La Copa Confederaciones 2017 es la oportunidad de Rusia de volver a ser lo que algún día fue. Siempre se dice que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero en este caso, viendo el presente, no es complicado hacer real esta afirmación. Tanto el lejano como el reciente, tanto los tiempos de la URSS como los de Andréi Arshavin.

Rusia, maestra de ceremonias

Ser anfitrión es especial para un país en los torneos de selecciones. Por una parte, el apoyo del público local aumenta mientras el equipo esté en competición, y son innumerables los ejemplos de conjuntos que sacaron su mejor versión cuando les tocaba organizar los torneos. Basta con echar un vistazo al palmarés de los diferentes campeonatos: Uruguay, Inglaterra, Italia y Francia han ganado mundiales en su propio feudo, por no hablar de los campeones europeos como España (1964), Italia (1968), Francia (1984) o de los americanos, donde Uruguay, Brasil, Argentina, Bolivia, Colombia y Chile han sido campeones en su tierra. En la propia Copa Confederaciones ya ha sucedido hasta tres ocasiones con México, Francia y Brasil como ejemplos de ello.

Pero ser anfitrión significa otra cosa: Rusia no viene de ganar nada. De hecho, a consecuencia de su condición de anfitrión del próximo mundial, sus partidos oficiales en los dos últimos años se han reducido considerablemente. De hecho, en estos dos años solo se pueden contar ocho partidos oficiales: cinco de clasificación para la Euro 2016 (cuatro victorias y un empate) y los tres de la Euro 2016 (un empate y dos decepcionantes derrotas). El resto son amistosos internacionales, en su mayoría contra conjuntos de la confederación europea. El balance en estos partidos es de quince partidos, desglosados en cinco victorias, cuatro empates y seis derrotas. Recientemente, en 2017, Rusia perdió 0-2 con Costa de Marfil, empató a 3 ante Bélgica, y en esta última semana, venció 0-3 a Hungría y empató a uno ante Chile, otro de los equipos de la Confederaciones.

Por ello, el nivel competitivo puede verse afectado. No es lo mismo llevar dos años disputando amistosos, que tener que enfrentarse a los campeones de Oceanía, Europa y la Concacaf en esta primera fase.

Un aperitivo a la altura

Es complicado definir qué significa una Copa Confederaciones para un país de más de 140 millones de habitantes y 17 millones de kilómetros cuadrados. Sin entrar demasiado en connotaciones políticas, simplemente este torneo es la antesala del gran evento del próximo verano: el Mundial de selecciones de 2018. Son muchos los frentes abiertos en torneos de este calibre. Evidentemente, lo deportivo prima por encima de todo, o así debería serlo, pero un torneo de categoría FIFA es mucho más que eso. Rusia será la anfitriona de un torneo en el que estarán estrellas como Cristiano Ronaldo, Alexis Sánchez o Toni Kroos, y quizá este campeonato sirva para volver a situar a Rusia en la elite futbolística. Sería un aliciente para la afición de cara a Rusia.

Además, se da la circunstancia de que todos los jugadores convocados por el seleccionador Stanislav Cherchésov juegan en la Premier League rusa, por lo que este torneo será para ellos un escaparate internacional, una manera de llamar la atención al gran público y, por qué no, a los clubes europeos. Los fichajes se disparan en torneos de este tipo. También será una manera de mostrar el “producto nacional bruto” de la liga rusa, de aumentar esa cultura futbolística. Todo eso por no hablar del potencial económico y geopolítico de Rusia, así como de la influencia de Rusia a nivel diplomático. Por todos esos condicionantes, para Rusia no es un torneo más. Es su torneo, o mejor dicho, la antesala de su gran torneo. Será como dar el pistoletazo de salida al Mundial. Un año antes, la maquinaria empieza a funcionar.

Andrey Arshavin en la Euro 2008 | Foto: UEFA.com
Andrey Arshavin en la Euro 2008 | Foto: UEFA.com

Partido a partido afrontarán el torneo

Futbolísticamente, Rusia debe pelear al menos por superar la primera fase y meterse en semifinales. Por orgullo, por ambición, para mejorar su papel en anteriores torneos y, por qué no, para soñar con todo. Ahora mismo, a un año de la gran cita, cuesta pensar que Rusia pueda llegar lejos en el próximo Mundial. De hecho, pasar la primera fase podría ser una quimera dependiendo de los rivales. Ya se vio en la última Eurocopa, donde países como Gales, Islandia, Portugal o incluso Albania dejaron mejores sensaciones que los rusos.

Es por eso que la mentalidad en esta Copa Confederaciones será la de ir jornada a jornada. No es que sea un tópico, es que el nivel de Rusia es una completa incógnita, y no se pueden hacer elucubraciones sobre paso firme. Lo primero será sacar el partido inaugural ante el equipo a priori más flojo del grupo, Nueva Zelanda, y luego ya a soñar a partir de ahí. Al ser ocho participantes, distribuidos en dos grupos de cuatro, solo los dos primeros pasan a semis. Al menos Rusia debería aspirar a pelear la segunda plaza junto a México y Portugal, dos selecciones teóricamente más potentes pero que también alternan buenas actuaciones con otras nefastas. El Rusia-Portugal del día 21 podría ser clave, así como seguro decisivo será el encuentro contra México. Pensar con tanta antelación en unas semifinales ante Alemania o Chile no tiene demasiada justificación.

Revivir el espíritu de Arshavin, un objetivo a cumplir

Aunque ahora Rusia viva en horas bajas, tras las decepciones en la Eurocopa 2012, el Mundial de Brasil y la última Eurocopa, en la memoria más reciente del aficionado neutral quedará aquella Rusia de la Eurocopa 2008. Es cierto que se midió dos veces a España y perdió las dos (4-1 y 3-0), pero aquella selección con Anykov, Bilyaletdinov, Semshov, Zyryanov y, sobre todo, Roman Pavlyuchenko y Andrey Arshavin, dio mucha guerra y mucho de lo que hablar. Esa casta, ese coraje, esa manera de luchar, son las que deben inspirar a los actuales jugadores de Rusia.

Históricamente a Rusia se le atribuyen, como es normal, los datos de la antigua URSS. Así, se pueden destacar ciertos hitos históricos como el cuarto puesto en el mundial de Inglaterra 1966 o, sobre todo, el gran rendimiento demostrado en los torneos continentales: campeón en Francia 1960, tres veces subcampeón (1964, 1972 y 1988) y dos veces más entre los cuatro mejores. En la Copa Confederaciones, seguro que Rusia querrá estrenar su participación con una gran actuación. 

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