Ahora que tras 22 años el italiano Andrea Pirlo ha anunciado su retirada llega el momento de analizar la profundidad de su fútbol, el legado, la tremenda enseñanza que deja para las generaciones venideras. En el fútbol existen dos principios, dos estilos sobre los que gira y órbita todo equipo que aspira a ser competitivo.

El de la geometría del egoísmo -la individualidad- y el de la geometría de la generosidad –el colectivo, la asociación-, en el perfil del primer principio se encuentran los delanteros, aquellos que a través de la ambición, la improvisación, el arte del engaño, el regate y el remate, se encargan de finalizar o hacer saltar en pedazos el orden defensivo y los planteamientos tácticos del rival.

El segundo principio en cambio es aplicable a todos los jugadores, puesto que jamás puede existir el concepto de equipo y asociación sin la geometría de la generosidad, de hecho tanto para destruir como para construir, para defender y atacar, se precisa generosidad en el esfuerzo. Pero existe un perfil de jugador que tiene especialmente desarrollado el citado principio, con el importantísimo matiz de que la citada generosidad va indisolublemente ligada a la inteligencia, tanto en el posicionamiento como en la capacidad espacial.

 Fundamentalmente este tipo, estilo de jugador hace que todo fluya, hace jugar a todo su equipo, posee la habilidad para representar en la mente formas, dimensiones, coordenadas, proporciones, movimiento y geografía. Controla espacialmente todo lo que sucede y se mueve a su alrededor y, además se adelanta a los acontecimientos, mucho antes de que llega la pelota a su pies ya ha dibujado en su cabeza el siguiente pase.  Se ofrece en todo momento y siempre quiere el balón, pero con un concepto de este objeto esférico como algo vivo, como un regalo para el resto de sus compañeros. A este grupo especial de jugadores pertenece Andrea Pirlo, en su caso la zona visual-espacial  localizada al menos en cuatro zonas de la parte frontal del hemisferio derecho funciona como un reloj suizo. Pirlo era tremendamente bueno, único estimando la velocidad, la distancia, los ángulos y la dirección.

Sociabilizar el fútbol

Dicen que la vida adquiere significado únicamente cuando existe la relación con los otros y el fenomenal medio italiano sociabilizó el fútbol con el balón. Pirlo se eternizó a través de sus pases, que le dieron sentido a todo lo que le rodeaba sobre un campo de fútbol. Y aquellos que como Andrea son generosos de ese modo tan desinteresado son naturalmente inclinados a hacer grandes cosas, y al mismo tiempo a no emprender nada de que no se sientan capaces. Como no estiman nada más grande que hacer el bien, convierten casi todo lo que hacen en algo tremendamente armónico, estético y funcional.

El italiano siempre fue un futbolista especial porque en cada acción, cada pase que realizó y dio a lo largo de su carrera se intuyó que dicho acto iba acompañado de una renuncia por parte de quien lo ofrecía. Pirlo fue la metáfora futbolística de la naturaleza del dar, en esencia porque su juego consistía en regalar su fútbol a los demás, trascendiendo más allá de sus compañeros, de su equipo, porque con su estilo era capaz de cautivar a los aficionados -propios y rivales- convirtiendo el fútbol en puro espectáculo. En su geometría de la generosidad cobró capital importancia el orden del ser y el tener, la diferencia entre el “yo-ello” y el “yo-tú”. El “yo-ello” alimenta el ego, son las cosas, el tener el balón, pero era el “yo-tú” de Pirlo el que hacía cobrar vida y sentido al juego, a ese balón, al fútbol…

Filántropo del juego

Su generosidad iba indisolublemente ligada a una indiscutible calidad individual pero desarrollada hacia un fin colectivo, una generosidad absolutamente serena y templada. Andrea siempre fue un filántropo del juego, cuando el balón pasaba por sus pies la jugada cobraba altura y el fútbol progreso. Y la filantropía de su fútbol fue mucho más allá de la realización de una carrera o su profesión, si no especialmente a partir de los actos y hechos que llevó adelante día a día, en cada partido demostrando ese amor por el buen juego. Su pretensión de cambiar el mundo, el rumbo del partido en cada pase, en pos de beneficiar a su equipo. Al fútbol y a todo aquel que le contemplaba. Para el fútbol Andrea Pirlo significa y significó la mejor inversión contra la pobreza futbolística futura y, su enseñanza debería ser asignatura obligada en cada escuela futbolística. Andrea tendría que ser estudiado en cada pizarra táctica, pues su figura aparece en cada brizna de césped, en cada centímetro del terreno de juego se intuye el aroma de sus pases, pues todo niño -incluso Messi, Ronaldo, Maradona, Cruyff, Pelé…- soñaron con recibir un balón o tener un compañero que les regalara el prólogo de la jugada perfecta.  

La geometría de la generosidad

Pirlo fue de esos futbolistas únicos, especiales, siempre dispuestos a compartir su abundancia, su inteligencia, su calidad. Un jugador con algo para ofrecer en todo momento, su apego por el balón era de tan solo unos pocos segundos, los suficientes como para cambiar una jugada, convertir una acción rutinaria, una jugada vulgar en algo realmente extraordinario.

Era solidario y generoso a la vez porque aun teniendo intereses individuales y comunes, en cada jugada destilaba ese tipo de generosidad que benefició a los demás, que benefició al fútbol. Por la geometría generosa de su fútbol, por esa inmensa calidad, el anuncio de la retirada de Pirlo supone una pérdida de patrimonio del fútbol, pero una oportunidad grandiosa para nunca olvidarlo.

Para que esos 22 años de magisterio sirvan para que los niños y los educadores comprendan que en el fútbol brillan especialmente los regateadores, los goleadores, pero que los que realmente hacen un ejercicio de conservación del juego son futbolistas como este lombardo. Un tipo sencillo que independientemente de los equipos y camisetas que se enfundó logró entrar en los corazones de todos los aficionados, pues identificaron inmediatamente en su juego la exaltación de la geometría de la generosidad. Gracias Andrea por convertir el fútbol en un regalo…