Todos los duelos en el fondo, son el mismo. Dos tipos frente a frente, solos, mudos, sordos, rodeados de público que jalea, retándose a muerte o a derrota para ver quién es el que queda en pie, con vida, que es la versión antigua del moderno: ser el número uno, el mejor.

En 1959, Ernest Hemingway, llegó a Malaga con el encargo de la revista “Life” de contar un duelo entre dos toreros: Luis Miguel Dominguín y Antonio Ordóñez. Hemingway, que ya había ganado el premio Nobel de Literatura, aquel verano tenía que seguirlos por todas las plazas de toros para determinar quién era el número uno, el mejor, el más grande. Lo que iba a ser un único reportaje se desbordó tanto que terminó por convertirse en un serial y, finalmente, un libro que lleva por título: “El verano peligroso”. Cuentan los expertos de la época, que Dominguín era el mejor y que Ordóñez sólo era el aspirante. Hemingway, que tomó partido por Ordóñez porque era su amigo, cargando las tintas casi hasta de mal gusto hacia Dominguín, lo tenía claro, opinaba justo lo contrario. Al final el duelo, como todo duelo que se desarrolla en el terreno de las subjetividades, no tuvo un vencedor, pero sirvió para hacer literatura y pasar entretenido el verano, que no es poco.

Pensaba en esta historia durante la semana, viendo la pelea montada entre los partidarios de Leo Messi y de Cristiano Ronaldo, analizándolo casi siempre con trampa, obviando los datos menos favorables y resaltando los más beneficiosos. 40 y 39 goles. Cristiano gana. 23 y 13 asistencias. Messi gana. A partir de ahí, el jaleo. Ruido, y con poca literatura, por cierto. Todos tenemos nuestra opinión sobre quién es el número uno, el mejor, pero no sirve de nada. Lo único cierto es que los dos se han echado sus equipos a las espalda y van ciegos, completamente embalados, hacia el cetro que quizás no gane el mejor. A saber. Lo que tengo claro es que de estos brutales choques de trenes, los que ganamos somos los espectadores neutrales, que nos lo pasamos genial viendo los partidos y los clubes, que consiguen nuevos trofeos que esos sí que no tienen interpretación posible. Una nueva liga es una nueva liga, y una Copa de Europa es una nueva Orejona con todas las de la ley.

Entre Cristiano y Messi, lo interesante sería saber lo que piensa cada uno del otro, porque ellos, en ese pasillo iluminado rodeado de oscuridad, cara a cara, asestándose golpes francos y regates inverosímiles, sí que saben quién es el mejor. Ahí seguro que hay un vencedor. No me cabe la menor duda.