La agencia con billetes de camino a Brasil cerraba sus puertas. Lo hacía en una noche  en la que miles de apasionados del deporte rey y otros tantos en cada nación que se jugaba su viaje mundialista estarían con los ojos puestos en unos 90 minutos que se vivirían cargados de emoción y nervios. La ilusión de un importante gentío estaba representada en 22 hombres y la alegría de los repescados contrastó con la tristeza de los eliminados.

El empate a cero en la ida en un encuentro en el que Islandia dejó muy buenas sensaciones a pesar de jugar con uno menos una parte importante de un encuentro en el que Croacia no pudo imponer su teórica superioridad, dejó la eliminatoria abierta y la vuelta se esperaría con mayor preocupación.

El problema para unos y la suerte para otros fue que la historia tenía reservada la plaza. El ocaso no estaba para sobresaltos ni sorpresas y se impuso la ley del más fuerte. Desde temprano, ya que el dominio local fue claro en la primera mitad. También durante el partido, con una abusiva diferencia de ocasiones y con una posesión claramente a favor de los capitaneados por Srna.

Mandzukic fue el nombre, brilló y se apagó. Se le reclamaba para que Croacia mejorara y apareció. Los balones lo buscaban y respondió en el 27 al rematar un disparo desviado de Perisic en el segundo palo que supuso el primero y más importante, pero diez minutos más tarde se borraría y sería expulsado. Islandia reaccionaría pero su ímpetu se quedaría en un simple espejismo que se desvanecería tras el paso por vestuarios.

Uno menos, uno más

Los croatas se quedaron en inferioridad numérica en los primeros 45 minutos pero nada podría pararles. Los islandeses no estuvieron a la altura y los locales pronto cerrarían la victoria con el segundo tanto cuando aún se escuchaba el eco del sonido producido por el silbato de Björn Kuipers.

Kovacic querría recoger el testigo de su compañero Mandzukic, caído en combate, y de qué manera, porque cual mago del balón sorprendió a todos con una gran jugada personal desde la izquierda hacia la frontal que finalizó con una asistencia al capitán, Srna, que estrelló el cuero contra las cuerdas para hacer saltar de emoción a los allí congregados.

Tímidos fueron los intentos de los de Lars Lagerbäck que nunca pudieron entrar del todo en el cruce y se subordinaron a un Modric pletórico en la organización y a un Kovacic que todavía tendría algo más que decir. Con un autopase y aprovechando las carencias de los defensores islandeses se deshizo en velocidad de estos para plantarse ante Halldórsson. Definió pero el guardameta le privó de hacer perfecta su velada con la punta del pie.

Olic tampoco querría quedarse en la sombra y decidió representar una chilena un minuto después, en el 59’, de la que sólo se pudo sacar su belleza estética ya que se estrelló en el travesaño y no sirvió para más. Los minutos siguientes fueron muriendo más cerca del 3-0 que del 2-1 pero el marcador no se movería más. El banquillo local y todos sus simpatizantes personificarían la euforia y el término de la batalla llevaría a los Balcanes un sitio en el Mundial de Brasil 2014 para una selección que en las repescas no defrauda.

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