Mil argumentos pueden darse para justificar la idea de que el fútbol se vive en Inglaterra, el lugar donde se inventó este juego tal como lo conocemos, de una manera muy diferente a la de cualquier otro sitio. Para entender bien uno de ellos, acaso el más claro, no hace falta ningún tipo de estudio sociológico profundo ni nada que requiera quemarse las neuronas. Basta repasar las clasificaciones de las divisiones inferiores a la Premier League. Tal es la pasión que sienten los súbditos de Su Graciosa Majestad por el football, tanta afición hay, tantos equipos profesionales con sus correspondientes legiones de seguidores han surgido a lo largo y ancho de la vieja Albión, que las cuatro categorías sucesivas cuentan con veinticuatro equipos cada una.

La cuenta es sencilla: supone un calendario maratoniano de 46 jornadas a lo largo de la temporada. Ya simplemente ser capaz de terminar vivo el curso tiene mérito. Hacerlo con la brillantez con que lo ha logrado el Bristol City es digno de aplauso. El equipo rojiblanco se ha impuesto con suficiencia en la League One, tercer nivel de la escala, del que se proclamó campeón matemático el pasado miércoles, aun faltando tres partidos. Ya se ha jugado uno de ellos, un 0-0 contra el Coventry, un trámite anecdótico como los dos que faltan (Chesterfield y Walsall). El ascenso se consumó con un contundente y aparatoso atropello, un 0-6, en casa del Bradford City.

El club ya ni se acuerda del tiempo que hace que cumplió el centenarioA falta de esos dos encuentros, en los que es de suponer que no se esforzarán al máximo, han conseguido unas cifras asombrosas: 27 victorias, 12 empates y sólo cinco derrotas, para sumar un total de 93 puntos absolutamente inalcanzables para los perseguidores inmediatos (Preston North End y Milton Keynes Dons). Varios nombres propios pueden citarse como artífices de la brillante campaña del club del suroeste. Por ejemplo, el del veteranísimo delantero Aaron Wilbraham, recién llegado del Crystal Palace, que a sus 35 años ha logrado 18 de los 86 goles a favor que llevan de momento. O el del guardameta Frank Fielding, que ha conseguido que su portería sólo sea atravesada 36 veces. O el del centrocampista Luke Freeman, jovenzuelo empeñado en demostrar a Wenger que se equivocó al no darle una oportunidad: es el motor de la plantilla, líder de la clasificación de pases de gol de la categoría (dejemos lo de "asistencias" para el baloncesto, por favor) y, además, le ha dado tiempo a celebrar siete tantos suyos.

La plantilla del Bristol City celebrando su ascenso en el campo del Bradford. Foto: PA / BBC.
La plantilla del Bristol City celebrando su ascenso en el campo del Bradford. Foto: PA / BBC.

Sin embargo, los aficionados coinciden en señalar como gran estrella a Steve Cotterill. El que fuera delantero suplente de la Crazy Gang del Wimbledon ya tiene dos décadas de experiencia en los banquillos, sin ningún éxito reseñable más allá de ascensos y permanencias en entidades más bien modestas. Pero en Bristol, al más puro estilo Simeone, se las ha apañado para coger un muerto y devolver un campeón. Cuando se hizo cargo de la plantilla, a finales de 2013, estaba hundido en el puesto 23º; año y medio después, es evidente que su fútbol alegre y ofensivo ha logrado que el petirrojo alce el vuelo de nuevo. Hasta el punto de que no sólo ha logrado subir al Championship, sino que también ha conquistado su tercera Football League Trophy, una especie de trofeo de copa reservado a equipos de tercera y cuarta que, por motivos de patrocinio, se conoce como Johnstone's Paint.

118 años de vuelo rojiblanco

Tan simpática avecilla, llamada "robin" en inglés, es el símbolo y mascota del club, sin duda debido a que, desde su fundación allá en la década de los '90 del XIX, viste camiseta roja con detalles y pantalones blancos. Es el Bristol City uno de tantos clubes británicos con solera y carácter, que ya ni se acuerda del tiempo que hace que cumplió el centenario. Lamentablemente para su hinchada, la época de mayor gloria fue, precisamente, poco después de su fundación en el lejanísimo 1897.

