas, sería el coliseo donde los gladiadores se impondrían por 3-2 ante el rival más temible de la división, el VfB Stuttgart. Un púgil que ese mismo año se consagraba, contra todo pronóstico, como campeón de liga; llegando, de este modo, con el cartel de principal favorito y la vitola de campeón. Con jugadores como Sami Khedira o Mario Gómez, la victoria conseguida en la prórroga puede definirse como una auténtica epopeya.

Llevados por la batuta de su director, Hans Meyer, los nuremburgueses superaron seis rondas antes de llegar al feliz desenlace. Desde su sólida defensa, sólo encajaron treinta y dos goles en competición local y únicamente tres en copa, encaraban los partidos sabiendo que, si lograban marcar un tanto, pasaban a ser dominadores, no del esférico, pero sí en cuanto al manejo del tempo. Ese “otro fútbol” lo dominaban a la perfección, combinando juventud con veteranía. A destacar los nombres de: Javier Pinola (que acabó siendo una leyenda con 286 encuentros en su haber), Marek Mintál, Ivan Saenko, Tomás Galásek o Andreas Wolf. Unos hombres que siempre serán recordados porque eternamente serán citados, es decir, porque perpetuamente serán percibidos.

Hans Meyer, el entrenador que llevó al F.C. Núremberg a ganar su último título. / Fuente: Getty Images
Hans Meyer, el entrenador que llevó al F.C. Núremberg a tocar el cielo. / Fuente: Getty Images
  • Buenas noches, y buena suerte

El viaje homérico con destino a la capital se inició ante un rival de baja categoría. El 9 de septiembre de 2006 daba comienzo la historia, en un terreno de juego, el del Cloppenburg, donde el Núremberg dejaba claro que su objetivo pasaba, en todo momento, por ganar (sin preocuparse en exceso por la imagen o las formas). Con un austero 0-1, el equipo mantenía el barco a flote.

Su segundo oponente era un conjunto de mayor nivel y recorrido, el correoso SC Padeborn 07, jugando como local, se adelantaría en el marcador en el minuto 60', pero, tirando de casta, los visitantes remontarían con dos tantos; el primero de ellos, en el 82' y cuando el reloj marcaba el minuto 93', el esloveno, Robert Vittek, en lo que sería su único gol en toda la travesía, lograba llevar el balón hacia el fondo de las mallas.

Los octavos de final de la DFB-Pokal coincidían con el mes de diciembre. Cerrando el año, el F.C. Nürnberg, jugando de local por primera vez en lo que iba de torneo, vencería en otro cruce, “a cara de perro”, al Unterhaching. Un modesto que vendió cara su derrota. Der Club se impuso en una pena máxima donde la gran actuación de los porteros y los errores en el lanzamiento fueron la tónica. Por un ajustado 2-1, el camino comenzaba a adquirir tintes épicos.

Sólo dos clubes se interponían en su viaje hacia el desenlace. Dos rivales “de talla” como lo eran el Hannover 96 y el Eintracht Frankfurt​​. Nada cambió entrado el año 2007, ante la capital del estado de la Baja Sajonia, los de Mayer se llevaron la victoria en la muerte súbita. Como curiosidad, en esta ocasión, el titular en el arco fue Raphael Schäfer; portero habitual en liga que no fue el elegido frente al Unterhaching. Con la seguridad de ser un grupo solvente desde los once metros, esperaban el envite que se disputaría en el Max-Morlock-Stadion contra los afincados en Frankfurt. Se preveía un partido igualado con dos agrupaciones poco dadas a llegar a estas fases finales, sin embargo, el devenir del mismo fue muy distinto. Goleada por 4-0 con la ciudad de Baviera volcada con los suyos.

  • David contra Goliat

Solo un enemigo, el temido VfB Stuttgart, se imponía en la senda a la gloria. Saltaron a la superficie con su clásico 4-2-3-1, un once que se componía de los siguientes héroes: Schäfer, Reinhardt, Wolf, Nikl, Pinola, Galásek, Engelhardt, Mintál, Saenko, Kristiansen y Schroth. Con un doble pivote que tenía la función de tapar las líneas interiores para que ni Da silva (titular en detrimento de Gómez), ni Cacau recibieran con opciones de encarar a los centrales. Para más inri, tras una jugada donde los bávaros no fueron contundentes, Cacau ponía el primero en el marcador. La alegría a los representantes del estado de Baden-Wurtemberg solo les duraría siete escasos minutos, ya que en un robo agenciado por la presión, con posterior apertura a banda, Marek Mintál remachaba un preciso centro raso. Antes del descanso, ocurrió algo que cambiaría el transcurso de la batalla, el delantero brasileño de nacionalidad alemana, goleador previamente, tuvo que abandonar la hierba berlinesa por una agresión que le costaría la tarjeta roja. Con el empate, todo se decidiría en el segundo periodo.

En esta mitad, el primero en adelantarse fue el finalista que partía como perdedor. Un córner perfecto fue cabeceado de forma implacable por el pivote Marco Engelhardt, desatando la locura en las gradas. Con inferioridad, Armin Veh pasaba al ataque metiendo a su máximo goleador al verde. No fue hasta las postrimerías del encuentro, donde una mala salida del cancerbero, Raphael Schäfer, provocaba un penalti que el mexicano, Pavel Pardo, se encargaría de transformar. Con el dos a dos se llegó al término del tiempo estipulado.

Hasta que, en el 108', apareció la obra de arte perpetrada por Jan Kristiansen. El cansancio hacia mella en ambos contendientes, pero en una última jugada aislada, el balón le aterrizó al danés que, escorado en banda, inició una conducción con el objetivo de llegar al carril central para, a partir de ahí, soltar un latigazo desde más allá de la frontal del área que acabó colándose por la escuadra de la meta defendida por el ex del Valencia CFTimo Hildebrand. Un soberbio tanto que les otorgaba el merecido premio. 

  • La condición humana

Como son las cosas, el F.C. Nürnberg, además de conquistar la Copa de Alemania, hizo un gran papel en Bundesliga, donde al finalizar en sexta posición, obtuvo el pase a la primera ronda de antigua UEFA. Un año mágico que se vio, en cierta medida, empañado por un trágico descenso en la temporada posterior. Una historia de vaivenes y sinsabores en un deporte que sirve como metáfora para entender el día a día de muchas personas.

Por ello, habría que recordar la época en la que el psicólogo, Viktor Frankl, se preguntaba, en su mítica obra "El hombre en busca de sentido", cómo los humanos logramos luchar a pesar de sufrir el peso de todas las situaciones vejatorias que puedan acontecer diariamente. Es decir, de qué manera el humano es capaz de soportar lo inhumano. Desde el campo de concentración en el que le tocó pasar diversos años, Frankl llegó a la conclusión de que “el hombre que tiene un por qué vivir, puede soportar cualquier como”.

Quizás el fútbol no sea la respuesta definitiva a la pregunta sobre el sentido de la vida, pero lo que queda claro es que este deporte nos recuerda que, en la vida, a pesar de los pesares, los recuerdos ilustran pequeñas situaciones donde, alguna vez, estuvimos vivos.