El conjunto de Joachim Löw ,buscaba seguir invicto en el grupo para certificar matemáticamente su presencia en el Mundial 2018 en Rusia, para ello debería ganar a una combativa Irlanda del Norte, que está en una sorprendente segunda posición en el mismo grupo que rivales fuertes como la República Checa, que ha estado en las últimas  Eurocopas. 

Por su parte, Irlanda del Norte le faltaba un punto para  la repesca del Mundial, por lo que la presión no era la gran protagonista en este encuentro. Sí lo serían la ilusión y las ganas, así como la esperanza de los británicos de batir a una de las pocas selecciones invictas en toda Europa. A pesar de todo ello, el partido tendría un final esperado y los teutones se alzarían con una cómoda victoria por 0-3.

Con el comienzo del partido, llegó el gol, apenas dos minutos transcurridos en el Windsor Park de Belfast, y Sebastian Rudy, actual mediocentro del Bayern, mandó un zambombazo de cerca de 40 metros limpiando la escuadra de Mcgovern, y provocando la sopresa de los allí presentes. Un auténtico golazo que se encargó de ejecutar Rudy, después de algún rechace a la salida de un córner, en el min.2. Una gran ventaja para los teutones ante un rival que se le podía atragantar, y frente a quien podía resistírsele ese primer tanto.

Sin embargo, el partido comenzaba de la mejor manera para los visitantes, que comenzaron a dominar el partido fácilmente, sin apenas complicaciones, y controlando la posesión del balón, en la mayoría de las ocasiones en campo rival. Se vio una buena Alemania en el inicio del encuentro, a la que ese gol tempranero ayudó mucho a encarar el partido.

Irlanda del Norte, por su parte, seguía la estrategia que hasta ahí los había llevado, un juego posicional, replegados atrás sin querer saber nada de la pelota y aprovechando los pocos minutos que disfrutaban de ella para correr al contragolpe, buscando los espacios en la defensa rival. En el conjunto de la primera mitad, los acercamientos peligrosos no fueron muchos pero gozaron de algún saque de esquina, que pretendían aprovechar, ya que son las jugadas de balón parado, las que tanto en esta fase clasificatoria como en la pasada Eurocopa han firmado las grandes alegrías de la selección norirlandesa.

Wagner hacía el segundo. Foto: DFB.de

Y cuando se cumplían los veinte minutos de partido, una buena jugada del combinado alemán, caía en las botas de Sandro Wagner, que de espaldas aguantó el balón ante la presión de la defensa rival, se giró y con la zurda cruzó el balón sobre la escuadra de Mcgovern, que nuevamente se veía incapaz de hacer cualquier esfuerzo ante un disparo imparable, que provocaba el segundo gol del partido. 

De esta forma, un ex y un actual jugador del Hoffenheim, ponían en gran ventaja a los de Joachim Löw que sin grandes florituras ya mandaban en Belfast. A partir de ahí, el ritmo del partido bajó su intensidad y se vio a la Alemania que derrotó a la República Checa, en una de las jornadas previas en la que destacó por su falta de  ritmo en un encuentro de tanta importancia.

En la segunda parte, el control alemán seguía siendo evidente, alcanzando porcentajes de posesión por encima del 60%, pocos acercamientos y sin grandes ocasiones, donde un larguero de Washington significó la  oportunidad de más peligro para los locales que veían como no eran capaces de poder hacer frente ante la ventaja alemana.

Ya cerca del final encuentro fue cuando se produjeron las grandes novedades, y es que en el minuto 86, una jugada por banda izquierda de los visitantes hizo que le llegase un buen balón al segundo palo, que Kimmich voleaba para hacer el 0-3, en el minuto 86. Por su parte, Magennis hacía el gol de la honra en la última jugada del choque, dejando una sensación dulce en Windsor Park.

Kimmich hacía la sentencia. Foto: DFB.de