El Bristol City tiene el palmarés más raro del panorama internacionalCuando el siglo pasado nacía, el Bristol City se atrevió a convertirse en la revelación del país y a hacer levantar la ceja con gesto de incredulidad a más de un gentleman. No en balde fueron los primeros en ganar 30 partidos en una sola temporada, y también establecieron un récord aún vigente (aunque compartido) de 14 victorias consecutivas, durante la heroica campaña 1905/06 que les dio su primer ascenso a la máxima categoría (entonces First Division). Apenas un año después, recién ascendidos, se atrevieron a quedar subcampeones, sólo por detrás del Newcastle, en lo que supuso todo un pelotazo: en un fútbol dominado con autoridad incontestable por los equipos del norte, fueron los únicos situados al sur de Birmingham, Londres incluida, capaces de quedar entre los tres primeros antes de la Primera Guerra Mundial.

La aventura duró un poco más, y dio alegrías como la final de la Copa FA perdida contra el Manchester United allá por 1909. Pero tras sólo cinco años en la élite, el equipo cayó al pozo de la segunda categoría, de donde, salvo un breve y poco exitoso paréntesis en los '70, sólo ha salido para visitar la Tercera. Incluso en los '80, tras tres descensos consecutivos y la quiebra amenazando, llegaron a estar un tiempo en la cuarta fila.

Cabía esperar que el palmarés de una sociedad tan modesta fuese escaso, pero es que además se trata del, posiblemente, más raro del panorama internacional. La sala de trofeos sólo cuenta con dos piezas. Una de ellas ya no existe: la Copa Anglo-Escocesa de 1977, un torneo veraniego (pero oficial) destinado a equipos de ambos países que no hubieran entrado en Europa, y que dejó de jugarse poco después por falta de interés del público. La otra corresponde a otro país: es la Copa de Gales, aprovechando que la federación del Principado del Dragón acostumbraba a invitar al torneo a equipos ingleses para tratar de subir un poco el paupérrimo nivel. Pocos hinchas del City recuerdan aquel éxito "internacional", que las hemerotecas sitúan en 1934.

Grande entre los pequeños

Nótese que continuamente se ha hecho referencia al Bristol City, sin separar al club de su apellido. Se debe a que, aunque sea el principal equipo de la gran urbe del suroeste, no es ni mucho menos el único. El Bristol Rovers lleva luciendo su camiseta arlequinada, idéntica a la del Sabadell, desde unos cuantos años antes, pero jamás ha sido capaz de llegar a lo más alto. Por eso, como raramente están en la misma división (el Rovers hoy anda por la quinta), no hay muchas oportunidades de derbis. De ahí que el City se haya tenido que buscar sus "rivales eternos" fuera del municipio, en localidades como Swindon, Plymouth o la muy cercana Cardiff, cuyo equipo, pese a estar en Gales, compite en Inglaterra.

Sorprende mucho que en una localidad tan populosa como Bristol, que supera con holgura los 400.000 habitantes (un millón largo en el área metropolitana) y que es, con diferencia, la más grande del sur de la isla obviando Londres, el balompié nunca haya encontrado el brillo que sí ha tenido en otras latitudes. Sin ir más lejos, sólo es un poco menor que Manchester o que Liverpool, y supera con mucho a otras con participación habitual en la Premier. Existe además un estadio de medidas generosas, como el Ashton Gate, que en cuanto termine sus obras va a ser capaz de acoger a 27.000 hinchas.

Pareciera como si la ciudad se preocupara más de otros deportes, como el cricket y, en menor medida, el rugby. El petirrojo tiene algunos seguidores célebres, como el actor John Cleese, o (según se dice) el mundialmente famoso grafitero local Banksy. Pero no deja de ser un pájaro pequeño, no acostumbrado a las alturas. Si se asustará y será presa de los cazadores y sus escopetas, o logrará seguir remontando hasta las ramas más altas, se verá el año que viene.

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Sobre el autor
Luis Tejo Machuca
Mi mamá me enseñó a leer y escribir; a cambio yo le di mi título de Comunicación Audiovisual de la URJC para que lo colgara en el salón, que dice que queda bonito. Redactor todoterreno, tirando un poco más para lo lo futbolero, sobre todo de Italia y alrededores. Locutor de radio (y de lo que caiga) y hasta fotógrafo en los ratos libres. Menottista, pero moderado, porque como dijo Biagini, las finales no se merecen. Se ganan.