Año 1917. El mundo se encuentra pendiente de una Europa inmersa en la Gran Guerra. Un tal Vladimir Ilich Uliánov revolucionaba al campesinado ruso bajo el sobrenombre de Lenin y provocaba la abdicación del zar Nicolás II pocos meses antes de liderar la Revolución de Octubre. Rusia salía, así, del conflicto internacional para dejar paso a Estados Unidos que, al igual que China, le declaraba aquel año la guerra a Alemania.

Al mismo tiempo, Juan Ramón Jiménez escribía en España la narración lírica de Platero y yo y, al otro lado del Atlántico, Uruguay festejaba su segunda Copa América consecutiva tras derrotar en la final a Argentina  en el Parque Pereira de Montevideo. En aquella célebre selección, junto a Ángel Romano y los hermanos Scarone, jugaba Porte. ‘El indio’ Abdón Porte.

Campeón de todo

Y por aquel entonces era feliz. No era para menos. Había llegado a Nacional seis años atrás, en 1911, con apenas 19 años, para disfrutar de lo que más le gustaba. Disfrutar con  ese  "juego de locos" (así contó el periodista Juan José de Soiza que lo denominaba su padre) que había llegado a Sudamérica gracias, o por culpa, según se mire, de los marineros ingleses que pateaban un esférico en los diques de Buenos Aires y Montevideo para entretenerse entre tanta mercancía de ida y vuelta.

Abdón Porte fue campeón de América con Uruguay en 1917

A Abdón le apasionaba el fútbol. Le apasionaba Nacional. Podría decirse incluso, parafraseando a un dirigente actual, que había nacido para vestir la tricolor. Su afición le adoraba y su equipo ganaba. Ganaba mucho.

Tanto que Porte se alzó en cinco años con cuatro campeonatos uruguayostres Copas de Honor Cousenier y dos Copas Competencia Chevaller Boutell, estas dos últimas, competiciones de carácter internacional en las que se midió a los gigantes del fútbol argentino.

La plantilla de Nacional celebra los títulos logrados en 1915. Foto: historiadelmundial.com
La plantilla de Nacional celebra los títulos logrados en 1915. Foto: historiadelmundial.com

También, ya en 1916, saboreó las mieles de la Copa Aldao, también conocida como Copa del Río de la Plata. En definitiva, Nacional era el rey de esa misma zona. Y Uruguay dejaba claro que iba a dar mucho que hablar en este deporte.

En 1918, meses después de aquella Copa América, el aplaudido Porte cumplía 25 años. Cargaba en sus piernas con más de doscientos partidos y su sitio en la medular como pivote defensivo comenzaba a peligrar. A pesar del carácter amateur del fútbol en esta época, la presión por ganar y por rejuvenecer a una plantilla saciada de títulos recuerda bastante a la actualidad.

El declive

Curiosa situación que refleja a la perfección que el fútbol, a fin de cuentas, no deja de ser un ciclo que comienza, acaba y vuelve a empezar. Para él no existen los sentimientos. Tampoco la memoria. No es agradecido y se deja llevar por el único registro que le interesa: el estado de forma del jugador y sus últimas actuaciones en el terreno de juego. Nada más.

Y en ese momento, Abdón no estaba bien. Lo explicó su paisano Eduardo Galeano en la magnífica obra El fútbol a sol y sombra:

“(…) se le acabó la buena estrella.

Entonces lo sacaron del equipo titular. Espero, pidió volver, volvió. Pero no había caso, la mala racha seguía, la gente lo silbaba: en la defensa, se le escapaban hasta las tortugas; en el ataque, no embocaba una (…)”

 

Así fue. 'El indio' fue silbado por la hinchada que le había visto crecer como jugador, que le había vitoreado hasta la extenuación y  que había gozado enormemente con su fútbol. La directiva del Bolso, apodado así por el bolsillo que lucía la camiseta de Nacional en su parte superior izquierda, decidió colocar a Alfredo Zibechi como pivote defensivo y mandar a Porte al banquillo. Cabe resaltar que, a principios de siglo, la figura del entrenador era residual y la propia directiva se encargaba de alinear a sus jugadores.

