Si por algo será recordada la temporada 2010/2011, será por su gran comunio de choques entre Real Madrid y F.C. Barcelona. Un equipo reconstruido y mejorado en calidad de imagen blaulgrana, frente a la remodelación del proyecto de Florentino Pérez con el venerado y carismático José Mourinho. El titán anti-barça ideado por el ambicioso Sr. Pérez. El portugués aterrizaba en Madrid y abría la puerta de Manuel Pellegrini para contraponer el estilo y franqueo barcelonés de un modelo único y superior. Los de Pep Guardiola llegaban como líderes de Primera División y con la plus-marca de un campeonato redimido y conducido a los confines de La Masía. El Real Madrid sin embargo ponía fin a la problemática existencial de varios años gafados de eliminatorias. La puesta en escena de un Real Madrid mejor y competitivo en la Copa Nacional de S.M. el Rey, el cruce de Octavos en la Uefa Champions League y la rivalidad mejor remarcada ante el eterno rival.

Los blancos alzaron ambos éxitos en cuanto a objetivos se refieren. Llegada a las semifinales de la máxima competición en Europa, también ante el F.C. Barcelona, y la final soñada por y ante todos ante el vigente campeón por entonces. Los del "Mou-Team" llegaron al partido con el zanqueo y el escozo de los últimos choques ante el F.C. Barcelona, una derrota dolorosa en el Camp Nou por 5 goles a 0 y el reclamo de una defensa más agresiva y comprensiva en el centro del campo. Ideales básicos y expuestos del entrenador portugués que, con previo aviso, idealizó una muralla anti-creación única para contrarrestar el potencial culé. Un esquema donde Sami Khedira y Pepe ocuparían peso y fuerza con especial asilo desde el banquillo madridista.

El "tot el camp es un clam" sonó con más fuerza y rivalidad que en cualquiera otra final recordada hasta la fecha. Los dos equipos punteros de España y Europa enmudecieron al resto de competiciones deportivas. Por primera vez la Final de Copa acaparaba la atención de todos, en un partido que sería escaparate esencial ante el reto de Semifinales de la UEFA Champions League. En total, cuatro partidos en poco menos de un mes que exprimieron hasta el desafío repetitivo el choque más sonado de la temporada. Única escenificación entre Real Madrid y F.C. Barcelona donde los blancos, con demasía en su faceta más defensiva y su gran primer tiempo, frenaron al estilo de posesión y presión que ejercen los blaulgranas desde la llegada de Pep Guardiola al banquillo.

Los blancos, desgastaron su juego en la primera mitad, para aguardar y proteger más el balón ante la salida colectiva de los barceloneses. Algo que se topó con un partido muy exigente al son de dos estilos muy dispares donde el Real Madrid llegó y ocasionó peligro. El escollo culé presagió su gran ocaso durante el partido, la falta de finalización y puntería para dejar más abierto cuanto más tiempo transcurría, un partido escrito para el peor de los apogeos. Un partido de 90 minutos donde ninguno alzaba el éxito, ninguno de los dos equipos avalaba su buen fútbol para sellar una victoria histórica y llena de predicho. Los blancos acusaban sus primeros minutos para desgastar su marca física ante el toque en corto de un F.C. Barcelona falto de profundidad y de gol.

Prórroga y decisión

El equipo de José Mourinho salía con tesón y pulmón en un partido desgastado y ligado a cualquier acción puntual y exclusiva. De nuevo la fortaleca física en el centro del campo, con un Pepe imperioso, en el que Mourinho confió acorde a sus espectativas para impedir la profundidad y la llegada del claustro culé. Una acción a la contra, devenida por el plus físico de los 90 minutos anteriores, ligaba a Marcelo con Di María para impulsar la mejor acción del cuadro blanco en el partido. Pared y centro que se topa con el poderío por alto de Cristiano Ronaldo. Remate de cabeza y gol para dictar un camino que ya sonaba a cántico de celebración. La primera del Real Madrid tras años de espera y reclamo por parte de una afición que lo celebraría hasta los confines del siglo actual.

El Real Madrid daba el primer golpe serio sobre la mesa ante la lluvia ilimitada de clásicos y duelos. Finales y rivalidad cada vez más sonada dentro y fuera de los terrenos de juego. Un roce presagioso de júbilo y emoción que deparó algunas de las trifulcas más llamativas de los últimos tiempos. Madrid y Barça simbolizaban la marca del fútbol español entre dos conjuntos aislados de deportividad y consonancia que ramificaban la rivalidad más rocambolesca habida y por haber. Algo que depararía hasta pocos meses después donde la Supercopa de España ligaba de nuevo el trayecto enlazado de dos escudos separados por algo más que el balón. Disconformidad con la meta agrandada de dos rivales exigentes y comprometidos. Avalar el campeonato con trofeos que señalen al mejor equipo del planeta, la sintonía más creciente de lo que el fútbol debe y no debe de ser.

Un título que convalidó la marca del Real Madrid frente a la plusvalía del F.C. Barcelona. Un partido que impactó de lleno en la antesala nacional para dar un cambio ante años de superioridad culé. José Mourinho tildó el encuentro de vital y efusivo. Inflexión para cambiar el destino de dos rivales que ocupan plaza en la mejor dupla del mundo, algo de lo que se ha reforzado la propia Selección Española. El liderazgo del "bipartidismo" donde al final todo acaba siendo blanco o azulgrana. El Real Madrid querrá agarrarse a su último título - el primero del regreso de Florentino Pérez y de José Mourinho - ante un Barça herido y reinvindicativo. Una de las finales que marcó y creyó que se podía y que sin embargo aún se puede.