Lo malo de la Liga es que no se pueden salvar todos y que, pase lo que pase, tres se van al abismo. Da penilla la tragedia. Un pequeño pellizco en el alma. Surge la solidaridad entre aficionados que han descendido, o que se la juegan todos los años en un constante ataque de pánico, aunque como casi todo en la vida al final, llegando al límite de... ¡hey, forastero! No hay sitio para los dos en este puesto diecisiete. Mejor tú que yo, claro. Ya te haremos luego si quieres un bonito funeral con minuto de silencio, brazaletes negros y aplausos, cuando se nos bajen las congojas a su sitio y resoplemos al ver que nos quedamos un año más en Primera. Has sido un digno rival, compañero de fatigas, adiós y suerte en el infierno, te echaremos de menos, y tal. Vuelve pronto, llámanos. El refranero, que a veces es muy sabio, lo sintetiza mejor: “el muerto al hoyo y el vivo a...” la UEFA como poco, o algo así. Tras la lagrimilla, más corta de lo que se piensa, se da la bienvenida a los tres nuevos de la clase que suben de Segunda, y aquí paz y después gloria.

Hace tiempo que me imagino la Liga como un abismo salvado por una cuerda por la que hay que andar, haciendo equilibrio, para llegar al otro lado, que más o menos son los cuarenta y tres puntos. Ganar no es lo interesante. Palmarés, te dirán. Honor, prestigio y cosas así, vale, pero pudiendo tener la emoción del funambulista sin red, ser testigo del más difícil todavía, ganar es casi de cobardes.

Los equipos cargan aficiones sobre sus hombros. ¿O es al revés? Al principio de temporada se miran, amagan, pero nadie se atreve a dar el primer paso. Venga, sal tú. No, mejor enséñanos cómo se hace y hazlo tú, anda. Y así van pasando las jornadas mientras los que están llamados a pelear por el título y a clasificarse para Europa se destacan del pelotón de los torpes, que se tambalean inseguros, y llegan sin esperar a nadie al otro lado. Los grandes se van a sus cosas sin pausa. Los demás, la cuadrilla de los humildes, se quedan para chocar las manos de los que llegan, antes de intentar clasificarse al menos para la Europa League, intentando recobrar una tensión que pocas veces se consigue.

Vamos, hay que cruzar el precipicio.

Si hoy miras la clasificación empiezan a llegar a la meta los primeros. Quitando a los que van a la Champions, ya han cruzado el acantilado dos: Levante con 44 puntos y Osasuna con 43. Sudan, toman aire con los brazos en jarras, se sacuden el miedo y miran cómo van llegando poco a poco los demás. Quedan 9 jornadas. 27 puntos por repartir. Los tres últimos: Racing de Santander, Sporting de Gijón y Real Zaragoza están empatados a 25 puntos. Por delante tienen 11 equipos que aún están recorriendo esa senda que les lleva de nuevo a tierra firme, con la incertidumbre siempre de que si no estás con los dos pies en sólido, puedes caer al foso por muy inverosímil que te parezca la carambola. Entre el Granada CF que tiene 31 puntos y el Espanyol con 40 está la Liga. Es ahí donde el campeonato tiene el corazón y el alma. Que el dios del fútbol reparta suerte, o justicia. O lo que sea.