6-0. Contra el Rayo Vallecano. Seis cornadas, seis, a las cinco de la tarde, la hora a la que García Lorca lloró la muerte del torero Ignacio Sánchez Mejías. Eran las cinco de la tarde y Osasuna fue embestido sin piedad por un morlaco jabonero, en la plaza de Vallecas. Seis costurones que bajo la camiseta roja dan sensación de mayor tragedia. Rojo sangre derramada a las cinco de la tarde sobre la arena de Vallecas.

A lo lejos ya viene la gangrena

a las cinco de la tarde”.

¿Qué ha pasado? Cosas de la literatura y del fútbol. Sábado santo en un Madrid de otra época.

Las heridas quemaban como soles

a las cinco de la tarde,

y el gentío rompía las ventanas

a las cinco de la tarde

Seis goles contra los cristales de las casas que dan al campo, que es verde, que daltónico se vuelve pardo color sangre. Sobre el ruedo un torero que perdía la vida:

No te conoce tu recuerdo mudo

porque te has muerto para siempre”.

Todo podía ser contado así, pero mentiríamos. No eran las cinco de la tarde sino las seis, la épica la puso el vivo y no el muerto y haríamos un flaco favor a Osasuna revistiendo de dignidad suprema una derrota sin justificación alguna. No puedes ir a jugar a Vallecas a dejarte meter seis goles. No puedes llegar al objetivo fácil, la permanencia, y como los malos estudiantes con gran potencial, dejarse llevar con un aprobado raspado hasta el final de temporada. A Osasuna habría que exigirle más, un poco más, un pequeño estirón de los brazos para llegar al altillo, un último esfuerzo. Si cada año consiguiéramos que se subiera un escalón, tendríamos más posibilidades de volver a ver al equipo, por ejemplo, en una nueva final de Copa del Rey, con lo que eso supuso para la institución y para los aficionados: alegría, orgullo, diversión, comunión. Quien ha conocido un paraíso, el que sea, y lo mejor, a la medida de sus posibilidades, quiere volver a él. Osasuna tiene que aspirar a repetir un día como aquel de 2005 en el que disfrutamos como niños. Esa tendría que ser la meta. 

Y si para ello hay que volver a los Clásicos, a los nuestros, a los de andar por casa, a los que tantos nos conocen porque son nosotros mismos, volvamos.

Que pase Pedro Mari Zabalza, de nuevo, el mítico entrenador rojillo, el filósofo de la Plaza del Castillo, a meterles un coscorrón en su indolencia como equipo con su legendaria frase: “Si nos confiamos, somos muy malos”.

Pues eso.

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Sobre el autor
Javier Ancín Salinas
De Pamplona y de Osasuna. Lector, paseante, observador... También escribo. [email protected]