El fútbol procedente de las cercanas tierras inglesas llegó muy pronto a Dinamarca y obtuvo protagonismo internacional en los JJOO de Londres de 1908 y Estocolmo de 1912, en los que liderados por el prolífico delantero Sophus Nielsen, tan solo dobló sus rodillas ante la todopoderosa Inglaterra. Pese a ello aquel temprano conocimiento no sirvió para convertir a Dinamarca en una potencia mundial sino todo lo contrario. Los daneses sucumbieron y pasaron inadvertidos entre la mediocridad durante décadas, concretamente hasta la segunda mitad de la década de los setenta e inicio de los ochenta, cuando el fútbol danés comenzó a ubicar su personalidad en el mapa futbolístico mundial. Para ello resultó crucial la figura de Sepp Piontek, artificiero y encargado de prender la mecha de la Dinamarca que dio sus primeros pasos evolutivos a su propia personalidad, hacia la identidad y el éxito de la célebremente conocida como “Dinamita Roja”. Una identidad que como suele suceder en esto del fútbol encontró su despegue y punto de partida con una histórica victoria, en esta caso sobre Inglaterra en el mítico e incomparable Wembley, un momento histórico para el fútbol danés que coronó de forma brillante su primera clasificación de la historia para una fase final del Campeonato Europeo de selecciones. Histórico encuentro en el que la frase «We are red, we are white, we are Danish dynamite» se convirtió en el mejor himno y mayor exponente del fútbol danés, el santo y seña de la “Dinamita Roja”.

Y hablando de mapas, Campeonato de Europa de Selecciones y la “Dinamita Roja” resulta absolutamente herético abordar el matiz histórico de esta selección escandinava sin hacer referencia, al por innumerables motivos deportivos, sociales y políticos, crucial año 1992. El principio de la década de los 90 en Europa estuvo marcado de grandes cambios y el fútbol como no podía ser de otra manera se vio afectado por ello. Dos semanas antes del comienzo del campeonato, Dinamarca no contaba para nada. Es más no estaba clasificada, había perdido la batalla con Yugoslavia, que le había sacado un punto en la fase de clasificación. Aunque no habían descuidado del todo su preparación, la mayoría de sus futbolistas disfrutaban de sus vacaciones o las proyectaban en playas paradisíacas. Cuentan que el seleccionador, Richard Moller Nielsen, pedía presupuestos para hacer reformas en su cocina cuando recibió la noticia de que tenía que preparar y reclutar a sus chicos para Suecia.

Yugoslavia fue vetada en el torneo por  las sanciones del Consejo de Seguridad de la ONU a causa de la Guerra de los Balcanes y su lugar fue ocupado por Dinamarca. España e Italia eran las dos grandes ausentes, Francia y la Comunidad de Estados Independientes (CEI) continuadora de la URSS, habían logrado dejarlas en el camino. Diez días antes de la competición conocieron la noticia, nadie daba un duro por ellos, ni los más optimistas profetizaban un futuro más allá de la fase de grupos para la selección danesa. Llegaron con todo perdido y todo por ganar, sin presión de ningún tipo y sin la presencia de su más talentoso jugador. Las insalvables diferencias de Michael Laudrup con el DT Richard Moller le dejaron fuera, por lo que el primer empate ante Inglaterra ya dejó un inesperado y dulce sabor a los aficionados daneses. Luego la derrota 1-0 ante Suecia pareció poner las cosas en su sitio y el billete de vuelta para los animosos daneses, que llegaron a Suecia con su lema «We are red, we are white, we are Danish dynamite», con aquella combinación de afición pacífica-fútbol de ataque, que les definió.

En cambio en el último partido del grupo saltó una tremenda sorpresa, Dinamarca se impuso a Francia y los daneses tuvieron que posponer una vez más sus vacaciones. El gol de Papin para Francia fue estéril ante  los tantos de Larsen y Elstrup. Contra todo pronóstico, Francia e Inglaterra las dos grandes favoritas del grupo y a la victoria final, cedieron el primer y segundo lugar a Suecia y Dinamarca. El fútbol fresco, veloz y contragolpeador de Dinamarca hizo cumplir los sueños de los ‘roligans’, un movimiento surgido del término danés ‘rolig’ que define a la persona tranquila y apacible, absolutamente contrapuesto a los ‘hooligans’. Una nueva forma de animar, de aportar color y ambiente festivo a los estadios europeos con la camiseta de su selección. Con un espíritu similar, los pupilos de Richard Moller Nielsen afrontaron la segunda y decisiva fase de la competición.

