El encuentro comenzó con un ritmo bajo de intensidad, y con un claro dominio de balón del conjunto romano, que intentaba acercarse al arco rival a base de tocar, y que atacaba de fuera a dentro con mucha presencia de los laterales y de los extremos en las fases de ataque posicional, y con un rol decisivo para los interiores a la hora de darle todo el protagonismo al juego interior entrelíneas. Mientras tanto, el equipo de Nuno Espirito Santo apostaba por mantenerse agrupado en campo propio con las líneas más juntas, y por esperar a alguna recuperación de balón, por imprecisión del rival en los últimos metros, para poder salir en transición rápida, y poder centrar un balón al punto de penalti, a pesar de que no tenía la presencia que tenía Aboubakar en el juego aéreo con Adrián López. 

Dominio romano ante la pasividad local

Después de los primeros minutos de juego, la Roma perdió mucha intensidad en la circulación de balón, y a su vez, perdió mucha continuidad en ataque. El 0-1 llegó por medio de Felipe, que remató en su propia portería un centro de Perotti desde la esquina. Tras el tanto, los planteamientos de ambos equipos apenas variaron, ya que el equipo dirigido por Luciano Spalletti siguió llevando las riendas del juego, triangulando por los alrededores del área, y buscando a Edin Dzeko tanto al espacio, como con balones largos tanteando a un Iker Casillas, que ya había dado muestras de nerviosismo. Después de unos minutos, el equipo blanquiazul, empezó a recuperar más balones a raíz del adelantamiento de las líneas, y de una mayor presión en campo contrario.

En los últimos minutos del primer tiempo, la Roma perdió el control de la situación, y empezó a tener más dificultad para sacar la pelota jugada desde atrás ante la evidente presión del conjunto local, que a pesar de que estaba obstaculizando el juego, no estaba consiguiendo crear peligro en sus recuperaciones de balón en campo contrario. La única opción que tenía para crear peligro era enviar balones largos a la espalda de los centrales, a André Silva, y Adrián, que estaban haciendo daño con su velocidad entrelíneas, y que provocaron la expulsión de Vermaelen al filo del descanso por una falta en la frontal del área. A raíz de la expulsión, el conjunto luso se terminó de hacer con la iniciativa del juego, manteniendo la presión, y realizando jugadas más elaboradas, cuando se acercaba a la frontal del área, pero aún con eso, los centros laterales seguían siendo su mejor arma.

Dominio local, ante una loba en apuros con diez

El segundo tiempo comenzó con un ritmo más alto de intensidad, y con dominio territorial del Oporto que consiguió embotellar a la Roma en su campo en los primeros minutos, a base de recuperaciones rápidas tras pérdida con una buena fase de presión, y de profundizar bien por los costados, gracias a la exteriorización de los interiores del conjunto portugués que se estaban desmarcando constantemente por la banda. A pesar del efecto psicológico que conlleva un gol anulado, el equipo local siguió dominando el encuentro, teniendo la posesión en su poder, aunque siguió llegando hasta los aledaños del arco rival donde ponía los centros laterales al área, con mucha pausa. El 1-1 llegó por medio de André Silva que batió al guardameta del combinado giallorrosso, desde los once metros.

Tras el gol, el equipo portugués siguiendo dominando el encuentro, y siguió teniendo la posesión del esférico, aunque seguía sin ser capaz de formular una jugada de ataque bien elaborada, únicamente atacaba centrando balones al área de un cuadro transalpino que se mantenía replegado con muchos efectivos en su área, y que únicamente aspiraba a mantener el resultado que le seguía dando ventaja para el duelo de vuelta, y a buscar el tanto de la victoria en una salida al contraataque de Salah o de Dzeko. Pasaban los minutos, y el ritmo de intensidad descendía al mismo tiempo que se le acababa el carburante a un Oporto que había realizado un gran desgaste, a lo largo del encuentro para mantenerse a flote, y tener posibilidades de llegar con ventaja al duelo de vuelta en la capital italiana. Era precisamente ese desgaste el que le estaba permitiendo aguantar, sin sufrir demasiado.

Los últimos minutos de juego fueron de una cadencia soporífera de intensidad, aunque contaron con el control del Oporto, que llevaba la iniciativa del juego en ataque, y que se estaba defendiendo bien sin balón, cerrando espacios, e impidiendo al contrincante avanzar con peligro. Pasaron los minutos, y en los últimos instantes de juego, consiguió acercarse con peligro de nuevo, a base de llegar por las bandas, y de crear desequilibrio en un equipo algo desordenado que no sabía como hacer correr el reloj para que llegara el final del encuentro.