Una de las narraciones que se quedaron marcados por todos los mexicanos aficionados a su selección se dio por parte del cronista Enrique “Perro” Bermúdez en la justa de Francia 1998. México iba perdiendo 2-0 con Holanda en Saint- Éttiene y parecía que estaba eliminado siendo un rival de carácter y con mucha injusticia. Pero la noticia provino del otro estadio, en el momento más inesperado y con los nervios a tope… el gol coreano empataba el partido contra los belgas y México tenía el pase si ellos aguantaban… mas ese no era el plan tricolor.

La historia de México en la Copa del Mundo siempre había sido, hasta antes del mundial en su casa de 1970, un mar de lágrimas. No se obtuvo un punto hasta Suecia 58 y no se ganó un partido hasta Chile 62 pegándole al subcampeón Checoslovaquia. En Inglaterra 66, los dos puntos hicieron de una generación excepcional pero nada fuera de lo común. El mito de los ratones verdes era tan grande como el complejo adentro de la cancha.

Al jugar como locales la historia fue similar. A pesar de que se había colocado al primer lugar del grupo para jugar todos los partidos en el Estadio Azteca la confianza era plena. Pero los planes se arruinaron con dos victorias y un empate y los tricolores tuvieron que ir a Toluca para jugar contra una Italia que tuvo una fase de grupos muy irregular. Una pena que los azurri sacaran su historia en el peor momento y golearan 4-1 a los mexicanos que tenían el enemigo en casa con su arquero y actor favorito de fotonovelas Ignacio Calderón.

La historia de México en la Copa del Mundo siempre había sido, hasta antes del mundial en su casa de 1970, un mar de lágrimas.

Un premundial haitiano, lleno de miedos y brujerías, dejó marginada a la selección mexicana de Alemania 74. Se eligió al mister José Antonio Roca como un bálsamo que traería a la generación más ganadora (con Hugo Sanchez entre sus filas) en el mundial de Argentina 78. Se envolvió a aficionados y prensa a un espejismo tremendo con resultados dudosos pero victoriosos. Las melenas y los sponsors eran un tema primordial antes que la táctica. Se volvió famoso el cálculo donde “se le gana a Túnez, se pierde con Alemania y se empata con Polonia”. Solo la cabeza caliente del mexicano creía en tremendos sueños de opio.

Porque la realidad pego durísimo en las Pampas. Rosario seria la tumba futbolística de esa inexperta y joven selección plagada de chicos que les temblaban las piernas ante unos tunecinos que jugaban en Francia y que le dieron la vuelta en el primer partido del grupo B. La camiseta hecha por Levi’s fue la mas linda pero la que peor suerte le trajo a los mexicanos. Ni que hablar del 6-0 con Alemania que se erigía como participante de primera y México de tercera. Polonia puso el último clavo que disperso el ánimo de ilusión al de enfado.

Sin confianza, sin público para s de futbol en el país y con otro estrepitoso fracaso al no ir a España ’82 el futuro se veía peor que el de “Terminator”. Pero la suerte de que Colombia tuviera muchos problemas y que México siempre estuviera disponible para los grandes eventos volvió a activar la pasión que se tenía escondida del balompié. Esta vez la localía en 1986 tenía que pesar.

Lástima que el miedo era tanto que se puso al segundo lugar para que jugara en el Azteca todos los partidos

Empezaron bien ganando a Bélgica, empataron increíblemente con Paraguay (Sánchez el “pentapichichi”, la estrella absoluta falla el penal y la gente corea “Hugo Tarugo”) y se gana apuradamente con Iraq. Pero el boleto a octavos se tenía. Lástima que el miedo era tanto que se puso al segundo lugar para que jugara en el Azteca todos los partidos… al primero se le movería de lugar en los cuartos de final. Irracional pero coherente con el pasado tricolor.

Bulgaria y el gol de Negrete fueron soñados. El desborde de pasión fue como ninguno. Pero los alemanes y el cambio de sede hacían peligrar los pensamientos positivos. El calor, los calambres y los nada deseados tiros de penal mermaron al equipo nacional y el fútbol es un juego de 90 minutos que inventaron los ingleses y que al final siempre gana Alemania. La mejor posición de México y el, antes ignorado, quinto partido se dieron para darle una vuelta al horizonte del tiempo.

