Partido calcado a las expectativas previas. Las propuestas eran evidentes teniendo en cuenta por quien transcurre el estilo de juego ambas escuadras y por donde sienten mayor comodidad a la hora de hacer su juego. La Juventus de Turín, comprendiendo que el partido pedía más cabeza que corazón, consiguió neutralizar a los mejores jugadores del mundo en su hábitat natural y demostrando la categoría de un campeón italiano.

Como dijo alguna vez el gran filosofo Aristóteles, la inteligencia consiste, más que en solo conocimiento,  en la destreza de aplicar lo aprendido en la práctica. La Vecchia Signora saco a relucir en el verde césped del Camp Nou, su inteligencia a la hora de entender en qué momento del encuentro era necesario presionar arriba para complicar en la salida y cuando era necesario replegarse para neutralizar a los mediocampistas y al tridente ofensivo, que no pudo quebrar en ningún momento la portería defendida por Buffon.

Massimiliano Allegri no se rompió la cabeza y, repitió el esquema y a los intérpretes del partido de ida pero haciéndoles entender que más allá de la importancia de marcar un gol, lo primordial era no sufrir cuando los atacaran y mucho menos darle espacios a los habilidosos de pensar y ejecutar con comodidad. Por otro lado, Luis Enrique realizó dos cambios con la entrada de Sergi Roberto por Mathieu y el regreso de Busquets por Mascherano,  para retornar al 4-3-3 que se ha convertido en una política de estado desde el siglo anterior pero que ha perdido la sustancia que consiguió con Guardiola.

Cuadrado neutralizó la banda izquierda del Barcelona // FOTO: JUVENTUS
Cuadrado neutralizó la banda izquierda del Barcelona // FOTO: JUVENTUS

La Juventus es un equipo frío y calculador, que detecta cada detalle y lo explota a su favor. Contra el Barcelona, los primeros minutos fueron de una posición alta intimidante para aprovechar esos momentos de locura en el equipo de Luis Enrique que necesitaba anotar en los primeros compases para acercarse a otro milagro. Sin encontrar la anotación, los Bianconeros se replegaron para otorgarle a los locales la pelota y una brecha mayor de campo,  donde la esférica no era peligrosa para el arco defendido por los italianos. Era momento de tener calma y trabajar el partido aprovechando el desespero de todo el Camp Nou, que sufría con el transcurrir de los segundos viendo el esquemático orden defensivo italiano, que desquicia a cualquier delantero y a cualquier aficionado que tiene la necesidad de gritar gol.

Con la llegada del descanso, Luis Enrique comenzó a pensar con el corazón más que con la cabeza. Gerard Pique cambio de área para dejar de defender a Ter Stegen e intentar vulnerar a Buffon,  un movimiento que mostraba el desespero generalizado que impregnaba el mítico estadio catalán, que aclamaba a Messi y aplaudían a sus jugadores en búsqueda de una remuneración futbolística pero nunca llegó.

El partido se transformó en un duelo de una sola área. La defensa de los italianos, con la misión de proteger a su guardameta, se enfrentó a los defensores catalanes, que tenían la misión de encontrar Lionel Messi,  dejando de lado la filosofía que caracterizó la escuela blaugrana. Allegri, entendiendo el estilo contracultural que emplea el Barcelona actual, protegió a sus defensores para que sus intervenciones fueran pocas en comparación a las del partido en Turín y que sus rivales no pudieran encontrar en las intervenciones individuales un camino hacía aquel mítico resultado.

Con el pasar de los minutos, la desesperación aumentaba y los nervios influían en demasía pero la Juventus se mantuvo sereno respaldado por una sistema de juego sólido y complicado de superar.

Con el pitazo final de Björn Kuipers se confirmó lo que se había definido en el Juventus Stadium,  la Vecchia Signora regresaba a las semifinales de la Liga de Campeones de Europa dejando en el camino al Barcelona de Lionel Messi,  sin recibir goles y con la sensación de no haber sufrido en ningún pasaje de la eliminatoria. Un equipo que nunca perdió la compostura,  que no tuvo medio escénico ante un atmósfera que no dejo de gritar hasta el final.

Dybala no fue tan influyente en el partido // FOTO: JUVENTUS
Dybala no fue tan influyente en el partido // FOTO: JUVENTUS