Foto: Nacional FC.
Foto: decano.com

A pesar de que se le permitió volver a disputar varios partidos, Abdón Porte nunca volvió a ser el mismo. Había perdido toda la confianza, no se sentía cómodo y se encontró, desgraciadamente, en un callejón sin salida. Hoy son muchos los futbolistas que piden a sus agentes su salida del club porque consideran que no disputan los minutos que merecen o, simplemente, porque la relación con el entrenador no es la ideal. Quizás, esa hubiera sido la solución para Porte.

Abdón Porte fue un 'One Club Man' que llevó al extremo su amor por los colores

O no. Porque él no concebía la vida sin Nacional y, por consiguiente, su trayectoria futbolística debía concluir allí. Un 'One Club Man' como bautizaron los ingleses, que llevó al extremo su amor por los colores. Una de las muchas historias románticas que ha dado el balón a lo largo de la historia y que escasean en la actualidad. Un cuento con final trágico. El declive de una estrella que se convirtió en mito por la decisión que tomó en la madrugada del 5 de marzo de 1918.

Pocas horas antes, Nacional había ganado al Charley Fútbol Club. Porte disputó todo el encuentro y tuvo una actuación más que notable. El Gran Parque Central sonreía, y la afición que se daba cita en él también. Aplaudían al equipo sin ser conscientes de que el otrora buque insignia de Nacional no volvería a vestir más esa camiseta. Abdón enfiló el túnel de vestuarios para dar por concluida su penúltima aparición en ese escenario.

La vida por Nacional

La última tuvo lugar a la una de la madrugada del mismo día. Porte estaba tranquilo. Celebraba la victoria con una cena, como era habitual, con el resto del equipo. Sin dar demasiadas explicaciones, abandonó la sede del club donde tenía lugar el evento para tomar un tranvía desde el centro de Montevideo hasta el estadio del club de sus amores.

Entró sin dificultad en él. Lo conocía a la perfección. Todo estaba en silencio. Era un momento idóneo para la reflexión. Para que Abdón recordase sus momentos de gloria en ese Parque Central que reinauguró junto a sus compañeros tras un incendio. Para que se le saltasen las lágrimas imaginando la boda que había planeado con su novia y que debía celebrarse el 3 de abril de ese mismo año, pero que nunca se produjo.

Porte decidió hacer realidad la herida en el orgullo con un disparo en su corazón tricolor 

Todo porque Porte no quería seguir así. Se sentía como un juguete roto, como un motor sin gasolina. Su vida era el equipo que había decidido remplazarle. Herido en el orgullo profesional, decidió hacer real esa herida con un disparo en su corazón que, instantes después, dejó de bombear sangre tricolor.

A la mañana siguiente, Severino Castillo encontró al futbolista sin vida en el centro del campo del Parque Central. Tardó poco en comprender lo sucedido, más si cabe cuando, dentro del sombrero que acompañaba a Porte, encontró dos cartas que todavía hoy erizan la piel. La primera era para el presidente del club. Abdón pedía a José María Delgado que cuidase de su familia y que lo enterrase junto a los hermanos Céspedes (Bolívar y Carlitos), históricos jugadores de Nacional que murieron enfermos de viruela en 1905.

Foto: taringa.net
Foto: taringa.net

La segunda fue dirigida a su club y muchos aficionados no han dudado a lo largo de estos años en rendirle homenaje tatuándose en la piel el contenido de la misiva:

“Nacional, aunque en polvo convertido

Y en polvo siempre amante

No olvidaré un instante

Lo mucho que te he querido”

Adiós para siempre

Abdón Porte

Moría de este modo una estrella de ese, por entonces, joven deporte del balompié, pero nacía un auténtico mito. Un hombre que dio su vida por un club de fútbol. La vida por Nacional, entidad  que actualmente continúa disputando sus compromisos en el Parque Central y que, desde entonces, tiene la obligación de ganar por Abdón. Por la sangre de Abdón

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Sobre el autor
José Manuel  Gallardo
Elige una profesión que te apasione y no tendrás que trabajar ni un día de tu vida. Periodismo en la Universidad de Sevilla.