En la Navidad de 1914, en plena Primera Guerra Mundial alemanes y franceses pactaron una improvisada tregua para jugar un partido en la frontera franco-alemana. Por un corto espacio de horas el fútbol fue capaz de parar una guerra, los soldados por su cuenta y riesgo abandonaron sus trincheras y sus armas para celebrar un alto el fuego, un evento de paz entorno a una primitiva, encordada y pétrea pelota de cuero.

Un pacífico encuentro disputado el 26 de diciembre de 1914 en un improvisado terreno de juego congelado que se había librado de las bombas. Los Fritzes alemanes y los Tommys franceses, en calzones largos y botas militares, hicieron frente a temperaturas extremas bajo cero. Cuentan las crónicas debidamente documentadas tanto en Bibliografía como en prensa escrita (en el libro del alemán Michael Jürgs “Der Kleine Friedem im Grossen Krieg” –“La pequeña paz en la Gran Guerra”; y en las páginas de Diario de Cádiz), que las impracticables condiciones del piso hacían muy complicada la disputa y precisión  del juego. Los chicos resbalaban una y otra vez, cayendo al terreno congelado, pero tantas veces como caían eran levantados por sus rivales en gestos de paz y ejemplar deportividad.

Vencieron los Fritzes 3 a 2 y al colegiado, el reverendo Jolly, se le escapó que el tercer gol de los teutones había venido precedido por un fuera de juego, pero en aquel paradójico remanso de paz y fútbol, el error humano carecía de trascendencia, quedaba en mera anécdota. Lo realmente trascendente fue el juego, aquellos veintidós soldados sintiéndose como niños corriendo tras un balón.

Un balón que les sacó de las trincheras de la sinrazón, les llevó al juego y encolerizó a los altos mandos. Generales que cuando tuvieron conocimiento de la iniciativa de aquellos soldados de salir de sus trincheras para celebrar un evento de paz entorno a una inofensiva pelota, hicieron todo lo posible para que no se volviera a repetir. El Estado mayor lo consideró un acto de alta traición y advirtió seriamente a los implicados aludiendo lo siguiente: "Tenemos que ordenar el cese de una actividad tan poco belicosa, pues la guerra no es un juego"

Aquella misiva de la máxima autoridad, el punto y final a una nota histórica de hace ya 98 largos años que me sitúa en la vertical temporal de nuestro tiempo. Exactamente en el punto kilométrico y temporal de los clásicos de nuestro fútbol, aquellos que deben recuperar la esencia histórica que los definió y acompañó: el fútbol, la digna rivalidad y el espectáculo.

Partiendo en todo momento del filosófico pensamiento de un grande  como Mahatma Gandhi, que utilizó el fútbol y su equipo "Passive Resister" para enviar su mensaje de Paz, que defendió que no hay camino para la Paz, sino que la Paz es el camino. Como dijo Eduardo Galeano, enarbolando la pelota como bandera, abrigando a la estética y deportividad del fútbol más allá de las ovaciones que el viento se llevó. Simplemente dejando en paz al fútbol, dejando que se exprese con libertad, creatividad y un deseo que compartimos todos los aficionados: "No hay camino para el espectáculo, el espectáculo es el camino"

Como demostraron aquellos soldados alemanes y franceses de la Primera Guerra Mundial, disfrutando de una oportunidad única para sentirse nuevamente como niños, jugando con una pelota, saliendo de las trincheras para celebrar un partido, una fiesta, un evento de paz. El vuelo del fútbol total y sus palomas sin quimeras, los mensajes estéticos de un control, un regate, la emoción de un gol prendido en la belleza. El valor musical de una posesión azulgrana, la eléctrica descarga emocional de una contra blanca, el espectáculo entorno a un balón y los considerados dos mejores equipos del planeta. Aquellos que deben demostrarnos que nunca habrá un gran campeón sin un digno adversario.

Pasar página y desterrar el excesivo ruido que generó hasta ahora cada clásico, llamar a la calma, a la paz, abogando por el fútbol, por un deporte que siendo de lucha, sacrificio y contacto, es ante todo un compromiso estético, un ejemplo de deportividad y de conducta social ante el socio, el aficionado. Aquel que paga religiosamente y esencialmente lo hace por ver vencer a su equipo, pero también por sentirse satisfecho y orgulloso tras contemplar un gran espectáculo.

Abrir conciencias a través del alfabeto secreto del fútbol, aquel que surge de la creatividad de Ozil, Xabi Alonso, Xavi Hernández o Iniesta, utilizar su genialidad como mejores sistemas de mensajería del balompié, para enviaros su mensaje de Paz. Sentir el fútbol como un entretenimiento prodigioso y en su caso sin bajar la mirada mirarnos a su espejo. Vibrar con defensas y obreros nobles del fútbol que no declinan un solo momento, cuyo fervor y entusiasmo les brota del escudo cosido a su pecho. Seguir la marca, la carrera hasta la última dosis de entrega, pero jamás hasta las últimas consecuencias. Tender la mano al rival herido, pelearle la pelota con dignidad y medida, festejar y disfrutar sin medida.

Camisetas azulgranas y camisolas blancas intercambiadas en el aire, volando felices como pájaros libres que barrieron el manto de hojarasca que revoloteó por los prados verdes de los últimos clásicos. Y a la luz de un Alba renovada, degustar los prodigios de una zurda rosarina y divisar el manto púrpura de un dios del fútbol encarnado. Y en la vuelta poderosa de un imperial viento, comprobar que el susurro del aire dibujado por el maestro Leonardo tiene tronco, brazos, piernas y una cabeza de trazos madeirenses.

Simplemente abrir los brazos para comprender que como la poesía devuelve el sentido a la palabra, la pelota devuelve el sentido al fútbol. Y por la citada razón, en este desfile de máscaras que hasta el momento devolvieron excesivas muecas de labios curvados hacia abajo, poseedoras de secretos que desencadenaron absurdas guerras, quisiera dejar a la espalda el callejón de la Mala Conducta para en la platea de nuestra Liga, poner una Pica en Flandes con un artículo de opinión que jamás pretendió dictar sentencia, sino invadir conciencias con un título que solo persigue generar una nueva y positiva tendencia: Fútbol, Estadio de Paz.