Era lunes en una Barcelona sometida por la lluvia y el frío otoñal. Un estadio singular coreaba a sus héroes, sus finos estilistas, sus impíos gladiadores. Bien avanzada la segunda parte los olés ya eran una constante, el Camp Nou era algarabía y en el campo, un equipo entonaba una estruondosa melodía. El mundo, en sus hogares, contemplaba el fútbol soñado, sin colores, ni escudos, ni sentimientos que los anudara. Amaban el balón y aquel equipo coqueteaba con el fútbol en estado supra. Aquello fue Barcelonesco.

El Real Madrid se sentía pordiosero ante tal opulencia, y la exuberancia bailaba con desconocida holgura sobre la grandeza de su eterno enemigo. Mourinho intentaba encontrar respuestas, pero cada minuto le llegaba un severo aluvión de preguntas. El Madrid vivía su pesadilla, donde soñó, germinaría de nuevo el sendero hacia la gloria que de momento no tolera comparecencia. Era la gloria bendita, la enésima resurrección, que frustró el mejor Barça a rememorar.

Hace años, pocos, el Barcelona era el cosmos, el equipo potestad. Y en él pulían su estrella los galácticos de la época, mientras, el Madrid, bebía de cantera, de carácter, de garra, de coraje, hasta que en los últimos años moraba asfixiado, ahorcado, por una gran deuda económica a la que no conseguía voltear.

Mientras, Cruyff, Maradona, Schuster, Lineker, Laudrup, Romario, Rivaldo, Ronaldo o Figo se convertían en estrellas con la elástica culé, con la excepción de aquel lesionado Maradona y el ya consagrado Johan Cruyff, que al tener noticias de que el Ajax le quería vender al Real Madrid, tiró de rebeldía y se entregó al Barcelona, el Madrid post Di Stefano había pasado décadas buscando en el sino de su grandeza, peleando por los títulos con el Madrid Yeyé y la Quinta del Buitre, equipos cuya base y valores residía en la cantera y en el estilo, ahora perdido, del Real Madrid que conocieron nuestros ancianos.

Zamorano y AmaviscaTras ellos se presentaron en Merengópolis fichajes “top” que diría Jose Mouriho, de jugadores que destacaban en el campeonato nacional. Zamorano, del Sevilla o Amavisca del Rácing de Santander, a los que se sumarían en años siguientes fichajes como Redondo, del Tenerife, Mijatovic, del Valencia, Davor Suker, del Sevilla, un entonces desconocido Roberto Carlos del Inter de Milán o Clarence Seedorf, que venía de ganar la Champions con el Ajax. La ley Bosman haría crecer al Madrid de Capello, la base del Madrid moderno que volvería a conquistar la copa de Europa 32 años después el 20 de mayo de 1998.

La frase de que “el Barça fabricaba Balones de Oro y el Madrid los compraba” sonaba a propaganda por aquel entonces.

Raul regate Cañizares octava copa de euroa Real MadridPero tras ello llegó la Octava y el Madrid galopaba al ritmo de un vertiginoso genio de Villaverde llamado Raúl González Blanco. Un torbellino, un “Ferrari”. La corona del escudo. El presidente del club era Lorenzo Sanz, quién probablemente en aquel momento no se imaginaría ahora, en 2010, una década después de entonces, tan contundente: "Si Santiago Bernabéu levantara la cabeza, se volvería a morir por cómo están las cosas.”

Pero por aquel entonces, la deuda del Madrid era vox populi y el socio despidió con indeferencia a Lorenzo Sanz y sus 2 Copas de Europa. El madridismo, sabia religión del fútbol, se entregó a un joven empresario que le había discutido las elecciones de 1995 a Ramón Mendoza, que había ejercido en la política como concejal de UCD y prometía con una capacidad de convicción cuasi política, extinguir la deuda vendiendo por un cúmulo escandaloso uno de los legados de Santiago Bernabéu, la ciudad deportiva. Apareció Figo, un contrato y el sueño de miles de madridistas, robarle la estrella al FC Barcelona.

10 000 millones de pesetas bautizaron al primer galáctico en Merengópolis: Florentino Pérez Rodríguez se hacía con la presidencia del Real Madrid.

Tras una primera época fantástica con el culmen en el memorable gol de Zidane en Glasgow, Florentino, temeroso y calculador, creyó conveniente prescindir del entrenador que había ganado 2 Copas de Europa y años después daría gloria a un país herido en su orgullo de eterno aspirante. Vicente del Bosque salía del Real Madrid por la puerta de atrás a la que se sumaría Fernando Hierro. Fueron tristes finales, terriblemente fríos. En 2010 también Raúl y Guti tantearon el desdén.

