15 de los 23 convocados rusos para la Copa del Mundo juegan en la misma ciudad: Moscú, la capital del país. Dinamo, CSKA, Spartak y Lokomotiv prácticamente copan la lista definitiva de la selección más local de todas -solamente Inglaterra puede competir en este apartado. Tras los descartes de Pogrebnyak (Reading) y Cherysev (Real Madrid), la de Rusia es la única convocatoria para Brasil 2014 formada íntegramente por futbolistas pertenecientes a clubes nacionales. Se trata de un suceso aislado en  el globalizado fútbol moderno pero no tanto en el territorio en cuestión. Sin ir más lejos en la pasada Eurocopa 2012, solamente un componente del combinado de Dick Advocaat (curiosamente los últimos seleccionadores suelen ser foráneos), Ivan Saenko, jugaba más allá de las fronteras estatales.

Límite de extranjeros

En 2013, la Federación rusa estipuló un máximo de siete futbolistas extranjeros (no ciudadanos rusos) alienables en los encuentros de la liga nacional. Hasta entonces el límite era de seis. Esta decisión pretendía potenciar el emergente fútbol ruso, que tiempo atrás ya había adecuado su calendario al del resto de competiciones estatales europeas. Esta medida, en favor de los clubes más adinerados del país, perjudica a los propios jugadores rusos y al nivel del combinado nacional. Capello ha hecho campaña para reducir el límite o fijar una cuota máxima de extranjeros en las plantillas de la PLR.

El límite de extranjeros en la liga rusa se amplió de seis a siete hace algunos meses. Capello apuesta por volver a reducirlo

Aún con esta ampliación, la subsistencia de una normativa en referencia a la limitación de extranjeros es una medida proteccionista sobre el fútbol local. Las fuertes inversiones realizadas en los últimos años por parte de algunos clubes como Zenit o Anzhi, con claras aspiraciones continentales, se ven frenadas, al menos en el campeonato local, por esta reglamentación que defiende y protege el producto local. Y es que dada la necesidad de alinear como mínimo cuatro jugadores rusos, los futbolistas nacionales se revalorizan dentro de sus propias fronteras -algo que no ocurre en otros territorios- con cada buena actuación que realizan. Este hipotético aumento de caché les permite a algunos dar el salto a los mejores equipos del país para competir junto a figuras mundiales (caso de Oleg Shatov en el Zenit, por ejemplo), hecho que mejora el nivel de estos futbolistas y de la selección en general.

Blindaje nacional

Así pues, con el paso de los años y la mejora competitiva de la PLR, los sueldos y el montante en traspasos entre clubes rusos de jugadores locales se ha aumentado de forma evidente. Esta revalorización del mercado local favorece el blindaje de las principales perlas nacionales para clubes foráneos por las altas nóminas y el precio de traspaso, prohibitivo en muchos casos -el Anzhi pagó 19 millones por Kokorin. También ocurre en Ucrania, que del mismo modo que Rusia tiene una de las selecciones top más locales y su Federación mantiene fijado un límite de siete extranjeros. En parte, así se explica que futbolistas como Konoplyanka o Yarmolenko, Dzagoev o el propio Kokorin, no hayan dado el salto a la Europa occidental.

El Dinamo ha incorporado en los últimos meses a Kokorin, Denisov, Zhirkov, Gabulov, Ionov y Kozlov. Junto a CSKA es el club que cede más futbolistas a Capello

El actual Dinamo de Moscú recoge este espíritu proteccionista y antiglobalizador del fútbol soviético y de la normativa sobre el límite de extranjeros con una plantilla, recientemente diseñada, con muchos de los principales jugadores del país. En el último mercado veraniego, el conjunto de Moscú, que en general es el club con mejores sueldos de la PLR, desembolsó prácticamente 60 millones para contratar a Kokorin, Denisov, Zhirkov, Gabulov e Ionov, todos ellos procedentes del Anzhi Majachkalá. En invierno, fichó a Kozlov, otra de las grandes apuestas de Capello, para completar su proceso de rusificación.

Herencia histórica

Tras la caída del muro de Berlín, en plena crisis económica y social en toda la Europa del Este, muchos de los mejores jugadores rusos emigraron hacia clubes de Occidente. (hasta entonces, los futbolistas de Oriente tenían prohibido firmar por equipos de más allá del telón de acero a no ser que recibieran permiso de su entidad). A través de las fuertes inversiones de capital, el fútbol ruso ha vuelto a situarse en el mapa balompédico mundial y ha recuperado parte del esplendor que tuvo durante la época del campeonato soviético.

Este equilibrio entre poderío económico y proteccionismo local evita, sin ningún tipo de coacción de libertad, que la gran mayoría de estrellas rusas fichen por clubes foráneos, situación que recuerda al hermetismo soviético. Es interpretable que la restricción en la alineación de extranjeros, unido a la seductora capacidad monetaria de algunos equipos, tiene como objetivo eludir una hipotética nueva fuga de talentos, como sucediera a partir del 89.

Más allá de estos influjos existen motivos relativos al carácter de la sociedad del país  que favorecen esta Rusia tan local. Las gentes del territorio suelen ser más bien tradicionales poco aperturistas y escépticas con todo lo relacionado con el exterior. Los conflictos en Chechenia y en todo el Cáucaso con motivos étnicos y religiosos han acrecentado un sentimiento patriótico perpetrado por los cosacos (los ultras del Kuban tienen como símbolo la figura de un cosaco de su región). Aproximadamente diez millones de rusos se consideran descendientes de estos pueblos nómadas y bélicos, promotores de la civilización y cultura de la actual Rusia, defensores de la Iglesia ortodoxa y que han combatido con éxito contra los enemigos del territorio (Napoleón, otomanos, etc).

Arshavin, Pogrebnyak y Pavlyuchenko, algunos de los últimos rusos en Occidente, no han tenido el éxito esperado lejos de su país

Este carácter cerrado, forjado en un primer momento por los cosacos, no invita a la emigración de los futbolistas. En la mayoría de los casos, el estereotipo ruso de personalidad fría e inconstante se transmite sobre el terreno de juego. Basta con tomar el caso de Andrei Arshavin, la gran perla de la Rusia 2008, que fichó por el Arsenal a razón de 15 millones de euros. Alternó grandes actuaciones con decepciones y tras haber anotado un póker ante el Liverpool, por ejemplo, terminó abandonando el Emirates por la puerta de atrás.

Radicalización postsoviética

En general las sociedades postsoviéticas no tienden al aperturismo y algunos sectores se han radicalizado hacia la derecha en cuanto a ideales políticos. En cierto modo pues, el comunismo ha extremado este sentimiento patrio y en defensa de la unidad de la nación, y de él aún restan vestigios de ese temor y reticencia a lo yankee y occidental. Un conglomerado de factores y episodios históricos y políticos hacen de la rusa, una sociedad cerrada y proteccionista, enemiga de los enemigos a la patria -que en ningún caso justifica conductas violentas o antidemocráticas- y poco abierta al exterior. Ibrahima Baldé, en una entrevista concedida a Vavel, reconocía que “en Rusia hay más racismo que en España, que la gente es más cerrada y que a menudo te miran mal por tu color de piel”. Este carácter también se transmite a sus gentes y sus futbolistas, no siempre dispuestos a embarcarse pudiendo acomodarse en un campeonato local cada vez mejor.