Con el antecedente de un resultado (casi) inesperado, el Burela Pescados Rubén tenía un minipunto más de motivación de cara a su enfrentamiento ante el Inter Movistar. Sin embargo, no eran ni mucho menos las mismas sensaciones. A los alcalaínos se les presuponía una superioridad mucho más manifiesta que a los mariñanos, pero debían refrendarlo sobre la cancha de una Copa de España, que no es como el patio de de la casa o el pabellón Fundación Montemadrid.

Al arrancar el partido, el monólogo de Inter Movistar se puso a maquinar y a un humilde redactor se le pasan unas y otras ocasiones sin que se acierte a dislumbrar el dorsal de la camisola azul que dispara sin cesar. Los madrileños se ponían el traje de "equipo grande", al menos, porque acaparaban la totalidad de las ocasiones y, aún más reseñable, las generaban. Sin embargo, no acertaban a finalizarlas con precisión, lo que empezaba a encender el piloto rojo de la alarma.

En la otra orilla, el monólogo se convertía en diálogo cuando aparecía el meta Álex González, o sea, casi siempre. La conversación tomó tono serio cuando a los tres minutos se señaló un penalti en su contra. Como quien detiene una pelota de playa, el meta desbarató la primera ocasión desde el fatídico punto en la que se enfrentó a un interista. Rafael, a su izquierda, no encontró el gol. Seis minutos después, Rivillos volvería a lanzar un segundo penal, por el mismo lado, que también atajaría el cancerbero. Los jiennenses que aún quedaban en la grada aplaudían la exhibición y, levemente, siendo condescendientes, tornaban sus deseos hacia la supervivencia de Burela.

Porque, en ese momento, eso parecía el encuentro, un ejercicio de supervivencia de los gallegos para sostenerse ante el todopoderoso gigante, que no hacía más que generar una y otra vez ocasiones hacia la meta de Álex. Así se fue desarrollando la primera parte, con alguna arrancada esporádica de Bellvert o un truco de magia de Iago Míguez, que se encontró con Jesús Herrero a menos de un metro del arco. Con empate sin goles acabarían los primeros minutos. Y con otro rosco, esta vez en la boca y de asombro, en los seguidores presentes en el Quijote Arena.

Tras el intermedio, algo pareció cambiar. Burela se halló algo más cómodo en la cancha, como si se hubieran desembarazado de la presión y la nula distancia en el marcador les diera un aliento que no se conseguiría de otra forma. Inter, impertérrito, no modificó su intención, pero concedía algo más, por cansancio o porque el paso de los minutos erosionaba su conciencia. Cabe recordar que los madrileños arribaban después de un empate con dudas en Jaén y con la sensación de que su definición no era óptima.

A los cinco minutos encontraría el rayo de luz que iluminó el pabellón gracias a que Rafael embocó por vez primera el arco de Álex González. Desahogo y alegría en el banquillo azul, que estuvo machacando gran parte del choque a su rival hasta que logró aplastarlo. Aunque sólo por unos minutos. Con el marcador en contra, nadie creyó que Burela se escaparía de la asfixia a la que le tenía sometido su adversario y, así, de la nada, surgió un latigazo de Antoñito para empatar el encuentro.

Ya había miedo. En un bando y en otro, pues ninguno pensaba llegar a tales alturas con una igualdad tan corta. El guión seguía viendo balas azules de un lado para el otro, pero estas no hallaban diana alguna a la que acudir, para desesperación de Jesús Velasco, que en rueda de prensa vio a su equipo "bien". "Generábamos ocasiones y no veía necesidad de sacar el portero-jugador", añadió.

El cronómetro seguía bajando y la palabra "sorpresa" cada vez se agigantaba un poquito más. Tanto, que a 12 segundos del final, Iago Míguez recogió una pelota en una transición rápida y se fue hasta la esquina para, unas décimas más tarde, cederle la pelota a Antoñito, que entró sin más compañía que el viento en el área rival. Ahí, el joven internacional sólo entiende perforar la portería. Así lo hizo. Y ganó el partido para los suyos. Burela supo sufrir y hacer de la contención su mejor virtud, un trabajo de regeneración constante con un premio dulcísimo.

De esta forma, la primera semifinal queda de la forma más inesperada posible. Con dos debutantes en el segundo partido y con la sensación de que, esta vez sí, es la "Copa de las sorpresas".

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Sobre el autor
Antonio Pulido Casas
Periodismo cuya máxima vocación es informar de lo que acontece en el plano deportivo. Hijo del año 92 e impulsado por los valores doctrinales del olimpismo. Tú escucha, que yo te cuento.