En 2003, el cuento de hadas era idílico, con el presidente 36 de la historia del Barça, Joan Gaspart, desnortado en la presidencia tras el lacerante traspaso de Luis Figo, el Barcelona vivía uno de sus periodos más pobres y melodramáticos de su historia. Olvidados los “Pavones”. En Chamartín, la llegada de galácticos era ya una costumbre y tres balones de oro, Figo, Ronaldo y Zidane, junto a Guti, Raúl, Roberto Carlos y el celebrado David Beckham, entre otros, hacían diabluras en el verde, en tapetes españoles y europeos, con el portugués Carlos Queiroz al mando y Casillas a la guardia.

Durante estos años nadie hablaba de modelo. El Madrid de Florentino era imperial, la referencia. La Galaxia. Nadie habló de Cruyff o de los 30 años de antigüedad que desde Barcelona reconocen a su modelo.

17 de Marzo de 2004. Real Madrid – Zaragoza. Final Copa del Rey

El Madrid encaraba su asalto al torneo de Su Majestad tras 11 años sin ganar una Copa del Rey. “Cuidado la falta. Beckham, Guti, Roberto Carlos al lado de la pelota, vamos a ver quién golpea de los 3…” Fueron las palabras de Manolo Lama, previas a que David Beckham anotara el primer gol de la final con una espectacular parábola a 10 metros de la frontal del área… una mera reseña del potencial del Madrid de entonces.

El equipo maño empató el partido y un jovencísimo Villa marcaría al 1-2 para el Zaragoza de penalti, mientras que, otra vez a balón parado, esta vez Roberto Carlos pondría el empate a 2 con el que finalizaron los 90 minutos de partido con un cañonazo marca de la casa. La prórroga dilucidaría el campeón.

Y la galaxia explotó. Era el minuto 20 de la prórroga y el partido alcanzaba su máxima tensión. El Real Madrid era claro predilecto, pero desde la misma distancia desde donde Beckham había colocado su excelsa parábola, un fajador, uno de esos jugadores condenados a vagar por la clase media, que se retiró este año del fútbol por una insuficiencia renal, obtuvo la miel de sus días.

Luciano Galleti lanzó un zapatazo desde media distancia que se coló sin remordimientos en la portería de César Sánchez tras un bote enérgico. Aquel balón hizo campeón al Zaragoza, e hizo trizas un Madrid imperial. Sin esperarlo, a toro pasado, ese gol cerró un maravilloso ciclo, el único conocido por Florentino como presidente. Líder de liga con 4 puntos de ventaja sobre el Valencia, 9 sobre el Barcelona y 10 sobre el Deportivo, acabaría detrás de todos ellos goleado – humillado, en la última cita 1-4 por la Real Sociedad de los geniales Kovacevic, Karpin y De Paula.

Del Bosque y QueirozEl Madrid se abandonó a la deriva y liquidó sus conquistas en cuarto lugar tras perder los 5 últimos partidos de liga en un desplome sin parangón. Lanzado en Champions tras batir a su inseparable Bayern Munchen, los cuartos de final parecían zanjados ante un Mónaco que se llevó un 4-2 en la ida del Santiago Bernabéu. Un madridista confeso reventó el sueño de la décima con un cabezazo incontestable a la escuadra que pondría el 3-1 en el marcador y daría exilio a la galaxia que tras conocer el desagradable sabor de la lona ya no volvió a levantarse.

Caminos opuestos, meses después un joven técnico portugués que ya había vencido la Copa de la UEFA, iniciaba su leyenda alzando al Porto que truncó el sueño de una Coruña entregada al SuperDepor, a ganar su segunda Copa de Europa para los portugueses. Jose Mourinho caminaba mientras el Real Madrid se detenía.

El capitán del barco, abandonó el navío ante el presentimiento de que donde mandaba patrón, había muchos marineros por encima. Mallorca vivió el KO final a los galácticos y a Florentino. El banquillo del Real Madrid remató un espectáculo deportivamente deporable, con excesiva grata alegría pese a que su equipo perdía 2-1 en Son Moix. “He maleducado a los jugadores” quedó como epitafio del Florentino presidente, que nombró presidente interino a Fernando Martín, hombre que se mostró poco gestado para el cargo.

