En el verano de 1988, entre el 10 de junio hasta el día 25 del mismo mes, se celebró la Eurocopa, torneo en que su estructura dista mucho de la actual: ocho equipos, dos grupos conformados por cuatro selecciones, clasificándose los dos mejores de cada grupo, dando lugar a las semifinales y, por último, la final.

Holanda se encontraba en el Grupo B, conformado por la Unión Soviética, Irlanda e Inglaterra.

En el primer partido, en el Mungersdorffer Stadion, en la ciudad alemana de Colonia, se vio una lucha encarnizada por los tres puntos, con un partido áspero entre dos grandes favoritas a levantar el título: Holanda y la Unión Soviética, selección dura y correosa por aquel entonces. En su debut, los tulipanes perdieron gracias al tanto del jugador soviético Vasily Rats dejando a Holanda contra las cuerdas. No podían fallar. El pesimismo imperaba. Debían ganar a su próximo rival, la selección inglesa, tarea siempre complicada. El balón echó a rodar en el Rheinstadion de Dusseldorf, las dos selecciones debían de conseguir la victoria. La tensión se podía cortar con cuchillo.

Van Basten, pichichi del torneo | Foto UEFA

Van Basten, pieza clave de la selección, marcó el primer tanto a los 44 minutos. Así se llegó al descanso. En la segunda mitad, en el minuto 53, Robson empataría el partido. Holanda, a sabiendas que debía de conseguir la visctoria, se zafó de la presión y comenzó a elaborar un juego aplastante. Tácticamente perfectos, inconmensurables en las ayudas, velocidad y ataque, son algunas cualidades que mostraron al mundo. Van Basten con dos goles más en el último cuarto de hora de la contienda, le dio los tres puntos a su selección. Dependían de ellos mismos. La imagen mostrada ante una selección fuerte como Inglaterra les colmó de confianza. Llegó el tercer y último partido en la fase de grupos. Si Holanda ganaba, estaba en la semifinal. El partido comenzó. El Parkstadion ubicado en la ciudad alemana de Gelsenkirchen, vio un enfrentamiento duro. La euforia holandesa se diluía con el transcurso de los minutos. Irlanda se hacía fuerte. El gol no llegaba. La semifinal se alejaba. Hasta que, en el minuto 82 de juego, Kieft logró introducir el balón en la red, dando la victoria a su país. Holanda se había levantado del duro golpe recibido en el primer encuentro. Estaban en semifinales como segunda de su grupo. Alemania, anfitriona y gran favorita, sería el último escollo para alcanzar la final.

Las semifinales se disputarían entre las dos mejores selecciones de cada grupo.

Resultados Grupo A en la Euro 1988 | Foto UEFA

Por lo tanto, los cruces se conformarían de la siguiente manera. La primera del Grupo A (Alemania Federal) se enfrentaría con la segunda clasificada del Grupo B (Holanda). A su vez, la selección que acabó la fase de grupos en segunda posición del Grupo A (Italia), se enfrentaría a la primera clasificada del Grupo B (Unión Soviética).

Resultados del Grupo B en la Euro 1988 | Foto UEFA

La ciudad de Hamburgo, sería la encargada de acoger el encuentro que decidiría al primer finalista. Alemania, arropada y llevada en volandas, gracias al aliento de su público, era la gran favorita. El partido comenzó. Ambas selecciones se tantearon durante largo tiempo. Se llegó al descanso con empate a cero en el marcador.

Koeman y sus compañeros celebrando un tanto | Foto UEFA

Todo se decidiría en la segunda parte, siendo el colegiado Ioan Igna, uno de los grandes protagonistas del encuentro. Con el empate en el luminoso, en un partido difícil, digno de una semifinal europea, señaló un penalti a favor de la anfitriona. Matthäus, sería el encargado de materializar la pena máxima en el 55 de juego. La selección holandesa, con todo en contra comenzó a brillar de nuevo. En una ocasión de peligro para los tulipanes, el colegiado rumano, pitó penalti, esta vez, en contra de Alemania.

Disputa por el balón en la semifinal de 1988 | Foto UEFA

Koeman pondría el empate, de nuevo, en el marcador. Con una Holanda volcada, el Volksparkstadion con cerca de 62.000 personas fueron testigos de la remontada, con un gol de Van Basten -su cuarto a lo largo del torneo- en el minuto 88, dejando sin tiempo de reacción a Alemania Federal, que vio como sus opciones se diluían, como un azucarillo en el café de media mañana, ante la euforia de los jugadores holandeses. Estaban en la final. Con todo en contra, habían logrado una remontada histórica, quedando en el imaginario futbolístico de por vida. El rival de Holanda sería la Unión Soviética, que logró el pase imponiéndose por dos tantos a cero a la selección de Italia.

Los tulipanes se encontraban en la final del torneo, a noventa minutos de lograr el sueño de levantar la copa que les convertiría en la mejor selección del momento.

Seleción de la Unión Soviética en 1988 | Foto UEFA

Para más inri, la motivación sería aún mayor, ya que tendrían la oportunidad de poder vengarse de la única selección que fue capaz de derrotarlos, manchando así su brillante campeonato, la Unión Soviética.

Sabían lo difícil que sería vencerlos. Era un equipo mentalmente fuerte, y contaban con su gran estrella, Rinai Dasaev, catalogado como el mejor portero del mundo.

Rinai Dasaev | Foto UEFA

Llegó el día de la final. La ciudad de Múnich se vestía de gala. El Olympistadion atestado, con cerca de 73.000 espectadores. Las dos selecciones sobre el césped. Rostro serio, el que comporta un partido de tal magnitud. Escuchan el pitido inicial, el balón rueda. Comienza la final. Holanda vestida de gala, con su uniforme naranja, entró muy metida en el partido. El seleccionador y antiguo jugador holandés Rinus Michels, ordenaba y gesticulaba desde la banda, sus jugadores no debían perder la concentración en ningún momento del encuentro. Eran mejores, así lo demostraba el trascurso del partido. Verticalidad, buena defensa, rapidez y mucha calidad, era los derroteros por los que Holanda encauzaba el partido.

Ruud Gullit | Foto UEFA

En el minuto 32 de juego, un gol de Gullit, adelantaba a los suyos certificando el buen arranque ante un rival muy complicado. La Unión Soviética sufría.

Así se llegó al descanso. Si seguían así, el campeonato sería suyo. En la segunda parte, Holanda controlaba el partido, cuando apenas quedaban tres minutos para que se cumpliese el tiempo reglamentario, Marco Van Basten regalaría a todo el mundo un gol de los que no se olvidan fácilmente, solo al alcance de un jugador como él. Con este tanto, daría la copa a su país y se erigiría como el máximo goleador de ese torneo con cinco goles, tres más que su inminente perseguidor. Entre la euforia de verse campeona, el colegiado Francés Michel Vautrot, pitó el final del partido.

Van Basten conduciendo el balón en la final de la Euro de 1988 | Foto UEFA

Holanda era campeona del torneo. Fue pasando por encima de las demás selecciones con su fútbol aplastante. Era una maquinaria casi perfecta. Por ello, a la selección holandesa, ganadora de la Eurocopa de 1988, se le acuñó con un nombre que pasaría a la historia y reflejaría fielmente el papel que desempeñó en el torneo: la Naranja Mecánica.

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