El 29 de junio de 1974, el Vicente Calderón se vestía de gala para recibir al Real Madrid y al FC Barcelona, en una de las seis veces que culés y merengues se han visto las caras en una final de esta competición. La lista viene igualada: tres han sido para los azulgranas y una para los blancos, entre ellas, la última.

El Barça campeón de liga y el Madrid, octavo

Y como la última, el Barcelona se había encargado de endosarle al Real Madrid una manita anteriormente en Liga. El Bernabéu había sido testigo de ese precedente que parece que persigue al Clásico de los clásicos. En aquella ocasión, había sido Johan Cruyff el determinante de los azulgranas, poco después de incorporarse al equipo. Aquella liga 1973/74, que iría a parar finalmente a las vitrinas del Camp Nou, se cantaría cinco jornadas antes de terminar la temporada, en El Molinón. Los catalanes eran campeones de liga tras 14 años de sequía.

El Real Madrid en aquella campaña había quedado octavo con 34 puntos, lejos de los 50 del Barça y empatado con el Espanyol. Luis Molowny, canario encargado de entrenar al equipo blanco, había llegado a principios de año a sustituir a Miguel Muñoz, durando apenas dieciséis partidos en el banquillo blanco. Perdió la mitad y ganó otros tantos, y entre ellos consiguió un título, la Copa del Generalísimo.

Un Real Madrid que arrollaba

En Copa, el Real Madrid había pasado por encima de equipos como el Betis en octavos –a quien goleó en la vuelta por 7 goles a 1-, el Granada en cuartos –otra goleada en el Bernabéu, esta vez de 7-3-, y a Las Palmas por 5-0. Así, el Madrid llegaba a la final arrollando por goleada a todos sus rivales. Eso sí, todos los abultados resultados se produjeron en el fortín en el que se había convertido el estadio madridista.

El FC Barcelona dejaba atrás al Oviedo en octavos, al Espanyol en cuartos y al Atlético de Madrid en semifinales. Sin embargo, era el buen año en liga lo que aupaba al Barcelona a la categoría de favorito, en un estado de gracia que parecía motivado por la llegada de Cruyff. Sin embargo, al ser extranjero no podía participar en Copa, algo que pudo sentar una consecuencia en el equipo que se consideraba como privilegiado por su ‘moral de hierro y bloque compacto’, según las crónicas de la época.

Sin extranjeros en los onces, el Real Madrid perdió de cara a una final tan importante como la del Barça a Netzer y Pinino Más, mientras que los azulgranas perdían a su estandarte y responsable de éxitos, el holandés Cruyff.

Los blancos arrancan temprano

Pero por fin, en la tarde del 29 de junio de 1974, a orillas del río Manzanares, el duelo que ya es historia se disputaba bajo la mirada del General Franco y de los que fueran príncipes en aquella época: don Juan Carlos y doña Sofía. El Calderón no se había llenado, pero la entrada era ya importante para ver a los dos grandes del fútbol español que continúan con el título.

Los onces, por parte de ambos lados, estaban formados por caras conocidas del fútbol actual: Miguel Ángel; José Luis (Touriño, min. 85), Benito, Rubiñán, Pirri; Del Bosque, Aguilar, Grosso (Zoco, min. 85); Santillana, Velázquez y Macanás por parte del Real Madrid; y Sadurní; Rifé, Gallego, De la Cruz, Juan Carlos; Costas, Rexach, Juanito, Clares; Asensi (Martí Filosía, min. 55) y Marcial por los azulgranas.

El Real Madrid, con un 4-3-3 frente al 4-4-2 del FC Barcelona, buscaría la portería de Sadurní por las bandas. El FC Barcelona, según las crónicas del día después, se equivocó al pretender acercarse a la meta merengue por el centro del campo, donde Juan Carlos había ocupado el lugar de Costas. Este último, al haber salido de una lesión hacía poco, no era el personaje perfecto para ocupar el eje de distribución de juego azulgrana.

A los pocos minutos del comienzo, el Real Madrid se plantaba frente a la meta de Sadurní para marcar el 1-0. Una combinación de Grosso, Macanás y Aguilar le daba el centro a Santillana, que remataba de taconazo a la meta del Barça. El marcador no se movería hasta el minuto 47, que sería cuando Rubiñán marcara con un derechazo después de que un balón suelto en el área le permitiera anotar el segundo. Rubiñán, como ‘defensa de ala’, era uno de los que más conseguía llegar al campo contrario, algo que vio su recompensa al ponerse el 2-0 en el marcador.

Aguilar sería el encargado de anotar el tercero, después de una espectacular galopada que culminó de segundas tras superar a un desesperado Sadurní. Ya en el minuto 83, y para redondear la victoria, Pirri se apuntaba el cuarto con un remate servido por Grosso.

Del Bosque, uno de los mejores del partido

Se habló de superioridad blanca, de que había ‘renacido de sus cenizas’ un Real Madrid que, decepcionado en Liga, buscaba el triunfo definitivo frente al eterno rival, el siempre poderoso Barcelona. La derrota de los catalanes se achacó a ‘abundantes fallos y vacilaciones en el orden defensivo’ y a ‘la desaparición total de su capacidad realizadora’. La ‘sombra’ del Barcelona fue lo que apareció aquella tarde por el Calderón, después de muchas semanas en estado de gracia.

Sin embargo, tampoco tiraban muchas flores al Real Madrid los entendidos de la época. ‘No ha exhibido el fútbol fulgurante de sus últimas confrontaciones’, decían unos, que además presentaba ‘innumerables fisuras que un rival menos desangelado que el Barça hubiera sabido aprovechar’. El partido fue malo para unos; grandioso para otros.

Vicente del Bosque, a día de hoy seleccionador nacional, habló minutos después con la idea de que había sido la victoria más importante de su carrera, achacando la victoria a que el Real Madrid había sido ‘un rival demasiado incómodo’ para el Barcelona. Además, el juego de Del Bosque fue calificado de ‘serena maestría en el centro del campo’, lo que no haría más que respaldar su teoría al respecto.

Pero no fueron las declaraciones de los protagonistas o el resultado lo que destacó al día siguiente en las portadas de los periódicos. El capitán del Real Madrid, Grosso, pidió el cambio en los últimos minutos del encuentro para dejar paso a Zoco, precisamente el día de su despedida del club blanco. Grosso le cedió el brazalete a Zoco para que así pudiera levantar la Copa en su último partido oficial.

Comparándolo con los Clásicos actuales, algo se asemeja de aquellos equipos que llegaron a la final de Copa del Generalísimo: uno de los dos se empequeñeció en la gran cita, el otro mantuvo un gran centro del campo y antes del partido, un precedente con ‘manita’ incluida. ¿Acaso han cambiado tanto los Clásicos?