Hugo muy bien marcado (Foto: Getty Images)

Pero decisiones de pantalón largo y corrupción en fuerzas básicas le negaron la posibilidad a una camada de increíbles futbolistas de ir a Italia 90. Peleas por derechos de televisión, tomas de poder en la federación e incertidumbre hicieron caótico el andar de un equipo que tenía material pero no rumbo ideológico. Pero al pasar el huracán un hombre del sur vino a revolucionar el mundo del fútbol y se llamaba César Luis Menotti.

Un hombre que baja de un avión y dice que viene a ser campeón del mundo y no a perder el tiempo mandó inmediato el mensaje: las cosas iban a cambiar. Fueron pocos meses pero fundamentales para lo que México necesitaba. Se puede pelear de “tú a tú”, con carácter, garra, mentalidad y buen juego. Ya no era el ratón verde, sino la garra azteca. A pesar de otra toma de poder y la huida de Menotti por esta incertidumbre organizacional sembró la semilla que los aztecas necesitaban.

Con una real generación de oro, Miguel Mejía Barón toma rápido las riendas y sigue el trazo de Menotti. Se aprovecha la Copa América para mandar el mensaje al mundo y Estados Unidos 94 se acerca con el llamado “grupo de la muerte”. Noruega da una cachetada fuerte ganando 1-0 pero los mexicanos no ceden y el 2-0 ante Irlanda les inyecta la adrenalina necesaria para ir con la, en ese momento, tricampeona Italia que les debía una.

El festejo mexicano en Estados Unidos (Foto: Getty Images)

Comenzaron ganando los europeos con gol de Massaro, que puso en la lona a los aztecas, que nunca en todo el partido se vieron inferiores. La actitud era lo que cambió al sobreponerse y el tiro de Marcelino Bernal que se cuela en las redes lo demostraba. Bulgaria, el calor de New Jersey y los malditos penales serían otra historia negra. Pero la imagen fue diferente, el sentir del aficionado fue diferente y los reclamos en el mismo rubro.

Llegó otro ciclo mundialista y Bora Milutinovic, el lobo que llevo a la selección al Mundial del 86, consiguió el pase pero no la simpatía de los aficionados. Seis meses antes se embiste a Manuel Lapuente con credenciales bastas. Pero el funcionamiento en los partidos previos es catastrófico… nada de confianza y la eliminación segura.

La afición coreaba el “si se puede”. Las buenas noticias se oian por la radio local.

Pero Francia 98 significo también el apoyo de la gente fuera de lugares comunes. Se sabía que como locales no habría duda y en Estados Unidos los paisanos y la nostalgia estarían en las gradas. Pero estaba ahí, en Europa y apoyando a un equipo que empezaba perdiendo siempre los partidos y regresando. 3-1 ante Corea del Sur y un inolvidable 2-2 ante Bélgica con los símbolos Luis Hernández y Cuauhtémoc Blanco al frente y con la creatividad que jamás se hubiera pensado de un ataque mexicano

Hernandez festeja su gol (Foto: Agencias)

Pero no se estaba calificado, y el 2-0 ante los holandeses se clavaba lentamente como un cuchillo afilado. La afición coreaba el “sí se puede”. Las buenas noticias se oían por la radio local. “Estamos acariciando 16 minutos de la gloria” gritaba Bermúdez en el micrófono y el cabezazo de Peláez se metía con aquella extraña y exótica finta de Blanco. 2-1 y México no tenía porque depender del resultado.

Y comenzó la historia. 16 minutos más cuatro de compensación que son, quizá, los mejores de una selección mexicana. Goles anulados, llegadas, emoción, expulsiones injustas, sustos y garra. México no solo se vio al parejo de una Holanda tremenda, sino que les demostró que el futbol no es solo de los grandes. Solo quedaba ese pilón que llegó al ‘90+4. Balón largo, Stam se pasa, Hernández pelea con todo la posesión y la puntea a la salida de Van der Sar… gol de México y clasificación para octavos.

La época moderna ha dado a México la oportunidad de clasificarlo por otras tres veces, algunas con mucha facilidad y otras dependiendo de los resultados de otros fortuitamente, pero nada como hacerlo con el corazón, como aquel día en tierras galas que hizo temblar a un país de emoción y a muchos niños les convirtió en fanáticos incondicionales de la camiseta azteca.

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