Estadios lujosos, gradas repletas, colorido, buen ambiente durante los partidos y calidad sobre el terreno de juego. La Copa Confederaciones que vemos por televisión es distinta a la que se está viviendo por las calles de Brasil. Los brasileños han aprovechado el tirón mediático que supone la celebración del torneo para protestar de todos los males que acechan a su población.

De esta forma, anoche 100.000 personas en Río de Janeiro, 65.000 en São Paulo y decenas de miles en ciudades como Brasilia, Porto Alegre, Fortaleza, o Belo Horizonte salieron a las calles en manifestaciones en las que se reivindicaban, entre otras cosas, mayores derecho sociales, una educación de calidad para los brasileños, mejoras en la sanidad pública o un descenso de la corrupción en el país. El gasto excesivo en las infraestructuras para la organización de la Copa Confederaciones, el Mundial de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016 también están acaparando duras críticas: "Sabemos que todo el mundo nos mira y que somos el país del fútbol. Pero no queremos ser conocidos sólo por el fútbol”, explicó uno de los manifestantes al diario El País.

Las protestas ya se hicieron notar en el acto inaugural de la ConfederacionesLas protestas, que se han organizado principalmente a través de Facebook y Twitter, y que por tanto carecen de líderes específicos, ya se hicieron notar el pasado sábado en el acto inaugural de la Copa Confederaciones, cuando el Estadio Nacional de Brasilia abucheó al unísono a Joseph Blatter, presidente de la FIFA, y a Dilma Rouseff, presidenta de Brasil. Estas quejas coincidieron con la manifestación que se llevaba a cabo en los alrededores del estadio y que finalizó con 27 heridos y ocho detenidos.

El clima de reprobación hacia el Gobierno brasileño se inició hace menos de una semana, cuando el Movimento Passe Livre organizó movilizaciones contra la subida de precios en los transportes públicos de São Paulo. A estas reivindicaciones se les fueron uniendo multitud de colectivos y nuevas críticas hasta llegar a la masiva manifestación pasiva de la jornada de ayer por todo el país. El Nigeria - Tahití se vio afectado, puesto que, según la prensa brasileña, hasta 15.000 personas intentaron cortar el paso hacia el estadio Mineorao, en el que se disputó el encuentro. La marcha se vio frenada tras la intervención de la policía, que hizo uso de gas lacrimógeno y pistolas con balas de goma para dispersar a los manifestantes.

Lo cierto es que Brasil, pese a ser un país próspero, con una baja tasa de desempleo y un aumento creciente de la clase media, aún no está a la altura de conseguir los derechos y servicios propios de un Estado desarrollado. Esto se está dejando ver en la propia organización de la Copa Confederaciones que, pese a suponer una inversión de más de 24 millones de euros por parte del Ministerio de Turismo, está recibiendo severas críticas procedentes de la prensa y los propios clubes.

Así, Diego Lugano, capitán de la selección de Uruguay, manifestó a su llegada a Recife, ciudad en la que su país se enfrentó a España, que era increíble que "Uruguay no haya podido entrenar por falta de campos hasta 48 horas antes de su debut. ¡No había un solo césped correcto y disponible en todo el estado! Intolerable".

"El desorden, en fin, es menudo, en líneas generales", dice un periodistaEstas quejas son compartidas por uno de los periodistas del diario Marca, Juan Castro, que expresó en su blog la decepción porque "el tráfico es atroz por estos lares. El aeropuerto funciona peor que mejor. El desorden, en fin, es menudo, en líneas generales. Uno, que había seguido el gran crecimiento de esta nación en los últimos años, esperaba más". Otro redactor del mismo periódico, Javier Estepa, aclaraba que los estadios no están aún al 100%: "El Arena Pernambuco aún está en fase de construcción. No tanto el terreno de juego y las gradas, pero los alrededores y las instalaciones no están aún finalizadas".

La suerte de 15-M que se ha forjado en Brasil bajo el amparo mediático que supone la Copa Confederaciones tiene visos de continuar. Incluso en España, comunidades de brasileños están formando ya grupos de Facebook para organizarse y apoyar las movilizaciones en el mal conocido como "país del fútbol". Aunque las retransmisiones de los partidos nos muestren una Brasil moderna, abierta y Occidental, está claro que no es oro todo lo que reluce.