Holanda les esperaba en semifinales con la vitola de absoluta favorita y como vigente campeona, pero los 120 minutos de entrega y pasión de los daneses hicieron buena la  afirmación que ejercía como slogan del torneo. Definitivamente el fútbol era “Mucho más que un juego”. El luminoso lucía un meritorio empate a 2 en el marcador cuando se cumplió el tiempo reglamentario y de prolongación. Los penaltis dictarían sentencia y en la lotería fatídica, la imponente figura de Peter Schmeichel emergió para entrar definitivamente en la leyenda de la Eurocopa. Curiosamente y como en tantas ocasiones ha sucedido a lo largo de la historia, la máxima figura de la selección holandesa, Marco Van Basten, abrió a los daneses la puerta de la final al errar una pena máxima ante el héroe “grandanés”. La cenicienta Dinamarca estaba en la final, los pronósticos habían saltado en mil pedazos y los ‘roligans’ ya tenían visado para soñar.

Aunque habían perdido por lesión a Henrik Andersen, los daneses se enfrentaron a su enésimo reto, sin presión y con el papel de tapados, como de costumbre. Alemania comenzó mandando el choque, imponiendo su poderío, pero en un zarpazo contragolpeador de los daneses, John Jensen puso por delante a los escandinavos en el 18 de partido. Si los alemanes tenían en su historia el “Milagro de Berna” los daneses estaban a un solo paso de obrar el “Milagro de Göteborg”. Con Alemania desesperada en busca de la igualada, Kim Vilfort, mito viviente del Brondby IF, que completó un gran torneo y una fantástica final, superó a Andreas Brehme y a Thomas Helmer para con un disparo fuerte y colocado poner tierra de por medio en el minuto 78 y dejar constancia de que el fútbol además de “Mucho más que un juego”, es impredecible e imprevisible. El pitido final desbordó “Dinamita Roja” por todos los rincones de la ciudad portuaria de Goteborg, los daneses cruzaban miradas de incredulidad, tanto aficionados como jugadores no acababan de ser conscientes de lo conseguido. Incluso en la foto de la celebración se les puede ver incrédulos observando la Copa en el césped del estadio Ullevi de Gotemburgo.

Once héroes contagiaron a Europa su buen humor, su afán de superación, la lectura de que nada es imposible si se piensa diferente. Los Schmeichel, Sivebaek, C. Christensen, K. Nielsen, L. Olsen, Christofte, J. Jensen, Vilfort, Piechnik, H. Larsen, Brian Laudrup y Povlsen acababan de dar una lección a Europa y el primer título internacional a la “Dinamita Roja” en sus por entonces 84 años de existencia. Aquel 26 de junio de 1992 en las gradas del Ullevi de Gotemburgo retumbó como nunca la mítica «We are red, we are white, we are Danish dynamite» frase que vistió, viste y vestirá por y para siempre, la personalidad única e intransferible del pueblo danés. El “Milagro de Göteborg” se había consumado…

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Sobre el autor
Mariano Jesús Camacho
Diez años escribiendo para medios digitales. Documentalista de la desaparecida web Fútbol Factory. Colaboré en la web deportiva italiana Sportvintage. Autor en El Enganche durante casi cuatro años y en el Blog Cartas Esféricas Vavel. Actualmente me puedes leer en el Blog Mariano Jesús Camacho, VAVEL y Olympo Deportivo. Escritor y autor de la novela gráfica ZORN. Escritor y autor del libro Sonetos del Fútbol, el libro Sonetos de Pasión y el libro Paseando por Gades. Simplemente un trovador, un contador de historias y recuerdos que permanecen vivos en el paradójico olvido de la memoria.