Las elecciones de 2006 fueron la mayor victoria de Florentino, el vivo ejemplo del adocenamiento del Real Madrid, ningún presidente convencía al socio. Ramón Calderón fue elegido presidente blanco ante la negativa del también candidato Juan Palacios de impugnar el polémico y tan procaz voto por correo.

Pero a Ramón no le convenció el primer año de su propio proyecto y parecía acudir a la provisionalidad en todos sus juicios y dictámenes. Calderón siempre tuvo miedo, miedo a errar. Mal consejero. Y así Fabio Capello, con dos temporadas más de contrato, vio como era despedido por aquel presidente con planta de George Washington tras ganar la liga del año 2007 al FCB. A ese campeonato, le acompañaría el campeonato de 2008 con Bernd Schuster, que terminó desquiciado en la búsqueda de la definición de “excelencia” y el carácter de un presidente carcomido y centrado en saldar la deuda moral que contrajo con el trío archinombrado Kakà, Cesc y Robben. El no-fichaje de Cristiano le consumió y acabó haciendo trampas en la Asamblea de socios de diciembre de 2008 en la que llegó a hacer partícipes como votantes a socios de otros equipos. Una filtración llego al antaño prestigioso diario Marca, que secuestrado en las neurosis de un director con ínfulas de periodista de investigación y obsesionado con la película Ciudadano Kane, dio fin a una encarnizada campaña, que pudo ser justa o no, pero excesivamente agresiva, con el mandato de Ramón Calderón que dimitió entre sollozos con “la cabeza bien alta”.

Entonces sin más intermediario que el dinero y la buena prensa, Florentino llenó el vacío producido en esta etapa de claroscuros, de no galácticos y de verdades a medias, que en este caso habían sido públicas. De un plumazo y en apenas días, Florentino demostró la capacidad de su persona como negociador, Kakà y Cristiano Ronaldo, los jugadores que jamás pudo traer Ramón Calderón, abandonado en clara evidencia, se unían a la prometida superproducción. A la que más tarde añadiría a un joven genio francés, Karim Benzema, tras el frustrado fichaje de Villa, tras subir 5 millones más del precio pactado, el presidente valencianista ante la presión de su afición.

“El Imperio contraataca” llegué a titular tras las geniales presentaciones de Cristiano Ronaldo, Kakà, Karim Benzema, y la menos ostentosa de Albiol. Los galácticos volvían de nuevo, y aquello era un ejército. Prometía cuajar, pero aún se habla de un equipo en construcción.

A día de hoy, con el parné hecho cenizas, con tiempo para secar el cemento y cambiar los cimientos, el fútbol del Barcelona es el único guardián que impide que aquel éxtasis de la afición del Real Madrid tras el nuevo aluvión galáctico pudiera visitar Cibeles. El FC Barcelona es el responsable de que aquellas celebraciones, vayan madurando a un sabor ridículo. "El Madrid celebra fichajes en lugar de títulos" es la célebre frase de Wenger. Nadie se preguntó si era hora de cambiar cimientos. Principios y valores, estilos o vanguardias, Capello, Schuster, Juande, Pellegrini y Mourinho, no importan, en el Real Madrid, siguen al llano, contruyendo con redudancia sobre solares desangelados, desatendiendo sus cimientos, su antigua casa donde retumba el eco de que quizá nunca hubiera mejor hogar.

Nada tiene más mérito que lo conseguido en Barcelona, el sueño dorado de cualquier dirigente, el anhelo esperado de cualquier afición. El Barcelona de las 6 copas es el objetivo de cualquier club de fútbol. Por el cómo, por su porqué. Por su elegancia.

Desde el Madrid de la “Quinta del Buitre”, sólo Raúl y Casillas han hablado en serio de cantera en el Real Madrid, rara vez mentada en este artículo, mientras, el Barça, hizo transportar el fútbol a otra dimensión a base del 50% del proyecto de Florentino que nunca culminó. Un 50% por ciento era el dinero, el otro 50% era la ilusión.

Los “Pavones” reencarnados en Valdés, Piqué, Puyol, Busquests, Xavi, Iniesta, Messi y Pedro. Los “Zidanes”, desorientados en el Madrid. El Barcelona conquista al mundo con 8 canteranos donde algunos emulan a Zidane, mientras el Madrid corrobora su acierto y se ahoga, se siente ridículo, en el símil, en el cuerpo a cuerpo, frente a su adversario.

Zidanes y Pavones. Madrid y Barcelona. 5 – 0. Y un 2 – 6 en la retina. Algo sigue sin cambiar en Chamartín. O quizá, en Barcelona.