En el fútbol como en la vida, hay personas que prefieren estar en un segundo plano, mientras algunos se llevan todos los elogios y reconocimientos, otros se conforman con tener la satisfacción del deber cumplido, y el guardameta ruso es una de las pocas personas que entraría en este selecto grupo, un hombre austero y humilde como pocos. Así es y seguirá siendo Igor Akinfeev.
Una carrera plagada de exitos
Sus comienzos con la pelota fueron con el CSKA Moscú, donde su edad y su corta experiencia como profesional, no eran un problema. A los 17 años ya era el portero titular de uno de los equipos más laureados del país soviético. Había nacido una estrella. Sus logros y distinciones individuales le avalan como una de los mejores porteros, entre los que destaca uno por excelencia: el trofeo “Zvezda”, premio otorgado al mejor jugador de fútbol de la antigua Unión Soviética, pero su amor por los colores del conjunto moscovita no le han permitido brillar en otro país, aunque ofertas no le han faltado.
Igor Akinfeev, a nivel de selecciones, también se consagró como una estrella sin parangón, pero una lesión de rodilla le tuvo fuera de los terrenos de juego durante cuatro meses. Como resultado de ello, perdió su condición como portero titular, aunque eso no le impidió disputar la Eurocopa de 2008, donde Akinfeev confirmó su consolidación y contra todo pronóstico su selección se acabó llevando la medalla de bronce.
Su rapidez, valentía y buena colocación le han servido para hacerse un hueco entre los más grandes. Por esto y por haberle jurado amor eterno al equipo que un día le vio nacer y crecer como estrella, Igor es un auténtico ídolo en Rusia.