Los precedentes llamaban a la alarma. Que el primer, tercer y cuarto clasificado al término de la primera vuelta, los llamados "cabeza de cartel" del torneo, cayeran en los primeros tres cruces de los cuartos de final, olía a chamusquina para Marc Carmona, que no quería sorpresas en el último partido del viernes. Chamusquina, entiéndanme, porque que se derrumbara la cuarta estatua tenía unos tintes de novela épica, sí, pero también de ficción.

El FC Barcelona es un equipo que cada vez está más cerca de su rendimiento óptimo. Tiene jugadores de talla mundial, lo que no es un misterio para aficionado alguno que siga de manera esporádica el deporte. Por este motivo, se le exige en base a estas referencias y casi se le obliga a apabullar para que la crítica no pueda encontrar astilla con la que dañarle. Con este concepto en mente, los catalanes ofrecieron una imagen tan sólida que el Aspil-Vidal Ribera Navarra, a pesar de ofrecer una imagen gustosa y estética, no estuvo cerca de llevarse la eliminatoria. Ni tan siquiera cuando, en el minuto 9, tuvo la posibilidad de lanzar un penalti. Hasta allí apareció Paco Sedano para erradicar cualquier atisbo de empate.

Antes, la intensidad era palpable en el cuadro culé, más que la que exhibieron Inter Movistar y ElPozo Murcia en sus respectivos cruces. Llamó la atención la "mezcla" de quintetos que Pato dispuso en su equipo, para así intentar aunar velocidad y conteción en una misma unidad. A poco que los blaugranas se aclimataron al pabellón, comenzaron a llegar las ocasiones. Primero, Lin a punto estuvo de inaugurar el marcador con un disparo que se marchó con virulencia por encima del travesaño de Molina. Al siguiente, Wilde recogió un balón en banda, donde no parecía haber peligro, y sacó un latigazo que se coló entre las piernas del cancerbero navarro. El brasileño siempre aparece, especialmente si hablamos de Copa de España.

Ribera no se amilanó con el primer gol, e incluso Palmas, de disparo lejano, arrancó el uy de las gradas. El Quijote Arena se puso del lado del de menor presupuesto, por decirlo así, y animó a los tudelanos para que protagonizaran la machada. En el punto álgido de animación, Roger se inventó un laberinto entre sus piernas y se guardó la solución para él mismo. Los culés se la preguntaron a patadas y el de Ribera acabó en el suelo con una pillería más en el bolsillo. Andresito, no obstante, no fue capaz de transformar la pena máxima porque Paco Sedano, literalmente, no quiso. Tras este bajón vino otro, pues Wilde (sí, el de antes) urgó en el resquemor de Ribera por el penalti fallado y amplió su cuenta 40 segundos más tarde.

Hamza lo intentó con varios recortes en otra de las pocas oportunidades en las que el Barcelona se abrió en defensa, aunque ahí estuvo Sedano. Su homólogo en la otra portería, Molina, no crean que estuvo de paseo. Debió agudizar su decisión a la hora de cortar los balones en largo y siempre estuvo atento para hacer la cobertura a sus compañeros. Batería, otro que hace bien su trabajo, puso el tercero sin que hubiera hoja de reclamación y ensanchó a un Barça que ya de por sí mostraba una imagen tan sólida que parecía de bronce macizo. Con la ventaja, los catalanes decidieron guardar energía y cedieron terreno a los navarros, que generó peligro con las artimañas de Roger, pero que no pudo recortar distancia antes del descanso.

La sensación de este Barça es que es invulnerable. Nadie pregunta cómo se construyó este atributo, sea con dinero o con trabajo —o con una mezcla de ambos—, porque se sabe que es inútil preocuparse por dicha duda. Al volver del descanso, Pato movió los muebles de sitio e introdujo a David como portero-jugador, lo que rompió esquemas, más cuando los tudelanos tienen un juego de cinco depurado, móvil y con varias alternativas. El entrenador descartaría esa pobilidad por el nulo éxito conseguido y el Barça comenzó a tocar la bola con sumo dominio. Uno se da cuenta enseguida de la utilidad en la circulación de la pelota cuando se mantiene a lo largo de los minutos. El FC Barcelona durmió el partido a base de casi no cometer errores y conceder espacio a su adversario. Una ilusión que se establece y desaparece cuando en una rápida transición ofensiva Dyego, Sergio Lozano, Lin o, sobre todo, Ferrao —cuya espalda mide el ancho de pista— ya se encontraban ante Molina.

En una de estas, Wilde firmó su hat-trick para poner de manifiesto cuál es su competición favorita y terminó por descolocar y desesperar al Ribera Navarra, que se sostuvo en pie y en campo blaugrana gracias a una afición que no paró de animarles sin mirar el marcador. Fíjense cuál fue su dedicación que apenas un centenar de aficionados naranjas provocó la ola de todo un pabellón. Uno se creía, escuchando los cánticos, que se había desplazado unos cientos de kilómetros hacia el norte. A pesar del ambiente hostil, los azulgranas no mostraron piedad alguna ante su rival y terminaron con alguna ocasión para aumentar el marcador. Zardoya, en Ribera, tomó la alternativa minutos antes de la conclusión del partido. La afición navarra, eso sí, continuó jugando el suyo, el sentimental, varias decenas de minutos después, con el equipo aplaudiéndoles.

De esta forma, el FC Barcelona se encuentra otro equipo navarro, el Xota, en las semifinales de este sábado. Ambos lucharán por un hueco en la final de la XXVI Copa de España.